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07 Guadalupe – Helechosa de los Montes #Transtoledana #MTB – Consultoría artesana en red

07 Guadalupe – Helechosa de los Montes #Transtoledana #MTB

by Julen

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La programación pastoral de la Semana Santa en Guadalupe incluía para Viernes Santo la procesión del Santo Entierro y María Santísima en su Soledad. Allá estuvimos puntuales a las diez y media de la noche en la basílica del monasterio. Si el miércoles procesionó Jesús atado a una columna por dentro de la propia basílica, esta vez los pasos han deambulado por los pasillos del claustro.

Había mucha más gente que el miércoles, claro está. Los hombres portaban el paso del Santo Entierro mientras que las mujeres lo hacían con el de la Virgen. Todo el mundo que estaba en la iglesia ha participado de la procesión, distribuida entre los dos pasos y la banda de música. Los franciscanos se han encargado de la organización.

Tras nuestras tres noches en Guadalupe, carretera y manta hasta Helechosa de los Montes, en donde pernoctaremos dos días. Las quejas, al guionista, ¿de acuerdo? Y aviso: puede que no os haga mucho caso.

Decidimos ir por carretera. Nuestro ya colega de recepción, Ángel, nos recomienda que evitemos las pistas. Con lo que ha llovido (perdón, con lo que ha llovido… y con lo que sigue lloviendo) puede que nos quedemos atascados en el camino. El hombre tiene el detalle de obsequiarnos con la credencial Guadalupense, como peregrinos que somos. Puede que no con la fe que requiere el formato tradicional, pero sí con otro tipo de determinación que debe de salir de bastante dentro. A ver cómo conseguimos salvar el documento de la credencial de las lluvias.

Hoy hemos decidido llevar la ruta íntegra por carretera. Nos conduce primero de vuelta por la carretera por  la que entramos a Guadalupe desde Alía. Esta vez no llueve o, al menos, cuando lo hace es en forma casi testimonial. Los campos, no obstante, se ven anegados e incluso hay olivos que rodeados por enormes charcas de agua. Ya en Alía pasamos frente al bar en el que estuvimos hace tres días, empapados hasta el alma. Al igual que entonces, una corte de lugareños de cierta edad, hace guardia bajo su toldo, controlando el tráfico. Todo en orden, podemos seguir.

Por cierto, eso de ver tanta gente mayor da pie a la reflexión. Si queréis un buen ejemplo de cómo se vacía un pueblo, echad un vistazo a la evolución de demográfica: de 5.500 habitantes en 1950 a los 800 de 2021.

A la salida del pueblo nos encontramos con el Centro de Interpretación Joaquín Araújo. Este hombre, que fue colaborador de Félix Rodríguez de la Fuente y que ha recibido numerosos reconocimientos, es un naturalista y divulgador de prestigio que ha echado raíces por esta parte del planeta. El propósito de este centro es mostrar la biodiversidad y los valores medioambientales del entorno.

Poco después, tras dejar atrás una nave dedicada a las industrias cárnicas, sale a la derecha una carretera más humilde que dice que a 22 kilómetros nos espera Castilblanco.  ¡Qué preciosidad! A ambos lados la dehesa se viste de un verde intenso. Las encinas disfrutan de una especie de tupida alfombra a sus pies que las realza más si cabe.

La carretera juega con nosotros: nos ofrece continuos toboganes que amenizan unas rectas verdaderamente fotogénicas. La vegetación nos protege, en parte, del viento, que pega del sudoeste.

Las fincas se suceden. La Bodega Carabal deja constancia de su paso por el mundo con un gigantesco muro un tanto sacado de lugar. Hay un momento en que el asfalto de la carretera empeora, pero aún así para nuestras ruedas gordas no supone el más mínimo problema. Asistimos al cruce meteórico delante de nuestras mismas narices de una familia de cuatro corzos que saltan sobre los cercados sin problema alguno.

Llegamos así a Castilblanco, que queda en un alto y, por tanto, con buenas vistas a la dehesa. Llevamos recorridos 40 kilómetros que han pasado deprisa. La lluvia nos ha respetado. Preguntamos por un bar. Nos mandan a la churrería Kino. Primer baño de multitudes. Parece que todo el pueblo está reunido allí en esta mañana de Sábado Santo. Tras un breve avituallamiento líquido a base de Cola-Cao, seguimos ruta. Oh, qué original la decoración de la plaza.

