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02 San Pablo de los Montes – Los Navalucillos #Transtoledana #MTB – Consultoría artesana en red

02 San Pablo de los Montes – Los Navalucillos #Transtoledana #MTB

by Julen

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Cenamos en nuestro alojamiento, Baños del Sagrario. Resulta que por allí pasa mucha chavalería. Es sitio de campamento con su infraestructura correspondiente. El chico que nos atendió nos explicó cómo trabajaban. Ellos lo llevan en régimen de alquiler. Según parece, ya es tradicional que desde diversos colegios de la zona organicen allí estancias, sobre todo a partir de la Semana Santa y hasta el verano. En general, hay que decir que han sido muy atentos con nosotros. Por la mañana, a la puerta de la habitación, nos dejaron un desayuno con bollería y termos de café, té y también de leche. El sitio queda apartado del pueblo y se ve que necesita sus mejoras de mantenimiento, pero el trato ha sido de diez. No como en otro sitio…

Pues eso, que el downtown de San Pablo de los Montes quedaba a un par de kilómetros de nuestro alojamiento. Retomar la ruta original de la Transtoledana implicaba deshacer ese camino, todo en bajada. Estupendo. Pues bien, este ha sido el único tramo que hemos compartido con nuestro track original. La lluvia nos ha obligado a buscar un plan B.

O sea, que nada de pista entre las dehesas de encinas hacia el Pantano del Torcón, cuyo arroyo del mismo nombre tendríamos que haber cruzado por una hilera de piedras en su lado derecho. Lo contaba en su libro Alfredo Bravo. Pues vamos a suponer que sigue ahí.

O sea, que nada de pedalear por el Camino Real de Guadalupe y toparnos con el castillo de Dos Hermanas, ese cuya leyenda cuenta que entre las viejas murallas viven encantadas dos hermosas moras y que la madrugada del día de San Juan pierden su encantamiento y bajan a lavarse al arroyo. Luego, regresan a su interior. Vaya vida, solo se lavan una vez al año. No sé, no sé; esa higiene corporal hay que mejorarla, jóvenes. En fin, el castillo es de los más antiguos de la provincia de Toledo. Se edificó allá por el siglo XII o principios del XIII. Claro que parece que está en ruinas desde el XIV. De ahí que las hermosas moras no tengan agua corriente.

O sea, que nada de «Vereda Cabritera», que también forma parte del Camino Real de Guadalupe, ni de pedalear por la Sierra de la Nevada. Ojo al nombre. Si ayer pasamos por el Puerto del Milagro y algo debió de ocurrir allí, en la Sierra de la Nevada la toponimia es más explícita, ¿no? Tuvo que ser buena la que cayó en su día.

Así pues, ¿cuál ha sido el plan B? Hemos dejado en manos de Garmin la planificación de la ruta hasta Los Navalucillos, avisándole de que debería ser por carretera. El asunto es que la madrugada, a partir de las cuatro, se ha puesto fea. Desde la cama se escuchaba el pequeño diluvio.

Garmin nos ha mandado por Menasalbas, San Martín de Montalbán, Villarejo de Montalbán y Navalmorales. Es decir, al norte del trazado inicial. Pues nada, Alberto, dale, que es terreno favorable durante unos 30 kilómetros. Favorable, sí, pero, hostia cómo llueve. Menos mal que no hace frío.

Por mucha ropa o calzado impermeable que supuestamente lleves, hay un momento en que todo se empapa. Manos y pies pasan a sumergirse en un medio acuoso en el que solo cabe una onomatopeya: chof chof. Nada, solo quedan 55 kilómetros en los que disfrutar del chof chof.

Es difícil parar a hacer fotos cuando lo que quieres es que deje de llover. Sacas el móvil del bolsillo y los guantes de supuesto goretex impermeable se empeñan en no hacerte caso. Da igual que aprietes por dos veces el botón de volumen, como se supone que debes hacer para accionar la cámara de fotos. El agua juega en tu contra. Tranquilidad. Guante fuera, foto, guante inundado otra vez en la mano. Es lo que hay.

