Las personas caminamos hacia la irrelevancia en este modelo productivo

by Julen

A principios de este año 2020 escribí un artículo que titulé Para las organizaciones exponenciales las personas somos cada vez más irrelevantes. Ayer leía en eldiario.es una entrevista a Santiago Niño-Becerra a cuenta de su último libro, Capitalismo 1679-2065. La realizaba Rodrigo Ponce León. Por cierto, con unas cuantas faltas de ortografía, dicho sea de paso. Hay que cuidar un poco más la edición, señoras y señores de eldiario.es. En cualquier caso, bastante jugosa por las vueltas que da precisamente al argumento del que hablaba al principio: caminamos hacia la irrelevancia. No es nuevo este punto de vista. Richard Sennett en La corrosión del carácter ya escribió a este respecto:

«¿Quién me necesita?» es una cuestión de carácter que sufre un cambio radical en el capitalismo moderno. El sistema irradia indiferencia.

El razonamiento es muy simple: en este loca carrera de las empresas hacia la productividad máxima –porque la presión competitiva que así lo exige– cada vez hay más tareas en las que las máquinas nos aventajan a los humanos. Los avances de la inteligencia artificial y de la robótica ponen en cuestión que los humanos seamos lo más conveniente para continuar el camino de más y más productividad. Así pues, el capitalismo global en que vivimos no necesita ya personas. De ahí nuestra irrelevancia.

La tendencia es evidente. Cada vez hacen falta menos personas para sacar adelante las exigencias de producción de bienes y servicios. Con cada fusión de bancos, con cada paso hacia la industria 4.0, con cada nuevo algoritmo basado en el análisis masivo de datos; con cada una de estas realidades, las personas pasamos a ocupar el vagón de segunda. ¿Hay algo en el horizonte que permita ver un cambio de tendencia? Parece que, de momento, no. Así que una consecuencia lógica es prever un cambio de modelo global.

Lo que escribe Niño-Becerra es, más o menos, lo que desde hace muchos años argumenta Sennett. El «capitalismo sin empleo» es una fase final con un grado de radicalidad considerable. Siempre parece que se pudiera echar mano del argumento de que alguien tendrá que programar para que los algoritmos decidan. Sin embargo, el progreso de las técnicas de deep learning cambia las reglas. Los robots, asistidos por una inteligencia capaz de adaptarse al contexto, deciden por sí mismos. Y no importa que deban hacerlo en entornos cambiantes. Ellos están ahí para analizar variables y tomar decisiones. El vehículo autónomo está para eso.

Nuestra irrelevancia, eso sí, tiene que ver con la actividad laboral. El trabajo hasta la fecha suponía un gran eje estructurador de nuestras vidas. Pero me temo que cada vez lo va a ser menos. El trabajo era eso que hacía falta que los humanos hiciéramos para sacar nuestras vidas adelante. Niño-Becerra dice, con cierta sorna, que nuestro futuro será bien distinto.

Mientras, el ciudadano se tendrá que conformar con un «trinomio social: renta básica, marihuana y ocio casi gratis para asegurar la subsistencia de quienes no sean necesarios» porque están totalmente controlados -«las revoluciones ya no están de moda»- con la tecnología, que ha terminado de hundir al factor trabajo y dejar a millones de personas no en el paro, sino simplemente en excedente.

¿Cómo será el mundo en 2065? Yo tendría 101 años y no tengo muy claro que esté para contarlo. Elucubrar es un ejercicio que da juego cuando ves la explosión tecnológica actual. Eso sí, la cura de humildad a la que nos está sometiendo la covid19 es de las que hacen época. De momento, con perdón, vaya mierda de algoritmos que no son capaces de avisar de que un tipo allá en China o donde sea mantiene la tradición de zamparse un bicho en no se sabe qué condiciones higiénicas y que eso es un factor de enorme riesgo para la gente de Fuenlabrada. Tienen que mejorar mucho los algoritmos, ¿verdad? A lo mejor no son tan listos.

Imagen de Comfreak en Pixabay.

Artículos relacionados

3 comentarios

antonio angel perez ballester 07/10/2020 - 17:47

Leía la entrada y me iba preparando para contestarte,pero tu párrafo final abordó lo que llevo rumiando toda esta pandemia.
La IA ni ha estado ni se las espera, y ya han pasado 7 meses, contando solo desde marzo ¿Qué sabemos? muy poco. Teóricamente los científicos debían haber cruzado todos los datos y variables para saber que es lo que mejor funciona para preservarnos del contagio y que ha funcionado mejor en cada paìs. Ni se sabe. Cuando leí el libro de Oppenheimer sobre el no-futuro del trabajo en la era de la digitalización, me pareció un exceso y comparé augurios sobre este tema lanzados hace dos décadas y que deberían haberse cumplido a partir de 2020 y ho ha ocurrido ni de lejos. Todo va mucho más lento de lo que pensábamos (Yuval Noah incluido). Nadie sabe nada. Como decías » Tienen que mejorar mucho los algoritmos, ¿verdad? A lo mejor no son tan listos».

Responder
Julen 15/10/2020 - 06:48

Tenía pendiente contestar tu comentario, Antonio Ángel. Disculpa. Vivimos en tiempos paradójicos, nos venden «la luna» y luego nuestra naturaleza humana nos aterriza con una pandemia como no habíamos conocido (en nuestra generación) hasta ahora. Yo saco una conclusión: más humildad no nos vendría nada mal.

Responder
Cuando el jefe es el algoritmo: por fin, el no-trabajo – Consultoría artesana en red 27/10/2020 - 05:56

[…] en términos buenistas. El camino conduce inexorablemente a un cambio radical de la escena. Las personas caminamos hacia la irrelevancia en este modelo productivo. Lo escribía hace unos días y a cada instante que pasa me parece que vamos a asistir a un cambio […]

Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.