Parecer y aparecer

by Julen

i_zMegáfono en mano parece que no queda sino gritar. Cada humano en busca de su minuto de atención. Mírame. Merezco que me dediques un minuto de tiempo. Como esos seres sin hogar que a la puerta del supermercado te buscan con la mirada. Un contacto hiriente. Unas monedas por favor. Me lo merezco.

En la red de redes el griterío asusta. A codazos, por encima de mujeres, niños y gente mayor. Hay que aparecer. Hay que parecer. No importa con qué pero sí importa cuántos. ¿Cuántas personas se han detenido hoy a dejar unas monedas en tu Twitter? Las cuentas, las recuentas, ¿son suficientes? Todo depende. Todo depende del mendigo del supermercado de la acera de enfrente. Es tu vara de medir, la que te compara para saber eres un fracasado o alguien de éxito.

Y no paramos de reclamar atención. No importa lo que pase puertas para dentro. Importan las luces de neón que proyectan tu imagen por los mares de la red de redes. Allí sucede todo. Un inmenso cuadrilátero donde millones de almas dejan migajas en busca de compañía. Un espectáculo obsceno y sublime. Retransmitido 24/24 y tutelado por los nuevos gigantes que dictan tendencias de comportamiento humano. Empresas del mundo contemporáneo. Empresas de la emoción, del contacto, de la red social.

Miles de cámaras reflejan la escena. Miles de narraciones se entrecruzan. Pedazos de información dentro de una botellas que vagan a la deriva escondidos en bits. Mensajeros y mensajes centrifugados dentro de una lavadora en la que no hay botón de parada. El circo moderno es así. Todos gritamos. Mendigamos atención. Hay que parecer. Hay que aparecer.

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