Tebeos y pipas Facundo

by Julen

Comprábamos las chuches donde Rufina y los tebeos donde Pakomoro. Nuestra infancia pasó entre muchos, muchísimos tebeos. A mi hermana le encantaban. Bueno, a mí también, pero de niños, en casa, quien mostraba de verdad afición lectora era mi hermana. A mí me llegó más tarde. Supongo que de pequeño mi tiempo se lo llevó el balón, el frontón y cualquier cosa que supusiera ejercicio físico. Pero, quizá comparando con otros niños de mi edad, también puedo decir que leía mucho.

Las chuches de Rufina se reducían a una gama muy limitada de productos. Era una tiendecita diminuta, colocada en los bajos de una casa que hoy todavía existe. Nos quedaba relativamente cerca de casa. En el barrio habría otros sitios en los que comprar chucherías, pero nosotros siempre íbamos a la misma tienda. Y el producto estrella que recuerdo de forma casi obsesiva son las pipas Facundo.

El asunto era simple: cada paquete de pipas contenía una bola. La chupabas y si al final aparecía color rojo, tenías premio. La emoción de aquel color rojo intenso actuaba como un imán para volver donde Rufina. Creo que podría contar con los dedos de una mano las veces que nos llevamos premio, pero ya se sabe que el comportamiento también se puede explicar en términos de estímulos y respuestas.

Casi no recuerdo nada de la tienda de Rufina. Mi recuerdo, insisto, son las bolsas de pipas. No era habilidoso comiéndolas y tardaba más que el resto de niños. De hecho, las pelaba con las manos. No sé por qué, pero no fui capaz de adquirir aquella destreza básica de la que presumían los demás y extraer la pipa con una simple presión entre los dientes. Mi torpeza con las actividades manuales siempre me acompañó. Hasta hoy.

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