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Chief Freelance Officer, reinterpretación crítica de la teoría del donut de Charles Handy – Consultoría artesana en red

Chief Freelance Officer, reinterpretación crítica de la teoría del donut de Charles Handy

by Julen

Ayer, como ya anticipé hace unos días, estuvimos charlando –muy a gusto, por cierto– en un webinar que había organizado HUHEZI en torno a su Diploma de Especialización en Gestión del Aprendizaje en las Organizaciones y que gira en torno a esa nueva función que parece tan necesaria en las organizaciones contemporáneas: CLO (Chief Learning Officer). Lo pasé bien. Hacía mucho que no coincidía con Iñigo Larrea. Fue interesante escucharle desde su responsabilidad en los servicios centrales de la Coporación MONDRAGON en torno al talento. Onintza Belategi hizo el encuentro muy agradable y condujo la reflexión por terrenos que hoy en día pienso, de verdad, que son apasionantes. En este post me quiero detener en un aspecto que surgió durante la conversación: la gestión del talento de dentro pero también del externo. Vamos a ver si nos explicamos. Recurriremos al bueno de Charles Handy, uno de esos tipos a los que uno le fue cogiendo cariño libro a libro. Y sí, puede que este artículo sea un poco destroyer. Perdón anticipado por el pesimismo.

Iñigo comentó en una de sus intervencias no ya la figura del Chief Learning Officer, sino la del Chief Freelance Officer (podéis leer este artículo de Matthew Knight en Medium para entender bien la propuesta). Todo tiene que ver con la recomposición de la fuerza de trabajo a la que están abocando los nuevos modelos de negocio. El crecimiento de la cifra de personas que no trabajan a sueldo y no viven, por tanto, bajo el paraguas de una organización empleadora parece constante en los últimos años. Una simple búsqueda en Google os puede aportar unas cuantas referencias al respecto. Además, la pandemia parece haber incluso acelerado el proceso, al menos si miramos a los datos que proceden de América.

A nadie se le debe escapar que este fenómeno puede acarrear una precarización aún mayor. Sí, el precariado, tal como lo denomina Guy Standing, avanza en una especia de ley de la selva donde hay que sobrevivir como se pueda. Si el modelo de cobertura social que proporcionaban las organizaciones y el estado salta por los aires, ahora toca buscarse la vida y asumir una responsabilidad con la persona que cada cual es también en el terreno laboral. Ahí fuera parece conformarse un ejército de gente que se ofrece para ser contratada proyecto a proyecto. Nada que tenga que ver con un contrato a largo plazo. Eso es cosa del pasado.

Hace muchos años se me quedó grabada una imagen en la retina. Es solo un ejemplo, sucedió en Murcia, pero podría haber pasado en muchos otros lugares. Había quedado yo con unos amigos en Totana para hacer una ruta en bici de monte. Llegaba con el coche a primera hora de la mañana y me encontré en una rotonda a la entrada del pueblo con un ejército de migrantes que ofecían su mano de obra para que alguien los recogiera y les proporcionara el trabajo y el jornal para pasar un día más. Hoy se me ocurre que puedo pensar que aquel espectáculo se ha trasladado a un mercado global. El ejército de freelances se ofrece, normalmente a través de Internet, para que su fuerza de trabajo sea alquilada durante un determinado periodo de tiempo. A ello contribuye, por supuesto, la gig economy.

Charles Handy en The Empty Raincoat describió su principio del donut. Allí en el centro dibuja las exigencias concretas del puesto de trabajo y a su alrededor añadía, en cambio, todo un potencial de flexibilidad y sobrecapacitación que las personas podían desplegar. El centro del círculo era trabajo, del de toda la vida; ese que hasta ahora entendíamos que era un empleo, una relación contractual entre dos partes que partía del supuesto de que necesitaríamos personas de manera permanente para sacar adelante lo que el puesto de trabajo nos exigía. Pero Handy decía que había que ir más allá. Buenas intenciones.

Yo cuando pienso en donut y miro lo que hay en el centro, creo verlo claro: en el centro del donut no hay nada. Es lo que hace ya muchos años denominé la «organización hueca«. Hay quien lo ha denominado capitalismo sin empleo. ¿De qué va todo esto? De que en las organizaciones contemporáneas, esas que quieren ser exponenciales y compiten en la jungla del crecimiento y la hierpcompetitividad (sí, se supone que todas), pudiera estar ocurriendo que prefieren que ahí, en centro de su organización, no haya persona alguna. Claro, una exageración. Siempre habrá gente. Bart Simpson, no obstante, te diría que te multipliques por cero.

Lo llaman flexibilidad y entonces, claro, por supuesto que necesitamos la figura de Chief Freelance Officer. Alguien tiene que coger el jeep y pasarse a recoger a los jornaleros que esperan en la rotonda. Tiene que mirar lo que ofrecen y elegir entre el ganado cuál es el especimen que ofrece mejores prestaciones al menor precio posible. Son las leyes de la contratación. Lo hace la Administración Pública; cómo no vamos a hacerlo nosotros. Se trata de la oferta más barata. No somos tontos.

La reflexión –para no ser tan cenizo– se puede plantear desde otra perspectiva. Siempre vamos a trabajar con gente de dentro y gente de fuera. Yo soy un claro ejemplo. Desde 2003 colaboro como profesor asociado con Enpresagintza, la Facultad de Empresariales de Mondragon Unibertsitatea. Yo soy de los que está en la rotonda a la entrada de Totana. Allí agitando mis redes sociales para que el mundo sepa que estoy disponible. Sí, dije que yo no era freelance, que era artesano. Y que había que hacer renuncias. Me lo creí a pies juntillas y menos mal que luego Sennett llegó al rescate y proporcionó un sustento académico a lo que había decidido en 2003. Pero, ¿acaso no era todo eso una simple elaboración cosmética y en realidad me había autoasignado la función de moderno jornalero digital? ¿No era el mismo perro con distinto collar?

Supongo que la situación de cada cual tiene que ver con lo que puede ofrecer. La formación, el reciclaje continuo, la curiosidad intelectual, el inconformismo… todo eso tiene que viajar con la persona que eres. El mercado de trabajo y el mercado del empleo (¿ya nunca serán lo mismo?) han saltado por los aires. Las empresas son artefactos que se han vuelto extraños y paradójicos, con artefactos en los que hemos perdido buena parte de nuestra confianza. Demasiado tiempo soportando una asimetría de poder. Las conquistas de derechos laborales ha habido que pelearlas. Nuestros mayores lo hicieron. ¿Nosotros hemos perdido esa batalla? ¿Nos ha ganado la mano el capitalismo emocional? ¿Nos han robotizado sin que lo supiéramos? ¿O lo sabíamos y, además, estábamos tan a gustito?

Insisto que a lo mejor es una versión muy destroyer. Prefiero terminar con una ¿estúpida? fe en que las organizaciones nos necesitan. Las empresas no pueden multiplicar por cero a sus personas. Pero corren tiempos duros. Las crisis polarizan. O ganas o pierdes. Nos venden humo: ya no estamos bajo el control de las empresas. Ahora es mejor que seamos freelances. Y ahí emerge esa figura, que debe gestionar esta moderna mano de obra. Menos mal que es viernes.

Imagen de Alice Barcellos en Pixabay.

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1 comentario

Lealtad y compromiso de las personas, descansen en paz – Consultoría artesana en red 09/12/2020 - 05:55

[…] eso, las modas avanzan que es una barbaridad. Desde el flamente puesto de Chief Freelance Officer, tu trabajo (bueno, llámalo como quieras) consistirá en la captación de talento efímero. El […]

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