Sacó una tabla corta de la primera ranura y la depositó sobre una tabla de planchar boca abajo que usaba para encerar y limpiar. La tabla era una Biscuit de Slick Sled de metro ochenta con rieles rosas y una cubierta de color púrpura de cachemir. Era su primera tabla, se la había regalado su padre cuando ella tenía trece años y la había elegido por los colores luminosos más que por el diseño. Los colores estaban desvaídos por el paso de los años, el sol y la sal, pero todavía hacía giros bruscos y podía ponerse balo la pared de una ola tan bien como un modelo más nuevo. A medida que Ballard se hacía mayor, cada vez más era la tabla que elegía del estante.
Desde el primer día, a Ballard siempre le había gustado el proceso de limpiar y encerar la tabla y preparar la salida del día siguiente. Su padre le había enseñado que un buen día de surf empezaba la moche anterior. Conocía a detectives de la División de Hollywood que pasaban horas sacando brillo a sus zapatos y aceitando cartucheras de cuero y cinturones. Eran tareas que exigían cierto grado de concentración y los distraían de las investigaciones. Les despejaban la cabeza y los renovaban. Para Ballard, encerar una tabla de surf servía para lo mismo. Se olvidaba de todo.
Michael Connelly en Sesión Nocturna