Gig economy + digital = ¿La nueva taylorización del siglo XXI?

by Julen

La semana pasada Albert Cañigueral compartía un informe que no pude sino devorar nada más conocerlo. Se trata de El mercado laboral digital a debate. Plataformas, Trabajadores, Derechos y WorkerTech. Está publicado bajo licencia Creative Commons CC-by-sa y cuenta con el apoyo de OuiShare y de Malt. Se ha llevado a cabo en el marco de la convocatoria 2017 del Programa de Innovación Abierta (PIA) de la Fundación Cotec. En las conclusiones del informe se puede leer:

Nadie pone en duda que el mundo del empleo está cambiando. Las plataformas laborales atomizan el mercado de trabajo y las nuevas tecnologías automatizan buena parte de los puestos y tareas. Nos encontramos por tanto ante un ecosistema de trabajo desconocido. Somos pioneros, somos exploradores. No hay precedentes, no hay referencias.
“Hemos entrado en tiempos postnormales, un interregno donde las antiguas ortodoxias están muriendo y las nuevas no acaban de emerger, nada parece tener sentido”, escribe Ziauddin Sardar. “Para tener alguna noción de un futuro viable, debemos comprender el significado de este período de transición que se caracteriza por tres ces: complejidad, caos y contradicciones”.

Complejidad, caos y contradicciones. Un buen corolario, no cabe duda, de lo que desgrana el informe. Mientras, por cierto, en Valencia se ha dictado la mayor sentencia colectiva contra Deliveroo, que considera a 97 ‘riders’ empleados y no autónomos (los argumentos de la jueza son muy interesantes). Y en este panorama hay quien afirma, como Guy Standing, que el precariado es una clase social muy radical, la única que quiere ser lo suficientemente fuerte para abolirse a sí misma. Pero esta es una forma de ver la botella casi vacía y no seríamos justos si no fuéramos capaces de observar todo este terremoto desde otros puntos de vista. No quisiera que se derivara del comienzo de este artículo una negación a la mayor. Aunque, eso sí, mi postura, ya lo adelanto, es muy crítica con esta plataformización digital del trabajo, si se me permite la expresión. Si quieres ver el lado positivo, no pasa nada, también puedes leerte La digitalización no es una máquina de precarización masiva. Ya ves que hay para todos los gustos: complejidad, caos y contradicciones.

En primero de parvulitos nos explicaron que la digitalización favorecería la desintermediación. Bueno, y también diversas y variadas reintermediaciones. O sea, un pequeño gran lío. Recordad aquello de que esto se convertía en un bazar. Nada de catedrales planificadas y trabajo ordenado. Internet y la explosión de tecnologías hace saltar todo por los aires. Esto incluye, claro está, el concepto mismo de trabajo, de salario, de relación contractual, de sindicación. Todo salta por los aires. O puede estar a punto de saltar. Porque tampoco vamos a exagerar. Tal como afirma Albert en varias ocasiones a lo largo del informe, estamos hablando de plataformas laborales digitales a través de las cuales fluye entre un 1% y un 3% del trabajo actual. Tampoco nos vamos a volver locos, aunque haya señales de que va a más y no precisamente despacio. Hago un inciso para presentarme por si no me conocéis.

A mis actuales 54 años hace ya 16 que decidí no trabajar de manera «convencional». Aquello fue en 2003. Por aquel entonces había trabajado como socio en dos cooperativas de MONDRAGON: LKS y Maier. Fueron 12 años de relación estable y tradicional. ¿Qué pasó? Supongo que no estaba del todo a gusto. Busqué una alternativa: decidí hacerme «consultor artesano». Llegué a un acuerdo con lo que hoy es Enpresagintza, la Facultad de Empresariales de Mondragon Unibertsitatea y pacté unas horas de dedicación por curso académico. Así trabajo desde entonces en docencia, investigación y proyectos. La otra parte de mi dedicación, también desde 2003, es la que desarrollo a través de mi propio proyecto: Consultoría Artesana en Red. Vale: yo y mis circunstancias, pero rodeado de REDCA, la red de Consultoría Artesana en la que colaboro con otras compañeras y compañeros de profesión. Sí, escribo en este blog desde 2005 y en otro a cuenta de mi doctorado. Me tengo por tecnófilo crítico y creo que soy usuario más o menos intensivo de las tecnologías.

Cuento lo anterior porque soy un tipo condicionado por su experiencia profesional y sus lecturas. Reconozco que Richard Sennett y sus críticas al nuevo capitalismo forman parte de mi ADN. Como pueden serlo también otras lecturas procedentes de Hannah Arendt, Boltansky y Chiapello, Bauman, Lipovetsky, Rifkin, Byung-Chul Han, Naomi Klein o Hardt y Negri. U otras más recientes, ya con la tecnología de por medio, como Castells, Nicholas Carr, Lanier, Morozov o Wacjman. Por otra parte, mi formación cooperativa y en economía social me conduce a asignar una importancia considerable al trabajo. En el anexo B del informe de Albert se hace alusión a que «más allá de generar ingresos, el trabajo tiene una función social muy importante para la ciudadanía aportando cohesión social, estabilidad emocional, sentimiento de pertenencia y de propósito vital, etc.». Si nos vamos a Laloux y su sentido de plenitud en el trabajo lo entenderemos mejor.

