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11 El Robledo – Malagón #Transtoledana #MTB – Consultoría artesana en red

11 El Robledo – Malagón #Transtoledana #MTB

by Julen

Strava: https://strava.app.link/WT7FqOAIuIb

Dice la RAE que una «noche toledana» (aunque estemos ahora en Ciudad Real, te recuerdo que pedaleamos por los Montes de Toledo) es aquella que se pasa sin conciliar el sueño. Pues vaya nochecita he pasado a cuenta de una cena un tanto inhumana que no hubo más remedio que ingerir. Luego te cuento.

Vamos con un pequeño balance, ahora que llevamos ya diez días de ruta, nueve de ellos de pedaleo. ¿Adivinas lo que voy a mencionar? Es que no queda otra: todo ha estado condicionado, desde la segunda etapa, por las lluvias. Eso nos ha hecho rediseñar nuestra Transtoledana para llevarla más por asfalto que por pistas y caminos. No obstante, hasta donde nos ha parecido razonable, hemos dado gusto a las ruedas gordas de nuestras bicis. Dicho lo anterior, las precipitaciones recientes nos han permitido disfrutar del esplendor de los Montes de Toledo y sus dehesas. A veces parecería que las encinas brotaran por sí solas de un inmenso tapiz de fondo rabiosamente verde.

¿Hubiéramos preferido otro clima? Sí… y no. Porque agua es vida. Debe llover. Y la primavera está (también) para eso. ¿Lo ideal? Que llueva antes y después de que nos pongamos a pedalear, pero eso es pura lotería. En fin, ya escribiremos con más calma al terminar la ruta. Vamos con un poco de cultura sobre El Robledo.

Mirad el grabado que había al lado de un puente sobre el río Bullaque:

El texto, infantil y religioso, parece implorar por el agua. Ha funcionado. Sea lo que sea lo que hayan hecho, parece que han dado en el clavo, ¿no?

Por cierto, ojo, que este pueblo, como municipio independiente, tiene cuatro días. Lo puedes leer en la página web oficial del Ayuntamiento.

En el siglo XX se produce uno de los hechos más importantes para El Robledo: su segregación del municipio de Porzuna. Tras diversos intentos y con el respaldo mayoritario de todos los vecinos, El Robledo se convirtió en pueblo independiente el 3 de septiembre de 1985.

El Robledo vive, en gran parte, pegado a su río, el Bullaque. Bueno, y no solo a él, sino también al río Alcobilla. Ambos se dan la mano al sur del pueblo y dan lugar a las típicas zonas de esparcimiento. El Bullaque «ha sido fuente de vida, refugio y lugar de asiento desde tiempo inmemorial: están los yacimientos del Achelense y del Musteriense, restos romanos y árabes y en la época musulmana por esta cuenca ascendía el camino de Córdoba a Toledo por lo que es hoy la Torre de Abraham o Boca de la Torre». Así pues, cómo no, hasta nuestro alojamiento le ha hecho un guiño, que por algo se llama «Retiro del Bullaque».

No sé si es la resaca de la Semana Santa o qué, pero el pueblo parecía languidecer por la tarde. Apenas se veía gente y varios establecimientos permanecían cerrados, hasta tal punto que solo había un bar al que acudir para la cena. Menos mal que no andaba mal en cuanto a variedad de raciones. Solo un bar, pas de problème para elegir. Eso que ganamos. O que perdemos.

La cena fue, por decirlo suave, un poco «estomagante», la verdad. Unas croquetas demasiado aceitosas y unos huevos con lomo y patatas… y con el mismo problema. En fin, no había plan B en el pueblo. Y de esos polvos vienen estos lodos: una noche casi sin dormir hasta las cuatro de la mañana con un dolor de tripa y una sudada de escándalo tapado hasta arriba en la cama y encogido sobre mí mismo. Para olvidar.

Por la mañana evitamos como sea el bar de la cena. Hay suerte, justo al lado de nuestro alojamiento hay una churrería que sirve desayunos. Allí nos juntamos los hombrones. Ni una sola mujer en el rato que hemos pasado allá. Excepto las camareras, claro está.

