04 Mohedas de la Jara – Guadalupe #Transtoledana #MTB

by Julen

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Mohedas de la Jara o, lo que es lo mismo, «monte de jarales». La toponimia es, como tantas otras en la península, de origen árabe: «Moheda». Ya decíamos ayer que estamos en territorio de jarales. Bueno, y de corzos, que aquí la caza es toda una institución, aunque no es que hayamos visto muchos estos dias. Y una curiosidad: el pueblo alberga el Museo Castellano-Manchego del Juguete.

La tarde me la pasé escribiendo el post y consultando a ratos las previsiones del tiempo para estos próximos días. Fuera, de vez en cuando se escuchaba llover, a veces más fuerte y a veces más suave. El día se quedó muy desapacible. Nada comparado con lo que nos esperaba al día siguiente…

Cenamos en nuestro alojamiento; muy recomendable, por cierto. Es una casa rural con cinco habitaciones y un servicio de restauración sencillo, pero cuidado. Nos atendió Rocío, con una situación que vemos repetirse: la propietaria que «atiende» inicialmente el establecimiento (más veces mujer que hombre) no es la que luego mantiene el trato directo con el cliente en el lugar de los hechos, sino que queda delegado en alguien del pueblo. En nuestro caso, muy bien atendidos por Rocío. No fue el caso de Los Navalucillos.

La etapa original de ayer Alfredo Bravo la terminaba en Puerto de San Vicente. Nosotros desplazamos ese final hasta aquí, a Mohedas de la Jara, porque, como ya comenté ayer, no encontramos alojamiento en Puerto de San Vicente.

Para ir hasta Guadalupe hemos estado barajando tres opciones. La que tenía diseñada cambiaba la ladera sur de la sierra de Altamira por su lado norte. Así que para llegar a Navatrasierra había que pedalear un primer tramo por pista hasta Carrascalejo, ya en la provincia de Cáceres, y luego ascender el puerto de Arrebatacapas, otro curioso topónimo, desde luego. Allí arriba se puede disfrutar de una pequeña área recreativa mientras que al otro lado de la carretera hay un monumento al peregrino, acompañado de una cruz y diversa señalización vinculada al Camino Real de Guadalupe.

La segunda opción era muy similar, pero nos acercaba a Carrascalejo por asfalto, añadiendo, eso sí, algunos kilómetros más. La tercera posibilidad, entera por asfalto, nos ofrecía la ruta más corta, subiendo primero hasta Puerto de San Vicente y luego, por Alía, llegar hasta nuestro destino final. Tan negro hemos visto el panorama que esta última ha sido la que hemos elegido.

Salir y apenas llueve. La alegría dura un par de minutos. Rocío nos lo dijo: tendréis viento en contra. O sea, no solo lluvia. Ya puestos, que la jornada sea épica.

Hacia Puerto de San Vicente toca subir. En estas condiciones, se agradece. Alberto me espera de vez en cuando. Las penas, en compañía, son menos penas. Pero son penas. Llueve, ¿ya lo he dicho? Llueve y tenemos viento en contra. Luego será ventarrón. Todo puede empeorar.

La opción de parar en Puerto de San Vicente no es tal. ¿Para qué? ¿Para enfriarnos más aún? Además, no vemos ni un bar abierto, ni un alma por la calle. Seguimos el ascenso. Queda poco para hacer cumbre. Poco más de 800 metros de altitud. La cima esconde trampa.

¿Dije viento?, ¿dije ventarrón? Las gotas de lluvia (más bien gotorrones) se clavan de frente en las mejillas como pequeñas púas. La velocidad de la bajada es directamente proporcional a la sensación de frío y de una íntima humedad que recorre manos, pies, cara, brazos, muslos. ¿Qué cojones hago yo aquí? Pues lo hago porque quiero. Supongo. Me paro a hacer una foto. Que se vea lo que hay. El móvil se empeña en desobedecerme. Por fin, gano la batalla. Gano la estúpida batalla. La foto. Es lo que hay.

Continúa el descenso. Continúa la miseria. Cruzamos el Camino de Guadalupe. Ni Cristo en moto.

Llegamos hasta el puente sobre el río Guadarranque. Sí, soy capaz de bajar de nuevo de la bici y hacer otra foto. Hasta aquí he llegado, que quede constancia.

Toca subir un puertecillo antes de llegar a Alía. Pasamos por el mirador del Estrecho de la Peña Amarilla. Diluvia. El mirador queda para otro día. El viento se recrudece. Alía, ese es el destino. Luego vendrá Guadalupe, pero primero es Alía. Coronamos y tras unos pequeños sube y baja entramos en el pueblo. Primer bar y allá que nos vamos. Una cuadrilla de lugareños pegados a la pared y a cubierto bajo un toldo no se explican qué puñetas hacen estos dos infelices llegando en bici.

Nada más entrar al bar, la señora que atiende nos da papel de cocina para secarnos. Con todo, vamos dejando un reguero de agua detrás. Dos tés. Verdes. Calientes. Un pequeño bálsamo. ¿Habremos hecho bien parando? Quedan solo algo más de 14 kilómetros hasta Guadalupe. Continúa la lluvia. Nos está esperando, sin prisa. Os vais a enterar.

Estrujo los guantes. Da igual. Me cuesta meter las manos en ellos porque están empapados y parece que el goretex no lo entiende. Solo queda pedalear. Contra el viento, contra el agua, contra la lógica.

Hay que afrontar dos pequeñas subidas. Hoy no son pequeñas. Quedan diez kilómetros, ocho, cinco, tres. Encaramos a la última subida. Solo tengo una idea en la cabeza: llegar a la hospedería del monasterio donde vamos a alojarnos estas tres siguientes noches. Desde Alía había llamado para ver si ya tenían la habitación disponible. Han dicho que sí. Vamos a llegar a las doce. Vamos a llegar hechos una piltrafa humana.

Miro para atrás y no le veo a Alberto. Anda mucho mejor que yo. Lo mismo hoy se le han cruzado los cables. Sigo. Sigo porque no queda otra. Le espero un rato ya a cobijo en una de las entradas de Guadalupe. Por fin le veo. Sigo.

Voy directo a la hospedería. Alberto tardará en llegar. Se ha liado con el lugar donde quedaba nuestro alojamiento. Habitación 105. Calor. Reguero de agua que habrá que limpiar. Ducha. Agua caliente. Estoy de acuerdo, la vida puede ser maravillosa.

Alberto, por fin, llega. Se viene con mis guantes y la cartera, que me había dejado en recepción. Cruce de cables. Mañana será otro día. Sigue diluviando a mares y aquí en la hospedería andan haciendo lo que pueden para que no se encharquen los pasillos del claustro. Actualizaremos en la siguiente crónica.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 257,07.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 4.759.

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Fotografías de la ruta.

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