Las manos

by Julen

Tranquilas, a la espera. Sin prisa, las manos descansan. Las mira y cree ver en ellas vida ajena. Las imagina fuera de su cuerpo. Una especie de prótesis capaz de entenderse con su sistema nervioso, pero sin formar parte de su fisiología. Imagina unas manos que se deslizan despacio para indicar una dirección. No sabe muy bien si fiarse porque no entiende por qué señalan hacia allá. ¿Qué pretenden esas manos que se han independizado?

No, es imposible. Ve sus brazos y ve sus manos. No ve solución de discontinuidad. Todo parece en orden. ¿Por qué entonces esa sensación de que esas manos ya no le pertenecen? Las mira de nuevo e intenta descubrir algún detalle que se le haya pasado por alto. Observa los dedos, las venas que aparecen aquí y allá, las uñas. Observa los movimientos. ¿Por qué se extraña?

La mano vuelve a señalar hacia el fondo de la habitación. Juraría que señala y luego espera. Como si fuera una invitación a moverse en esa dirección. Se fija que es solo una de las dos; la otra parece ajena al juego. Quizá se hayan enfadado entre ellas. ¿Puede una mano enfadarse con la otra? No parece lógico. Siempre han vivido de su coordinación mutua. Aunque puedan moverse de forma diferente, la una siempre sabe lo que pretende la otra.

Cierra los ojos por un momento. Está cansada, el día ha sido movido. Demasiada información que digerir para su limitada capacidad de atender. Por eso ahora, a última hora de la tarde, no entiende por qué esta historia de las manos. ¿A qué viene? Al fondo de la habitación la puerta sigue cerrada. Arriba el típico cartel verde indica «Salida». Pero nunca se atrevió a dar el paso. Ni ella ni sus manos.

Imagen de Tep Ro en Pixabay.

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