Salimos de Castilblanco y cogemos la carretera nacional que va de Talavera de la Reina a Almadén. Serán sólo unos diez kilómetros de coches que pasan a toda velocidad. Dejamos a la derecha el pequeño poblado de Guadisa, que queda en la base de la presa, para salvar el desnivel que nos deja en la cabecera del embalse. Ojo, porque esta obra hidráulica se las trae. Si lo miras en el mapa verás su enorme extensión. Son incontables los brazos de agua que lo conforman. Desde el Puente de la Mesta (del siglo XIV por el que pasaba la Cañada Real de Segovia y visible con niveles bajos de agua), en su extremo oriental, hasta la zona por la que nosotros accedemos la masa de agua es inmensa a lo largo de sus 45 kilómetros de cola. Eso sí, tal como anda ahora, solo a algo más del 40% de su capacidad, quizá no sea para tanto. Por cierto, continuando con el tema de la caza, el embalse de sitúa dentro de la Reserva Nacional de Caza del Cijara. Palabras cinegéticas mayores.

El embalse –por supuesto, inaugurado por Franco, allá por 1956– supuso, como podrás suponer, una obra de ingeniería de dimensiones colosales. Si quieres saber más de él, te recomiendo que eches un vistazo a este post: Construcción del pantano de Cijara, en el blog Paisaje del Sur de Toledo, de José Ignacio Fernández Ollero. Incluye dos reportajes de NO-DO, uno de la inauguración del pantano por parte de Franco y otro de una visita posterior de un ministro en 1958, además de un reportaje fotográfico sobre su construcción. Muy recomendable.

Unos años antes, en 1951, se publicaba el edicto de notificación a titulares y afectados por las expropiaciones que tendrían lugar. Y de la misma forma que el agua enterró edificaciones, no hay que olvidar lo que este tipo de obras implican: una herida emocional de tremendo impacto para quienes vivían allí. Una herida que supura cada cierto tiempo en épocas de sequía. Como puedes leer en Helechosa en la memoria:

Cuando ahora admiramos y festejamos la belleza del entorno de Helechosa sería bueno reflexionar sobre la pena e incluso el dolor de muchos helechoseños y helechoseñas por tener que deshacerse de su trozo de tierra, grande o pequeño, que les daba de comer, mal o bien, y verlo desaparecer bajo las aguas convirtiendo en yermas nuestra tierra para que curso abajo del Guadiana se enriquecieran otros labradíos. El mundo moderno se presentaba y ahogaba el antiguo y a sus gentes.

Paramos un rato, hacemos un par de fotos y comienza a llover. Se pone feo, pero va a ser solo un momento. Nos pegamos durante un tramo al embalse.

Continuamos un poco más al interior perdiendo la vista del pantano hasta que alcanzamos nuestro final de etapa en Helechosa de los Montes.

Contactamos con Abel, el propietario de unos estupendos apartamentos rurales. Todo un lujo: dos habitaciones, sala, cocina, todo muy nuevo. Además, lavadora para estos dos días que vamos a pasar aquí. Y colgador, que siempre suma. Programa exprés de 15 minutos y centrifugado adicional a mil revoluciones. Tremendo lo que avanzan las ciencias.

Charlamos un rato. Aunque ha llovido lo suyo parece que la pista que va hacia el Palacio Cijara no debe darnos problemas. Pero de eso te enterarás mañana si nos lees. Tras la lavadora y el adecentamiento personal, nos vamos a comer un bocata a uno de los bares del pueblo. Allí nos encontramos de nuevo con Abel. Y con una ingente cantidad de almas en pleno delirio decibélico. Si tú gritas, yo más. Se ven unos 15 o 20 millones de botellines de cerveza repartidos por las mesas. Un griterío espectacular. Y, ojo, que no era día de partido de fútbol. Esos decibelios irán para Guinness. Mañana más. ¿Ruido?

Kilómetros totales hasta esta etapa: 388,19.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 6.786.

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Fotografías de la ruta.

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