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Digitalización y teletrabajo forzoso: lo que aprendemos con el coronavirus – Consultoría artesana en red

Digitalización y teletrabajo forzoso: lo que aprendemos con el coronavirus

by Julen

Escribía Jesús Martínez Marín este pasado día 22 un post que titulaba Cuando de repente todo se hace viejo: lecciones aprendidas para después de la pandemia. Allí compartía 7 aprendizajes de lo que está sucediendo con la crisis del coronavirus. Uno de ellos hacía alusión a la necesidad como primer motor para el aprendizaje. El argumento que compartía es simple y poderoso:

Llevados por la equivocada necesidad de tutela de los aprendices,  a veces actuamos con  excesiva protección y  recortamos la autonomía de los aprendices. Lo que sabíamos: se aprende cuando se necesita y no cuando el profesor quiere.  Y si esto no sirve para replantearnos, de una vez por todas, el valor que hasta ahora hemos dado a catálogos de formación, no habremos aprendido nada.

Si eliminamos de la ecuación el contacto presencial lo que queda es obvio: sí o sí hay que ponerse al día con las posibilidades que la tecnología nos ofrece para interactuar con otras personas. Es tan sencillo como que, si no queda otra, hay que, obligatoriamente aprender, lo quieras o no. En mis clases a veces solía usar una anécdota que me contó mi madre hace ya unos años. Resulta que ella y una tía se fueron a pasar unos días a un pueblo de la costa levantina, ya con sus más de 70 años a las espaldas. Pues bien, me contaba mi madre que mi tía, al llegar, una de las primeras cosas que hizo fue enterarse de dónde había algún cybercafé para conectarse con un hijo suyo que trabaja en Australia. ¿Cómo era que mi tía se manejaba tan bien con Skype a aquellas edades? Por necesidad, simple necesidad.

En lo que me toca, miro lo que está sucediendo en la universidad y es evidente que todos estamos haciendo un máster avanzado en formación online. ¿Querías taza? Pues toma taza y media. Ahora mismo, insisto, como es la única opción, no queda sino espabilar. ¿Que los contenidos que teníamos eran sosos y la interacción en aula compleja? Pues ya le están dando vueltas a cómo dinamizar todo eso en un entorno online.

Pero, un momento: ¿qué pasa con la actitud de nuestras alumnas y alumnos? ¿Sienten la necesidad de aprender de esta nueva forma? Porque aquí hay dos partes y volviendo a lo que Jesús Martínez Marín había compartido en su post: si no sienten la necesidad de aprender, estamos bastante vendidos, ¿no? Claro que la realidad es la que es y hay un marco normativo y académico que delimita un campo de juego. Ahí las dos partes, profesorado y alumnado, parten de un escenario que, hasta cierto punto, les viene dado.

No sé hasta dónde esta «digitalización forzosa» nos aboca a un aprendizaje «sano». Quiero decir que, si bien las condiciones obligan y es evidente que a corto plazo vamos a adquirir competencias digitales, también es cierto que el «campo de juego» quizá necesite una revisión. ¿Cómo estamos desarrollando el trabajo a distancia? ¿Con nuestros propios equipos e infraestructura técnica o con dispositivos que nos han sido facilitados por la institución? En la universidad hace mucho tiempo que el alumnado practica el BYOD: Bring Your Own Device. Pero, ¿tiene sentido un sistema BYOD más allá de la universidad?

Lo que se pone en juego otra vez es la separación entre trabajo y no trabajo, una frontera sobre la que aquí hemos escrito en muchas ocasiones y que es tan complicada de establecer. A veces pienso que hay que ir no ya empresa por empresa o sector por sector, sino persona por persona. La manera en que cada cual gestionamos un trabajo que es más y más digital implica desarrollar competencias de inteligencia emocional (o como quieras llamarlas). Me refiero a que cada cual (alumna, alumno o profesional) puede presentar circunstancias específicas y diferentes. No solo de equipamiento sino también de organización de la vida personal.

Mientras escribo esto, en casa estamos trabajando dos personas, mi pareja y yo. Tenemos un buen lugar de trabajo, con dos mesas amplias y cada cual nuestro equipo. Pero nos tenemos que organizar. En la pizarra que compartimos hemos anotado las reuniones online que tenemos programadas porque, claro, si por ejemplo este lunes tengo que dar clase de 15:30 a 19:30 en un máster, necesito «mi espacio» para gestionar esa clase. Doy por supuesto que tendremos tolerancia cuando pasen sucedidos en la conexión. Dependemos también, claro está, de la mejor o peor conectividad que cada cual tengamos. Y ojo, porque el lugar nos condiciona.

¿Las empresas y las organizaciones en general deberían trabajar más allá de sus lugares físicos y pensar en la infraestructura de que disponen las personas que trabajan en ellas? ¿Cómo gestionar el límite entre el trabajo presencial, sujeto a horario tradicional, y el trabajo online, con más riesgo de descontrol? El teletrabajo forzoso suena a condena. Tenemos que aprender a combinar lo mejor de los dos mundos: el contacto directo presencial y el que nos facilitarn las tecnologías. El segundo avanza a pasos agigantados. Puede que llegue el momento en que no sea tan fácil distinguir cuándo estamos en un caso o en otro. ¿Lo ves así?

La fotografía es de Noemí Pastor.

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8 comentarios

Iñaki Murua 27/03/2020 - 07:50

Buen apunte, Julen.
Añado una idea: conviene, a mi juicio, considerar la formación a distancia y el teletrabajo como distintos, no deficitarios respecto al hecho presencial. Igual tiene que ver con la (nuestra) cultura

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Julen 27/03/2020 - 08:12

Sí, son dos conceptos diferentes, no hay duda. Lo que pasa es que «trabajar» (en general) y «docencia» comparten territorio en muchas cuestiones. Para mí es casi más pertinente la distinción entre formación pura online y formación online con gran cantidad de momentos síncronos… no sé si me explico.

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Iñaki Murua 27/03/2020 - 12:25

No me he expresado bien Julen en el primer comentario: me refería a considerar que lo realizado de modo tele, a distancia u online si se quiere (sea trabajo, sea enseñanza-aprendizaje) no debe considerarse como deficitario respecto al presencial, sino distinto. En ocasiones ha sido o pueden ser entornos complementarios (el virtualizado y el presencial) como dices, en esta situación no existe esa posibilidad.

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Julen 28/03/2020 - 05:57

Sí, sumamos con esas dos perspectivas. No obstante ahora mismo, con la limitación de no recurrir a la presencial, se abren nuevos escenarios.

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Jorge S. King 27/03/2020 - 18:05

La «simple necesidad» puede ser el punto de apoyo que «mueve montañas».
Excelente post Julen. También admiro el lugarcito de la fotografía.
Saludos desde el otro lado del mundo

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Julen 28/03/2020 - 05:56

Me alegra verte por aquí, Jorge. Desde luego que si no hay más remedio, aprendemos. Eso sí, quizá mejor no tener que pasar por esta crisis pandémica. En fin, espero que tú y tu familia estéis ahí todos bien por Santiago del Estero. Mucho ánimo con lo que tenemos entre manos.

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