08 Helechosa de los Montes – Palacio de Cijara #Transtoledana #MTB

by Julen

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La tarde se abrió a última hora para dar paso al sol. El cielo azul acompañó de nuevo por un rato. Eso, por un rato. Nada de ilusionarse. Al anochecer de nuevo lloviznaba. Subimos hasta la iglesia, pero había que esperar a la liturgia de las diez de la noche si queríamos ver el templo por dentro. Ya volveríamos.

Tras el descomunal volumen sonoro del bar de la plaza y a sabiendas de que iba a tocar volver para cenar, la cosa inquietaba. Menos mal que, separado de la zona de la barra por una puerta, disponía de un segundo espacio, más frío, pero muchísimo más tranquilo. Así que pudimos disfrutar de una cena en la que nos animamos con un plato típico de la zona: la caldereta de venado. Lo cierto es que el guiso estaba muy sabroso, con toques de canela y manzana. Para mí gusto, con exceso de sal, pero hay quien, como Alberto, hasta lo agradece. Por 14 euros sirven una ración que bien puede ser plato único. De postre, unas torrijas de leche bastante peculiares.

Tras la cena nos subimos de nuevo a la iglesia. Comparando con la gente que se veía por los dos bares de abajo, es evidente que hoy en día hay religiones que concitan más interés que la católica. Un grupo reducido de feligreses acompañaba al párroco, que andaba organizando una ceremonia en la que los cirios encendidos ocupaban un lugar destacado. Bueno, ocupaban y preocupaban, porque el cura insistía con sus consejos de andarse con cuidado para que no cayera cera al suelo, que luego es muy complicada de quitar. Pues allí estuvimos un buen rato con sendos cirios encendidos.

El Domingo de Resurrección trajo una novedad: al levantarnos no había luz en todo el pueblo. Eso quería decir que los dos bares estaban cerrados y que no podíamos desayunar. Decidimos esperar a ver si el asunto se arreglaba, no quedaba otra opción. No teníamos comida y tampoco era cuestión de salir a pedalear con el estómago vacío. Mientras esperábamos se nos ocurrió otra opción, que pasaba por desviarnos en el kilómetro 25 de nuestra ruta hacia Castilblanco y desayunar allí en la famosa churrería en la que estuvimos ayer. Venga, una barrita y salimos, ¿vale? Nos asomamos a la calle. Joder, cómo ha vuelto a cambiar el tiempo. El día se ha cerrado de nuevo y está lloviendo. Aplazamos nuestros planes. Todo puede ir a peor, jeje.

Ahí andábamos, en un mar de dudas, que si sí, que si no; que si llueve poco, que si llueve mucho. ¡¡Perezaaaaa!! ¿A qué hemos venido? Pues eso, a pedalear. Ya estás tardando.

Primero nos acercamos a unas piscinas naturales que quedan cerca del pueblo y que cuentan con una cascada un poco más arriba: La Naciente. Con la lluvia de estos días lucen sus mejores galas. Por cierto, ¿que si llueve ahora? Pues claro, qué te habías pensado. Eso sí, es agua más o menos llevadera. Para la costumbre de estos días, ni tan mal.

Nos volvemos al pueblo por si ha abierto el bar y podemos comer algo. ¡Bingo! Eso sí, sigue sin haber luz. Pero tienen el detalle de calentarnos leche para tomar un Cola-Cao que sabe a gloria junto a una magdalena y un sobao. Hemos triunfado. Ya podemos emprender la ruta que nos lleva al palacio de Cijara, objetivo de la etapa de hoy.

Pues sí: esta segunda jornada en Helechosa tenía como objetivo pedalear una ruta circular que nos conducía hasta un lugar «peculiar» del que tuve conocimiento al preparar la ruta: el palacio de Cijara. Al final, solo ha sido un «ida y vuelta», pero ha merecido la pena, no cabe duda.