Salimos cruzando el río Bullaque para coger el Camino Viejo de El Torno. Poco antes de llegar a este pueblo conectamos con la Cañada Real Toledana, que lo atraviesa. Nosotros pedaleamos por donde primero tienen derecho de paso las ovejas. El nombre de la calle nos lo recuerda: «la Toledana». Hoy es el GR 162.

Salimos del pueblo y decidimos ir por carretera. Los campos están anegados. Vaya novedad la que os cuento, ¿verdad? Así que en vez de coger una pista empleamos una carretera paralela. No hay pérdida posible. Una recta de 7,5 kilómetros nos mantiene entretenidos, entre amapolas, campos de cereal, encinas y un cielo cautivador a estas primeras horas de la mañana.

Al final, la recta se acaba y afrontamos la primera de las dos subidas del día, camino de Los Cortijos. Bueno, tenemos los «de Arriba» y los «de Abajo». Entre ambos encontramos Salones Lady Ana. Sí, paramos a tomar un Cola-Cao, no pasa nada. Allí nos enteramos de que la bajada desde el parque eólico hasta la carretera que va hacia Valdehierro está fatal. Venga, más asfalto.

Tomamos el Camino de Fuente del Fresno, que nos deja en la carretera que, en dirección sur, sube hacia el parque eólico. Aparece un enorme pistón a la izquierda. Por ahí deberíamos de haber subido. Se ven los enormes gigantes allá arriba.

Sancho Panza, vete preparando la artillería. Puede que los gigantes –pero gigantes de verdad– nos salgan al paso.

En esto descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo, y así como Don Quijote los vió, dijo a su escudero: la ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear; porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta o poco más desaforados gigantes con quien pienso hacer batalla, y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer: que esta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra.

Nosotros abandonamos semejante gesta porque seguimos tranquilamente por asfalto hacia Valdehierro, en un desvío hacia la izquierda. Venimos de un pequeño ascenso al Puerto de Robledillos y, tras una corta bajada, encaramos una segunda subida más corta aún a un collado del que no encuentro nombre alguno para identificarlo.

Detrás se escucha la trifulca, pero no osamos meter las narices donde nadie nos llama.

Y en diciendo esto, y encomendándose de todo corazón a su señora Dulcinea, pidiéndole que en tal trance le socorriese, bien cubierto de su rodela, con la lanza en ristre, arremetió a todo el galope de Rocinante, y embistió con el primer molino que estaba delante; y dándole una lanzada en el aspa, la volvió el viento con tanta furia, que hizo la lanza pedazos, llevándose tras sí al caballo y al caballero, que fue rodando muy maltrecho por el campo.

En fin, que seguimos la carretera que lleva a Malagón. Don Quijote, no veas cómo son estas cosas del progreso. Dejamos a la izquierda las cuatro casas de Valdehierro y seguimos hacia Los Quiles. Y sí, repetimos lance: el guionista nos coloca Quiles de Arriba y Quiles de Abajo. Don Quijote está muy presente.

Tras dejar Los Quiles atrás, la idea era tomar un desvío a la derecha para pedalear entre olivos y llegar a Malagón, adonde entraríamos después de cruzar el río Bañuelos. Pues va a ser que no… a no ser que queramos vadear arroyos con el agua alcanzándonos la cintura, expresión literal de un lugareño. Pues sí, es la conversación en boca de todo el mundo: ¡hay que ver lo que ha llovido!

Ya en Malagón, tras el consabido bocata, nos acercamos a Casa Luciano, un alojamiento de turismo rural muy coqueto. Lástima que no podamos cenar ahí mismo. Solo dan comidas. Al mal tiempo, buena cara. Eh, que hoy no nos ha caído ni una sola gota.

¿Tú de quien eres? ¿De Pocholo o de Filete?

Kilómetros totales hasta esta etapa: 663,99.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 11.163.

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Fotografías de la ruta.

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