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La universidad: ¿somos causa o consecuencia? – Consultoría artesana en red

La universidad: ¿somos causa o consecuencia?

by Julen

Hace unos días escribía sobre el nivel de exigencia en la universidad. En los comentarios a ese post cruzaba conversación con Alberto Merino, de LKS, y con Deiane Medinabeitia, de Erreka Group, en torno a si la universidad que tenemos montada hoy es más causa o consecuencia del contexto social en que se inscribe. Me parece un tema fascinante porque la incuestionable orientación al mercado que exige el guion para salir adelante y ser rentable puede acabar sepultando la aportación real que deberíamos hacer: si nos plegamos a lo que demanda el mercado, ¿transformamos la sociedad y contribuimos a un progreso global o somos simplemente el instrumento para afianzar un modelo que nos viene impuesto?

En el caso de Enpresagintza, mi facultad, tengo claro que se pretende desarrollar un vínculo potente con el tejido empresarial, más allá incluso de la natural conexión con la Corporación MONDRAGON. La estrategia pivota, como no puede ser de otra manera, por proporcionar una experiencia educativa potente al alumnado y también, claro está, por construir una empleabilidad referente en el mercado. Nos miden por criterios académicos (docentes y de resultados de investigación) y también por el éxito laboral de quienes llevan a cabo sus estudios con nosotros.

La empresa juega su papel y exige perfiles adecuados a sus necesidades. Necesitan competencias profesionales. ¿No personas? Siempre he tenido esta duda. Los perfiles de hoy quizá no sean tan útiles mañana. Así que insistimos en dibujar lo que hoy en día llamamos el aprendizaje para toda la vida, una estrategia que debería calar lo suficiente en nuestro alumnado como para que se den cuenta de que la etapa universitaria es solo una estación en su viaje hacia el futuro. Si miro para dentro en Mondragon Unibertsitatea encuento Mendeberri 2025, nuestro modelo educativo. Ya escribí de él hace algo más de un año en este mismo blog. Las intenciones están ahí. Queremos que quien estudia aquí consiga:

  • Ser ciudadano o ciudadana del mundo
  • Ser persona cooperativa
  • Ser persona comunicadora y facilitadora de la comunicación
  • Ser aprendiz activo
  • Ser aprendiz flexible
  • Tener identidad y objetivos personales

Es importante tener principios, escribirlos, divulgarlos y confrontarlos con quienes se matriculan. El mundo sigue rodando y las prioridades, generación a generación, van mutando. ¿Hasta dónde mantener una referencia constante y hasta dónde pivotar el modelo según lo que acontece ahí fuera? La realidad es la que es y creo que la universidad (al menos la que yo conozco de primera mano) viaja en un tren de competitividad global en el que las leyes de mercado son las que mandan. Seguimos contando con el monopolio de la certificación académica. A pesar de la educación expandida y de la inmensa oferta de cursos al margen de la oferta formal de la universidad, seguimos diciéndote que necesitas un título para labrarte tu futuro. El título cuenta y de ahí no hay quien nos saque. Sí, la cultura del esfuerzo en tiempos de Cifuentes ha caído por un sumidero.

¿Qué decir, además, del cientifismo que rodea la publicación académica? Los rankings terminan, en gran parte, por pervertir la producción científica. Conocida la vara de medir, hay que formar parte de la loca carrera por colocar papers en revistas de impacto. Esa es la ley de mercado. O estás ahí o no vale. Las editoriales continúan con su negocio de toda la vida y hay que plegarse a su dictadura. Sí, claro, hay otras maneras de publicar y de compartir conocimiento, pero lo que importa es lo que importa. El mercado, otra vez, juega y gana. Prueba a no publicar ahí y vete despidiéndote. El ranking covertido en rankismo del peor. Y mientras tanto, los fondos de inversión van afilando el cuchillo. Business is business.

Aunque quiera ver a la universidad como causa, creo que me siento bastante pesimista. Veo una universidad más adaptativa y en sintonía con las tendencias. ¿Provocamos las tendencias? No sé muy bien cómo se manejan los hilos de lo que importa y lo que no. Ya leí hace mucho tiempo Comunicación y poder, de Manuel Castells, y tengo mi opinión conformada. Quisiera verme como causa, pero no llego a tanto. Veo demanda (madres y padres, empresas, instituciones públicas) que aprieta y exige un modelo. Sí, le explicaremos que lo nuestro es Mendeberri 2025. Pero la locomotora socioeconómica hace tiempo que circula a tal velocidad y con semejante inercia que no queda sino intentar montar en marcha. ¿Quién conduce? Me temo que nos han vendido la moto de la conducción autónoma. En esta bonita paradoja hemos caído: no hay nadie allá en el puesto de conducción.

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1 comentario

La paradoja de innovar en la industria creativa y cultural: sistemática e improvisación – Consultoría artesana en red 01/07/2020 - 06:22

[…] es la inacción. Hay que reconocer, no obstante, que es fácil perder el norte y seguir al mercado (lo hablábamos ayer a cuenta de la universidad). Se necesita convicción y se necesita pivotar. Ya veis, de nuevo estamos ante la eterna paradoja. […]

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