El palacio de Cijara, también conocido como Las Poyatas o El Castillejo, se construyó a finales del siglo XIX por el conde de Villapadierna​. Se encuentra en el municipio de Herrera del Duque, donde finalicé en 2018 una de mis etapas de la Cicloextremeña. ¿Qué tiene de particular? Forma parte de una corriente, el estilo historicista propio de la época, que se tradujo en la construcción de palacetes rurales y casas de campo en Extremadura (y en otros lugares, claro está) . En este caso se inspiraron especialmente en la arquitectura militar de las edades Media y Moderna. Hay de todo en la viña del Señor, ¿verdad? La construcción es de planta cuadrada, ejecutada en mampostería y reforzada en las esquinas con torres circulares. Los muros perimetrales y las torres se coronan con almenas, a imitación de la arquitectura militar medieval.

Hay a quien le evoca cierta similitud con los castillos y parajes escoceses. No hay que olvidar que estamos en el corazón de la Siberia Extremeña. Para acceder al palacio recorremos parte de lo que en su día fue la carretera de tercer orden que iba de Herrera del Duque a La Nava de Ricomalillo. Estas carreteras de tercer orden eran las que comunicaban poblaciones que no eran ni capitales de provincia ni contaban con estaciones ferroviarias o con carreteras de primer orden. Todo esto según la ley de carreteras de 1877. De nada. Me estoy documentando a través del blog Helechosa en la memoria. Mira cómo era la carretera antes de que la estación eléctrica de la presa ocupara este terreno.

O sea, hablamos de una carretera construida a finales del siglo XIX. Eso quiere decir que no estaba pensada para los vehículos a motor, sino para los carruajes de la época, de tracción animal. O sea, pavimentada con macadán:

El firme de macadán está constituido por una capa de unos 25 centímetros de piedras del tamaño de un puño sobre las que se extendía una segunda capa de piedras puntiagudas que quedaban trabadas al presionarlas. Finalmente se añadía una capa de tierra llamada «recebo» que rellenaba los huecos de la capas de piedra compactándose con el propio paso de los carros y animales.

La carretera parece que dejó de emplearse como tal en la década de los 60, aunque aquí sigue para pedalearla o recorrerla a pie.

Volviendo al asunto del castillo, para conocer detalles podéis leer Las Poyatas, un palacete rural acastillado con elementos eclécticos de fortificación, un trabajo de José Maldonado Escribano, que es un doctor en Historia del Arte de la Universidad de Extremadura. Ahí nos explica:

En un principio esta impresionante edificación ecléctica aunque mayoritariamente de estilo neomedieval fue diseñada como palacio de recreo, destinada al ocio y disfrute de sus dueños a la vez que constituía el centro de la explotación de la finca donde está enclavada. Parece ser que inicialmente perteneció a una familia de rejoneadores, pasando posteriormente a manos de los Pidal, afincados en Villafranca de los Barros.

El edificio cuenta con una particular historia, marcada por dos hitos bien distintos entre sí. El primero es que se convirtió en campo de concentración durante un par de meses en 1939. Terminada la Guerra Civil, fue incautado por las tropas franquistas y alrededor de 3.000 prisioneros republicanos se hacinaron en el edificio.

Posteriormente, en la postguerra, se donó como sanatorio al Patronato Antituberculoso y se llevaron a cabo obras de remodelación a cargo de un arquitecto de cierto renombre, Luis Morcillo. El caso es que su ubicación, aislado y apartado de las vías de comunicación, suscitó ciertas críticas. Poco a poco se fue abandonando y parece que dejó de prestar servicio a finales de la década de los 50 del siglo pasado, aunque no hay certeza al respecto.

Una vez que ya sabéis unas cuantas cosas sobre el edificio en cuestión, vamos con la etapa. Os habíamos dejado con el desayuno en el bar de la plaza. Ya sobre nuestras bicis, hay que coger la carretera por la que vinimos y a la altura del área recreativa Los Robledillos desviarse por una pista en muy buen estado. Poco ante, todavía por el asfalto, se cruzan delante de mí a escasos 5 o 10 metros dos corzos a toda velocidad. Los había visto primero en paralelo a la carretera por la derecha, pero no esperaba que se cruzaran tan cerca. Pequeño susto. Si un bicho de estos choca en plena carrera contra ti y tu bici, me temo que la avería sería gorda.

