Una reflexión sobre los trabajos fin de máster

by Julen

Ayer hice una presentación sobre cómo redactar un TFM para las alumnas y alumnos del máster universitario en marketing digital que impartimos en Bilbao Berrikuntza Faktoria. Siempre intento explicarles que es un documento importante porque, de alguna manera, es la huella que deja su paso por la universidad. A no ser que se introduzca cláusula de confidencialidad, los TFMs quedan albergados en el catálogo de la biblioteca de la universidad para que puedan ser consultados por quien acceda a él. De hecho, les animamos a que los consulten y salseen un poco con ellos para que sean conscientes del documento del que estamos hablando.

Entre otras cuestiones les explicamos que en la actualidad no tiene sentido copiar sin citar porque el plagio se detecta al instante. Solo hay que pasar el documento por el software antiplagio que usamos, Turnitin en nuestro caso, y asunto arreglado. Eso no quiere decir que no «copien», sino que lo deben hacer con criterio, citando la fuente y proporcionando un contexto a lo que están insertando en su TFM. Nadie parte de un folio en blanco cuando se embarca en elaborar un documento académico. Así que las citas, los textos copiados, las referencias, todo esto es necesario para asegurar la calidad del producto final.

Antes de mi presentación, la coordinadora del máster, Lore Iñurritegi, les explicaba la forma en que se lleva a cabo todo del proceso del TFM hasta llegar a la defensa delante de un tribunal. Ahí un hito fundamental es la asignación de un tutor o tutora académica. Además, hay una mentoría que se lleva a cabo desde la organización en la que están desarrollando las prácticas. Quienes tutorizamos TFMs vamos acompañando al alumnado en el proceso de elaboración del documento. Damos feedback, sugerimos, corregimos, animamos. Lo lógico en una labor de tutoría.

Pues bien, aquí es donde llega mi reflexión. Si una universidad, la que sea, es capaz de «tragar» TFMs fantasmas, sean plagios o con cualquier otro tipo de irregularidad de por medio, debería ser, por encima del cadáver de quien tutoriza académicamente. Es impensable que un TFM pueda avanzar sin que quienes los tutorizamos le demos nuestra conformidad. Además, si hay dudas, Turnitin dicta sentencia. No hay otra posibilidad. Me parece imposible que un TFM pudiera llegar a recibir el visto bueno de un tribunal sin que se hubiera parado antes el proceso en caso de que no cumpliera los requerimientos mínimos.

Cuando Cristina Cifuentes explicaba que no había correos electrónicos o que no había relación habitual con la universidad estaba diciendo bien claro que esa universidad hacía una dejación flagrante de sus responsabilidades. Por supuesto, quien ha pagado una matrícula en un máster ya sabe sus obligaciones y las reglas del juego. En pleno siglo XXI que cuele un TFM irregular ante un tribunal es para hacérselo mirar. Desde luego que a mí me parece imposible que siga adelante en su proceso de elaboración. Otra cosa puede ser discutir respecto a la calidad y cómo se evalúa en un tribunal: con qué rigor y bajo qué criterios. Pero la fiesta a la que hemos asistido con el juicio a Cifuentes refleja, no puede ser de otra manera, una degradación bestial de la universidad.

Supongo que todo es tan sencillo como lo que hicimos ayer. Por una parte, Lore explicaba todos los aspectos de organización y administrativos en torno al TFM. Por otra parte, yo completaba la sesión con una serie de consejos y orientaciones sobre cómo redactarlo. Los plazos, las exigencias, los formatos, los criterios, todo debe quedar bien claro para que cada cual sepa hasta dónde llegan sus derechos y sus obligaciones. Algo que debería ser lo más normal del mundo. Quiero pensar que se satisface en el 99,9% de los casos. Porque, insisto, el espectáculo de Cifuentes fue bochornoso. Casi más que por ella en sí misma, por la perversión del sistema que lo hacía posible.

Pues eso, que ayer, mientras estábamos en clase explicando lo del plagio y todo el proceso de elaboración del TFM, se me iba la cabeza a Cifuentes y pensaba que sí, que la realidad supera a la ficción. Claro que el simple hecho de que sigan abiertos sitios como apruebatodo.com me supera. Ya escribí de ello en su día.

Imagen de Peter Fischer en Pixabay.

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