Poco después de los 25 kilómetros, paramos en un bar de San Martín de Montalbán. Entrar y dejar un reguero de agua allí por donde pasamos. Menos mal que la camarera, muy maja, no se molesta y hasta nos desea buena ruta. Es el bar que está a la izquierda, nada más coger la carretera que va hacia Villarejo de Montalbán. Hay que ser agradecido.

La carretera baja hasta cruzar el Arroyo del Torcón. Sí, ese que tendríamos que haber cruzado por una hilera de piedras. Desde el puente por el que, en su lugar, nosotros lo atravesamos, comienza la segunda parte de la ruta, con algunas pequeñas cuestas de vez en cuando. Pero todo muy llevadero, la verdad. Más adelante nos topamos con el Arroyo de Cornicabra. Casualidad, luego hay «tema» con la cornicabra. Enseguida te enteras.

Encaramos una larga recta que nos deja a la izquierda una enorme plantación de cultivo intensivo de olivo (espectacular rima consonante, desde luego). Frente a la agricultura tradicional, emerge otra manera de acelerar la cosecha. La densidad de plantación es mucho más alta y con ayuda del riego por goteo y una poda mecanizada, todo adquiere otra dimensión.

De todo esto y mucho más nos enteramos en el buen rato de conversación que hemos mantenido en el Mesón El Pelón, de Navalmorales. Nos han invitado incluso a una cata de aceite ecológico y nos han explicado unas cuantas cosas relativas al cultivo de la aceituna, variedad cornicabra, en esta zona de los Montes de Toledo. En el pueblo hay un par de fábricas orujeras. Cuando entrábamos en bici enseguida las hemos «sentido», primero por el olor y luego por sus enormes chimeneas. Navalmorales es el pueblo más grande de la comarca de La Jara y, según parece, motor económico a cuenta de estas instalaciones.

También nos hemos enterado de la tradicional enemistad entre este pueblo y el de Los Navalucillos, donde vamos a pernoctar. Nos avisan de que allí son gente un tanto especial. Bueno, las peleillas típicas entre dos pueblos cercanos. Los de Navalucillos llaman chocolateros a los de Navalmorales. Y hasta tuvieron un curioso enfrentamiento a cuenta de la instalación de sendos tanatorios. Ah, otra cosa: por Navalmorales pasa el Camino de Guadalupe.

Hablo por teléfono con la casa rural donde nos vamos a alojar y quedamos en que en media hora estamos allí. Alberto pone el turbo y yo a rebufo. No queda otra. Hacemos la foto a la entrada en la que se dice que nadie es forastero en Los Navalucillos.

Llegamos a la casa. Tenemos nuestra discusión a cuenta de dónde podemos dejar guardadas y a cubierto las bicis. Por la tarde se anuncian de nuevo lluvias fuertes. Al final conseguimos que impere cierta lógica. Eso sí, mal tono y casi como que somos delincuentes por querer dejar las bicis a cubierto. Y eso que vienen limpias porque hoy todo ha sido asfalto. Nada que ver con la amabilidad de ayer. Menos mal que tenemos punto a favor: hay lavadora.

Dice Alfredo Bravo en su libro que aquí no hay que pasar por alto un buen cocido o el guiso de venado con setas. No solo de geles y barritas energéticas vive el ciclista, ¿no? Localizamos un restaurante que también es casa rural: La Posada. Menú muy recomendable a 14 euros (dato incluido a petición del público). Alberto se aplica y engulle el cocido típico, que hace de plato único con su doble tanda de sopa primero y garbanzos después con sus correspondientes aderezos. Yo me decanto por arroz con setas y solomillo de cerdo. Todo muy rico en un local con aire entrañable.

Bueno, esto es todo por hoy. Joder, cómo llueve ahí fuera. A ver qué hacemos mañana. Mínima prevista de tres grados y sensación térmica de uno bajo cero a las ocho de la mañana. Fiestón.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 132,82.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 2.442.

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Fotografías de la ruta.

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