Disculpad tanto sermón de autoras y autores. Pero en algún lado tenemos que anclar nuestras convicciones. Así pues: ¿qué concepción del trabajo está detrás de estas plataformas digitales laborales que, en principio, están «pensadas para intermediar de manera eficiente entre la oferta y la demanda de talento para cualquier tipo de trabajo»? El volumen y la escala de intercambios y servicios, es evidente, puede crecer exponencialmente en ellas. Pero, ¿qué sentido del trabajo hay detrás? Para mí, en gran parte, es una retaylorización brutal. Si la llamada gig economy ya fragmenta el trabajo en pedazos, lo digital la atomiza hasta límites extremos. Y sí, como también indica el informe, hay «escalas» y conviene aplicar taxonomías porque no todo cabe en el mismo cajón, tal como muestra la imagen que acompaña a este artículo y que está extraída del informe.

WorkerTech es como se conoce la oferta de servicios digitales que aprovechan el poder y la comodidad de la tecnología para ofrecer a los trabajadores independientes y flexibles beneficios personalizados a la vez que les facilitan el acceso a sistemas de protección y la defensa de sus derechos. Esta es la forma buenista en que se define el nuevo escenario. «Trabajadores independientes y flexibles». No sé hasta qué punto se puede hablar de «trabajadores independientes»; si acaso quizá mejor usar eso de «interdependientes» porque todo parece estar conectado. La flexibilidad, por otra parte, es un axioma de los tiempos modernos del capitalismo global, pero, como siempre, llevada a un extremo destroza la vida de cualquiera.

En gran parte la pelea acontece entre un mundo distribuido (la promesa de blockchain) y otro recentralizado. Las plataformas laborales digitales parecen jugar a dos manos pero en muchos casos acaban en el lado del negocio puro y duro y eso supone una brutal asimetría en la gestión de la información. Tus datos, como proveedor de servicios, son mi materia prima para hacer negocio. Nada de distribuir poder en base a esos datos. Mi negocio son tus datos. Más de lo mismo: información es poder. Algo viejuno, ¿verdad?

Por otra parte, las trompetas mediáticas tocan siempre la misma canción: el taxi es lo viejo, Uber o Cabify son lo nuevo; el hotel es la economía tradicional, Airbnb es la alternativa cool. Ya, ¿una excesiva simplificación? Además, casi siempre los nuevos modelos vienen de la mano de jóvenes hombres de negocios de raza blanca que se convierten en referencia del éxito. Emprende, digitaliza, leña a la disrupción, el mundo está ahí delante y hay que comérselo. Los derechos colectivos quedan relegados en un cajón olvidado. El mundo ha virado y las plataformas laborales digitales son lo cool.

En fin, el informe que comentamos aquí merece la pena. Te diría que lo leyeras porque sirve para tomar conciencia: las cosas con como son. Estamos en 2019. Vale, es todavía incipiente, pero las hordas de chicas y chicos que saben que sus progenitores ganaban más dinero que ellos van directos al sumidero digital. Sus primeras experiencias los abocan a una fragmentación extrema del trabajo: minijobs o como quieras denominarlos. Y no lo olvides, estas plataformas en muchos casos suponen la caída de los precios y la reimplantación de sistemas estajanovistas. Eso sí, el cartel con luces de neón dice: «Trabaja cuanto quieras, trabaja cuando puedas, tú decides: eres libre«. Prueba a no serlo, a ver qué pasa.

La construcción de la persona que cada cual es a través del trabajo se hace más difícil. ¿O debería de decir que se hace «diferente» sin más? Porque, claro, yo lo veo desde mis valores y mis 54 años. Y eso vaya si me condiciona. Las plataformas laborales digitales están aquí y los poderes nos dicen claramente qué necesitan para que la rueda siga girando. En la página 23 del informe lo encontramos. Quién si no, el World Economic Forum, como ejemplo de órgano elegido democráticamente, nos avisa. Esto es lo que dice su fundador, Klaus Schwab:

Ni la tecnología ni la disrupción que la acompaña es una fuerza exógena sobre la cual los humanos no tienen control. Todos nosotros somos responsables de guiar su evolución […] debemos aprovechar la oportunidad y el poder que tenemos para dar forma a la Cuarta Revolución Industrial y dirigirla hacia un futuro que refleje nuestros objetivos y valores comunes.

Hay que construir un relato positivo en torno a todos estos nuevos constructos. En fin, quizá sigo siendo demasiado cenizo, ¿verdad? Insisto, el informe es muy interesante. Abre muchas puertas y espero que tenga algún tipo de continuidad. Por lo que a mí respecta intentaré empaparme más del cooperativismo de plataforma y también espero colocarme más y mejor las gafas de género para entender todo este torrente de nuevos modelos de trabajo.

El informe concluye así:

Para cerrar este documento, reiterar que frente al progreso tecnológico lo importante a recordar es que tenemos una opción. La tecnología en general y las plataformas digitales en concreto no son dioses binarios que ejercen un poder absoluto sobre nosotros. Como escribe Tim O’Reilly, autor de WTF: What’s The Future and why it’s up to us: “El curso de las cosas no es inevitable, nosotros damos forma al futuro. Hemos construido estas nuevas herramientas y es nuestra
responsabilidad y nuestro deber usarlas correctamente”.

Venga, vamos a terminar con la botella medio llena, ¿vale? 😉

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9 comentarios

José Luis Vilar 02/07/2019 - 10:49

Muy interesante, ya me he bajado el informe para leerlo esta tarde.
Gracias por el aporte!

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Julen 02/07/2019 - 15:05

Espero que sea provechoso 😉

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Javier 31/10/2020 - 14:12

Muy Interesante, tengo el gusto de conocer a Albert.
La pregunta es: ha cambiado este escenario durante y porst COVID? Se aceleró?

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Julen 02/11/2020 - 18:35

Quizá más que acelerar (que algo en ese sentido hay) lo ha complicado porque cuando aparece un elemento tan imprevisible y con tantas repercusiones, creo que obliga a utilizar otros esquemas mentales. En cualquier caso, es evidente que, por ejemplo, la digitalización, en sentido general, ha explotado.

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