Leía hace unos días un artículo publicado por McKinsey sobre las condiciones para tener éxito en la transformación digital. No es que encontrara en él grandes novedades pero de nuevo, en un momento dado del artículo, aparecía el concepto: «the successful new businesses have a majority of externally hired people but also 20 to 40 percent of staff from the incumbent organization». Da la sensación que la generación de baby boomers y la generación X arrastramos una patología que impediría que los negocios actuales fueran competitivos. No es otra que la de pensar que se necesitan personas comprometidas. Ahora, sin embargo, se le ha dado la vuelta a la tortilla: mejor si buscas ahí fuera y no te dedicas a querer construir un proyecto colectivo anclado en el compromiso de las personas que lo componéis.
Sí, parecería que ahí fuera, en el nuevo universo de freelances, gig workers e inconformistas, muchas veces agrupados en frágiles startups, radica la clave. Es ahí donde hay que pescar talento para usarlo durante un determinado periodo de tiempo –solo aquel que sea estrictamente necesario–, conseguir los resultados y luego a otra cosa, mariposa. Se trata de golpear rápido, mejor a la contra, y escabullirse luego a la mayor velocidad que te sea posible. Son negocios efímeros, es el pop-up business. Sirve para un impacto concreto, suficiente en los tiempos que corren y evitando cualquier riesgo de estructuralización.
Si nos ponemos tiquismiquis, podríamos pensar que son empleadas y empleados de un solo uso. Están para lo que están y ahí no tiene sentido alguno querer construir lealtades y compromisos de largo plazo. El mundo se organiza en torno a lo inmediato. Así pues, para ser coherente con el mundo que entre todos hemos construido, sobran aquellos valores de todos a una y haciendo piña. Cuenta más el arrojo y el ensayo-error que el discurso compartido para construir un proyecto común con el que nos identifiquemos.
Si acaso el marketing lo hace bien, podríamos construir una especie de compromiso con la marca. Trabajada desde las interioridades de la economía conductual y las neurociencias, la fuerza de trabajo actual podría caer en las redes de un intangible a veces realmente poderoso: la marca. En un ejercicio de que el movimiento se demuestra andando este ejército laboral de nuevo cuño parecería movilizado por extrañas soflamas dirigidas hacia algún lugar de su sistema uno (Kahneman dixit). El mejor de las talentos parece también caer por este sumidero, qué cosas.
El discurso tradicional del compromiso hoy se ha reinventado con la publicidad moderna: ahora se trata de engagement y de experiencia de persona empleada. Pero no conviene engañarse. El objetivo nada tiene que ver con un lazo profundo para el presente y el futuro. Solo se trata de ganarle al vecino para que consideres que merece la pena dedicarnos unas horas. Ya verás qué bien lo vas a pasar aquí. ¿Condiciones laborales? No seas carcamal; no se trata de eso. Se trata de tu felicidad, de que sientas que te sube la adrenalina.
Pues eso, las modas avanzan que es una barbaridad. Desde el flamente puesto de Chief Freelance Officer, tu trabajo (bueno, llámalo como quieras) consistirá en la captación de talento efímero. El objetivo: como quieras, pero éxito a corto plazo, que no están los tiempos para esperar largos procesos de acogida al nuevo personal. La puerta de entrada y la de salida quedan cada vez más cerca. Si es que «puerta de entrada» tiene sentido, claro. En fin, lealtad y compromiso de las personas, descansen en paz. Ya lo leí alguna vez por ahí: si quieres lealtad, cómprate un perro.
Imagen de Albrecht Fietz en Pixabay.