Los niveles de exigencia en la universidad

by Julen

Este pasado lunes me encontré con una conversación de esas que te hace pararte a pensar sobre tu trabajo y el contexto que lo rodea. Tenía que ver –entre otras cosas, porque se abrió más de una caja de los truenos– con el nivel de exigencia que hoy en día tenemos en la educación y muy especialmente en la universidad. Todo esto sucedía en el grupo de WhatsApp de Aprendices, un colectivo en el que hay un nutrido grupo de docentes, tanto de la universidad como de otros niveles educativos. Todo comenzó con este vídeo que comparto aquí.

 

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Palabras por un cambio real en la educación.

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La cuestión de fondo es un mantra que se repite: las dudas sobre el nivel de motivación del profesorado, la forma en que llevamos a cabo la actividad docente, la valoración social que tiene la profesión o, como indica el título de este artículo, hasta dónde somos de verdad exigentes con el alumnado. Y sí, reconozco que me entran muchas dudas y un sentimiento ambivalente: veo el vaso medio vacío o medio lleno, según el momento y el punto de vista.

En primer lugar, es evidente que el contexto social, la cultura en la que vivimos, condiciona lo que hacemos en las aulas (mejor sería pensar al revés y sentirnos capaces de crear nuevos contextos desde la educación). A mis 55 años provengo de una generación, la del baby boom, que llegó a las aulas de la universidad en un entorno masificado. Teníamos que estudiar lo que no habían estudiado nuestras madres y padres. Su ilusión era que tuviéramos un futuro mejor. Ellos habían conocido la postguerra, nosotros no. Nosotros habíamos desembocado en un mundo que progresaba y en el que el mensaje básico seguía siendo: esfuérzate y lo conseguirás. Con claroscuros, pero ese era el mensaje de fondo.

Llegó la generación X, luego los millenials y ahora ya está aquí la generación Z. Cambian los valores y se construyen nuevos imaginarios colectivos. ¿Qué ha sucedido con el nivel de exigencia? Desde luego, no es el que era. Hemos vendido el mensaje de la experiencia educativa, de pasarlo bien dentro de las aulas. Unas aulas que pierden peso en el conjunto porque la educación expandida sucede en muchos otros ámbitos de la vida de nuestras chicas y chicos. Aprenden de los tutoriales de YouTube, de sus videojuegos y de sus redes sociales. Y luego, la educación formal sigue ahí porque tenemos el monopolio de la certificación. De momento. Si quieren un título, que pasen por aquí.

¿Somos menos exigentes que antes? Sí, creo que la respuesta no ofrece lugar a dudas. Somos menos exigentes. Pongo el caso concreto de los textos que leo en trabajos fin de máster y proyectos fin de grado. ¿Ese es el nivel que debemos exigir a una persona con formación universitaria? En muchos casos no deberíamos mirar para otro lado y pensar que el fondo compensa la forma porque tampoco es tan cierto. Sin embargo, al mismo tiempo que digo esto, veo chicas y chicos que son capaces de manejar otras variables (tecnología, por ejemplo) de una manera probablemente más capaz de lo que yo lo soy. Con matices, desde luego.

¿Me quedo más con el vaso medio vacío? Sí, no puedo decir que lo que hemos construido sea una cultura de esfuerzo porque no lo es en absoluto. ¿Hemos bajo el listón? Sí, lo hemos bajado. Supongo que intervienen muchos factores, unos propios del sistema universitario y otros que proceden de la sociedad en la que vivimos, como decía antes. Nuestro alumnado, me temo, no siente la necesidad de aprender dentro del sistema formal. Y este siempre fue el mejor predictor éxito: si sientes que lo necesitas, vas a por ello. Cuando digo que no sienten la necesidad soy consciente de que generalizo, lo sé. Pero puede definir una tendencia actual: por todas partes se vende la idea de que puedes aprender de mil formas. Casi todas más amables y divertidas de lo que te ofrece la universidad.

Quizá por eso hemos tenido que construir modelos cool repletos de guiños a una intensa experiencia personal en la que, no te quepa la menor duda, te ofrecemos la posibilidad de que lo pases bien. Sí, debería escribirlo con mayúsculas: el objetivo es que LO PASES BIEN. Si no lo consigo, desconectarás. Si no lo consigo, no me compras. Tengo que ofrecerte una experiencia fantástica. No sirve con que tengas obligaciones; en 2020 te ves con tal cantidad de derechos que no puedo constuir una relación basada en el esfuérzate porque es lo que te toca. No, las cosas no son así. Tengo que construir un edificio cool, con una experiencia única, diferente. ¿Cuánto te exijo en el camino? Mucho menos que antes porque sencillamente no puedo ir contra todos esos valores que te venden día sí y día también. Porque tú lo vales. ¿Cuánto vales? Si miro al final del camino, tengo la tentación de pensar que vales menos de lo que valían quienes terminaban sus estudios universitarios antes. ¿Estoy diciendo una barbaridad? ¿No es progreso sino involución?

