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Llegamos en Sábado Santo de nuevo a Cañete y de nuevo al mismo hostal en el que dormimos en Jueves Santo. Creo que es la primera vez en todas mis rutas cicloturistas que sucede. No tanto lo de hacer un bucle, sino lo de hacerlo con una pernoctación diferente de por medio, como fue ayer la de Torrebaja.
Como llegamos pronto, tuve tiempo de contemplar con más detenimiento la obra que expone Luis Zafrilla en distintos lugares del pueblo.
El Paisaje Ilustrado es un proyecto de naturaleza artística, cultural y recreativa que está siendo implantado en la Serranía de Cuenca con el objetivo de incrementar los atractivos turísticos de la comarca. (…) La idea central del proyecto es la unión de territorio y cultura. Lograr la creación de una obra en la que se integren y se sumen al medio natural la memoria de la tierra y la aportación de la obra artística. Construir un espacio cultural y recreativo, público y abierto, enraizado en la comarca, donde poner en valor la cultura local con su profundidad y riqueza, tratada con dignidad desde un enfoque contemporáneo.
Me ha parecido, si cabe, aún más espectacular. La integración de las esculturas en su entorno inmediato es tremenda. Os dejo dos ejemplos de las diez obras que conforman la exposición, cuyo título general es «Paisaje ilustrado». ¿Eres capaz de distinguir la obra artística de los elementos reales en que se integra?
Por la noche la Plaza Mayor de Cañete estaba a rebosar. La animación la ponían los dos bares y un bingo que cantaban unos chavales para entretener las horas previas al Rosario de la Aurora. Nosotros nos comimos una pizza en el mismo bar que el pasado jueves y ahuecamos el ala enseguida directos a nuestro hostal.
Habíamos quedado a las 8:15 para recoger las bicis del garaje donde estaban guardadas e ir a desayunar al único local que se suponía estaba abierto a primera hora del domingo, la Hostería de Cañete. Nos hemos engullido un par de madalenas cada uno (lo único que nos han ofrecido) porque han sido incapaces de ponernos una tostadas de pan debido a que «estaban dando de desayunar a gente de unos autobuses». Cosas que pasan.
Las grandes aglomeraciones urbanas de la etapa de hoy han sido Pajaroncillo en el kilómetro 18, con sus 63 habitantes censados en 2022, Pajarón en el kilómetro 24 que alcanzaba los 77, y, por fin, Cañada del Hoyo en el 35, a la que se llega por el Camino de Montemayor, con la desorbitante cifra de 231 humanos. Un sinvivir de colas y aglomeraciones. Pero, ojo, la etapa tiene final trampa. La aglomeración de las aglomeraciones es Cuenca capital. Semana Santa es Semana Santa, más en unos sitios que en otros.
Salimos con el fresco de la mañana y enseguida comienza una subida muy entretenida entre pinos con algún que otro repecho de consideración. Hoy el día ha tenido un denominador común: pinos mires donde mires, incluyendo algún ejemplar curioso del que luego hablaremos. Termina la subida, bajamos algo y nos acercamos a un mirador. Pinos, pinos y pinos. Me repito.
La pista que seguimos sigue paralela al barranco de Gorgogil y empeora por momentos. Supongo que las lluvias (cuando quiera que se hayan producido) han destrozado la pista. No sé si habrá sido mucha temeridad, pero he intentado hacer casi todo el tramo sobre la bici. Casi todo, porque había pedazos imposibles, al menos para mi destreza de conducción.
Después hemos entrado en pleno cauce del arroyo de Fuente Sierra, que nos ha conducido hasta la entrada misma de Pajaroncillo. La rambla obligaba de vez en cuando a bajar de nuevo de la bici porque el terreno era demasiado arenoso. Pero se hacía entretenido, la verdad.
Así, sin entrar siquiera al pueblo, torcemos a la derecha y por el camino del cementerio, que luego se transforma en «Rambla de las Posadas» nos dirigimos hacia Pajarón. Antes de llegar a esta metrópoli paramos un rato a dar cuenta de una barrita energética, que el comienzo del día ha sido fatigoso.