La pista sube hasta un alto con el arroyo Nueve Veces (otro topónimo interesante) a su derecha. El bosque de encina deja paso a los pinos. Arriba conectamos con un «pistón» con señalización ciclista: Herrera del Duque queda a 31,2 kilómetros y Villarta de los Montes, por donde pasaremos mañana, a 24,8.

Continuamos en dirección al palacio, en un descenso en el que encontramos unos alojamientos rurales. Sabemos de buena tinta que han salido a licitación y los ha cogido nuestro casero aquí en Helechosa. La «carretera» conserva todavía su fisonomía original, con protecciones en los puentes e hitos kilométricos.por cierto, transitamosnpor el Camino Natural del Guadiana.

El terreno adehesado (hemos vuelto a dejar los pinares para las zonas altas) confiere encanto a la «carretera». Justo al llegar de nuevo al embalse aparece en el horizonte el palacio. Nos acercamos por una pista que sale a la derecha. El palacio es propiedad privada y un cartel advierte de que ojo si te saltas la valla. La compañía de seguridad de turno dice que van a llamar a la policía como no te portes bien. Pues nada, sesión fotográfica desde la distancia.

Volvemos a la «carretera» y seguimos 500 metros más por aquello de buscar buenas vistas para hacer más fotos. Regresamos sobre nuestras rodadas. Toca volver a subir lo que habíamos bajado. Suave suave, alcanzamos de nuevo la cima.

En vez de volver por la pista que desciende hasta la carretera con el Arroyo Nueve Veces al lado, continuamos por el pistón que indica dirección Helechosa. Un grupo de pequeños corzos anda jugueteando cruzándose varias veces de un lado al otro de nuestro camino. Vemos sacos repletos de piñas a los lados de la pista. En esto que ¡comienza a llover! con cierta intensidad. En un cruce de pistas nos entran dudas. ¿De frente o cogemos una que sale a la izquierda? En algún momento tenemos que bajar. Estamos a 700 metros de altitud y Helechosa queda a algo más de 400. Venga, seguimos de frente. Cien metros después no me convence la orientación que coge la pista. Volvemos al cruce de pistas. Cogemos la que baja a la izquierda.

Bajamos por la pista mientras arrecia lluvia. Resulta que terminamos llegando a la cascada y a la piscina natural por donde habíamos dado las primeras pedaladas. Al entrar en el pueblo la lluvia ha dado una tregua, la enésima. El caso es que vamos hechos un nazareno, nunca mejor dicho que en estas fechas. ¿Habrá luz? La lavadora, la calefacción, la ducha con agua caliente… todo necesita electricidad. Para nuestro regocijo, efectivamente, hay luz. Otro triunfo más.

Tras las obligaciones de limpieza e higiene, de nuevo al bar de la plaza. Somos populares. Repetimos el mismo bocadillo de pollo de ayer. Queda menos gente. Aunque seguimos con los decibelios altos, nada que ver con lo de ayer.

Para esta noche no sé si preguntar por una sopita de cachuela, que he visto que es típica de aquí. ¿No la conoces? Es habitual en algunas zonas de Ávila y también en Extremadura. Lástima que suela ser plato de principios de invierno. No estamos en época. Me quedo con las ganas de sorberla con su mágica mezcla de cuajos de sangre, asadura, torreznos y panceta de cerdo, aderezada con ajo y otras especias como anís en rama, laurel y clavo. Se te hace la boca agua, ¿verdad? Diossssss, me estoy mareando solo de pensarlo. A ver si se me pasa el mal momento y en su lugar dulcificamos la ingesta con unas candelillas (a veces también se llaman canelillas), que a lo mejor hasta nos sirven de barrita energética.

Os dejo. Mañana anuncian lluvias… escasas. Impresionante progreso para el cicloturista.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 429,43.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 7.737.

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Fotografías de la ruta.

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