Ya lo decía. No lo tengo tan claro. Pero si hubieráis leído lo que se escribió hace un par de días en esa conversación de Aprendices, es muy probable que sintieráis cómo el suelo se mueve bajo vuestros pies. A lo mejor estamos fracasando y de qué manera. ¿Aprobarían los exámenes de hace 15 años? Incluso cabe pensar si el cada vez mayor papel de las tecnologías no está provocando un menor desarrollo de ciertas competencias. ¿Necesitamos a nuestro lado más inteligencia artificial porque la nuestra no progresa? ¿O quizá este sea el argumento para invalidar lo que explico en este post? ¿Cuándo la humanidad fue capaz de crear semejante tecnología, sino ahora y solo ahora? ¿Es la prueba que invalida el argumento de que somos menos exigentes? ¿Es un simple pataleo generacional porque nuestros valores no son sus valores?

No es esta una reflexión nueva en este post. Quizá me repito, pero el tema se las trae. Otros artículos en esta línea:

Imagen de Melanie van de Sande en Pixabay.

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8 comentarios

amalio rey 17/06/2020 - 13:18

Muy de acuerdo con esto, Julen. Ya sabes que estamos hace tiempo en sintonía con este tema y esta preocupación, a riesgo de parecer viejunos. Creo sinceramente en la importancia de la «cultura del esfuerzo»…

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Julen 19/06/2020 - 06:15

Supongo, Amalio, que habrá que buscar las dosis justas o incluso… gamificar el esfuerzo 😉

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Deiane 17/06/2020 - 19:32

«Cuándo la humanidad fue capaz de crear semejante tecnología, sino ahora y solo ahora? »
En las cavernas, enla antigua China, en el antiguo Egipto, en la Edad Media, en el Renacimiento, en la era de la revolución industrial…
No veo relación entre la calidad de formar de la universidad y la tecnología. Más bien entre la experiencia universitaria como forjadora de la calidad humana

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Julen 19/06/2020 - 06:19

Yo pensaría en términos de progreso, Deiane. Cada etapa histórica tiene y tendrá sus grandes avances tecnológicos… y sociales. Pero creo que ahora estamos llegando a jugar en otra liga. Aunque no comulgue del todo con Harari, hay que reconocer que lo que tenemos enfrente, en cuanto avances tecnológicos, puede que sea «histórico». Y nos enfrenta a una reflexión ética bestial. No sé si hemos llegado aquí como consecuencia del esfuerzo y de nuestra autoexigencia, pero aquí estamos. Sí, la universidad, debe forjar «calidad humana», pero ¿esa «calidad» incluye niveles mucho mayores de esfuezo y exigencia? Por ahí va mi reflexión.

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Alberto Merino 18/06/2020 - 07:18

Interesante post Julen, el debate que planteas creo que se puede extender mas allá de la educación. Lo podemos llevar al deporte, a la cultura, al propio profesorado ¿el profesorado es igual de autoexigente que hace 25 años? ¿Todas las univerdidades/facultades se esfuerzan igual en ser friendly con el alumnado? ¿Las universidades/facultades más exigentes con el alumnado ven decrecer sus matrículas en favor de las menos exigentes?

¿Es la sociedad en general menos autoexigente ahora que hace 15 años? Y ¿cada uno de nosotros/as? (con nosotros mismos / con nuestros hijos/as, con las universidades, con nuestras parejas, con nuestros colaboradores/as, con nuestras compras, con….)

Creo que con algunas cosas nos hemos vuelto más exigentes, con otras menos, ¿por que?

Interesante post Julen del cual ojalá tenga oportunidad de conversar contigo, seguro que sería muy interesante

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Julen 19/06/2020 - 06:21

Hola, Alberto. Encantado de verte por aquí 🙂
Una reflexión que siempre es pertinente y que no sé si al final la he explicitado lo suficiente en el texto es esta: ¿la universidad es consecuencia del momento histórico o social en que se inscribe o este momento es el que generamos desde la universidad? Y no tengo muy claro qué contestar. ¿Somos consecuencia o causa? Jeje, esto da para otro post…

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Deiane 19/06/2020 - 18:39

Yo creo que se es consecuencia y causa. Al menos eso es lo que he vivido en casa.
La hija esforzada y autoexigente ha escogido una carrera exigente en una universidad exigente (¿tradicional?) y la hija menos autoexigente y poco esforzada ha elegido una carrera en la que la exigencia brilla por su ausencia en una universidad a la que quiero mucho, pero…
Puede que sea casualidad…, o no!

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La universidad: o es cool o no cuela – Consultoría artesana en red 27/01/2021 - 08:52

[…] El caso es que, en este despliegue de seducción en que nos movemos, dedica un para de capítulos a la educación. La casualidad ha querido (quizá a veces no es tanto esto, sino que existen conexiones más profundas moviéndose por ahí) que Amalio Rey publicara en el blog colectivo de #REDCA, la Red de Consultoría Artesana, Cultura del más fácil todavía en formación. Ahí nos hemos liado a dejar algunos comentarios porque el tema se las trae, la verdad. Amalio lo planteaba desde una óptica de formación dirigida a profesionales; yo aquí le voy a dar una vuelta desde la perspectiva universitaria. Y sí, ya hemos hablado de esto más veces: La cultura del (no) esfuerzo y Los niveles de exigencia en la universidad. […]

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