Sabemos que en el siguiente pueblo, Cañada del Hoyo, hay bar. Eso queda en el kilómetro 35, o sea que todavía hay pedaleo por delante. Esta parte es más llevadera. Finalmente salimos a una llanura con tierras de labor. Tras un ligero repecho, el pueblo. Y el bocata. Eso sí, no sabemos muy bien por qué, pero se veía mala hostia en el bar. Parece que andaban de bronca.
Poco a poco nos vamos acercando por el Arroyo de la Palancosa hasta las famosas Torcas de los Palancares. Llegamos, cómo no, por una pista entre pinos. Y poco antes de llegar nos sale al paso un árbol singular al que llaman el Pino Candelabro. No sé muy bien por qué.
Una vez en la zona de las torcas, había diseñado un pequeño recorrido que nos conducía, entre otras, a las de la Novia, la Zorra, Aliagosa, la Rubia, la del Agua, y también a las del Torquete y el Torcazo (en realidad, están todas muy cerca unas de otras). ¿Quién se encargaría de buscar los nombres?
Técnicamente son «depresiones geológicas características de los relieves kársticos que se producen como consecuencia de la acción de aguas carbónicas subterráneas sobre rocas calizas muy solubles». En la zona hay nada más y nada menos que alrededor de ¡30 torcas! Algunas alcanzan una profundidad de más de 90 metros y presentan una extensión variable, entre 0,3 hectáreas de la de la Novia y las 10,25 hectáreas en de la Larga, la más grande de todas. Desde luego que desde el aire tiene que ser curioso verlo. Lástima que no dispongamos de modo E.T. de pedaleo.
Tras la vuelta por la zona, regresábamos al aparcamiento para ver si había algún punto de agua, pero rien de rien. Un par de guardas forestales se han apiadado de nosotros y han sacado su enorme botijo para llenar nuestros botellines con agua, según nos han dicho, de la fuente que hay en el pueblo de Palomera. Muchas gracias.
Tras esta vuelta por las Torcas de Los Palancares, hemos seguido ruta hacia Cuenca, de la que nos separaban algo más de 20 kilómetros. El tiempo se estaba poniendo algo extraño, con cierto bochorno, viento y bruma. He sufrido con este último tramo. Los ruidos han vuelto a la bici, pero creo que ¡va a ser del sillín! A ver si me pongo manos a la obra. Además, la rodilla izquierda anda protestando otra vez. Si no es una cosa, es otra…
Finalmente toca descender hacia Cuenca capital. Lo hacemos por un sendero que baja con decisión por el Vallejo de la Zorra y que nos deja ante los barrios nuevos de las afueras de la city.
Entramos en la ciudad. Tras estos días de ruta por pueblos vaciados, aparece como una gran urbe. Se ve mucha gente por las calles. Ha sido un buen contraste: Semana Santa en Cuenca es mucha Semana Santa y aunque nosotros hemos llegado a primera hora de la tarde del Domingo de Resurrección, la ciudad se ve todavía al pil-pil.
En el hotel el chaval que atiende se enrolla y nos pone una lavadora. Desde la habitación podemos acceder a un tenderero solo para nosotros. Mientras escribo este post, la ropa está ya colgada, secándose. Tupendo.
Kilómetros totales hasta esta etapa: 619,13.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 10.795.
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3 comentarios
Qué bien lo cuentas, Julen. Creo que mañana llegáis a El Peral, el pueblo que me vio nacer y donde me crié. Espero que lo disfrutéis. Yo tardaré algún día más en llegar. No es bonito pero tiene su encanto.
No os perdáis, la Ermita de la Virgen, el Lavadero, y la Iglesia. Se conserva y espero que por poco tiempo La Plaza del Caudillo, rodeada por las calles Ruiz Jarabo y Carrero Blanco.
El pub, la sociedad o la sidrería para tomar algo. Eso sí sois forasteros y se girarán a observaros cuando entréis, no os lo teméis a mal, va en la condición de forastero. Espero que María del Espino y Gabi os traten como bien merecéis. Siento no estar allí para mostrároslo. Con cualquier duda, una llamadita. Un abrazo grande.
Hoy es el gran día. No importa lo bonito o lo feo, Rai. Tú lo ves desde un lugar que le da otro sentido. Nosotros intentaremos «captar» algo. Ya te contaremos.
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