Bueno, no sé si llamarlo «agresividad» pero si no llega hasta ese punto, cierto es que se le acerca mucho. Esas aseveraciones que acompañan a muchos productos donde las promesas se suceden sin rubor. O esas alusiones al sentido épico de la existencia: «una guía práctica dirigida a visionarios, a personas con ganas de asumir nuevos retos que luchan por dejar atrás…«. Sí, el mismo libro de moda de Osterwalder y Pigneur acerca de la generación de modelos de negocio. Esa frase que entrecomillaba es, por ejemplo, de la portada.
Pues lo reconozco: me echan para atrás estas declaraciones grandilocuentes. Parece que la filosofía de conversación entre iguales no llega a una buena parte de la población que se mueve alrededor de las empresas. Bombo y platillo para frases lapidarias de vendedor del elixir de la eterna juventud. Por favor, que esto no es así ya.
Sin embargo, en una economía donde parece que el verdadero recurso escaso es la atención, el sistema sigue con un bombardeo inmisericorde. Cada vez que leo algo que se pasa un poco en la autoalabanza, me genera un rechazo visceral. Disculpen, que no será asunto suyo sino mío. Pero me desahogo un poco contándolo aquí. ¿Es que no es posible un lenguaje más humano y normal? ¿Es que los epítetos deben poblar por obligación el lenguaje con el que se comunica en el planeta empresa?
En el caso, por ejemplo, de la propuesta de análisis de modelos de negocio de Osterwalder y Pigneur, me parece completamente fuera de lugar. ¿Para qué engordar un texto a base de promesas mesiánicas que solo conducen a lo ridículo? No entiendo esta desviación hacia la charlatanería. Y más cuando hay una propuesta en principio bien estructurada y seria. No sé si es que en el momento de pasar a la venta, alguien decide que el registro debe ser otro completamente distinto. Vengan promesas, vengan frases lapidarias.
Ayer en el Iniciador de Alicante hablamos un buen rato de comunidades y mercados. ¿Qué fue antes el huevo o la gallina? ¿Preferimos que el mercado preceda a la comunidad o vicerversa? Bueno, sea como sea, se rigen por detalles diferentes. Y ya sé que hay que afinar entre la tienda y el bazar, la comunidad y el mercado. Bienvenidos los matices, no pasa nada.
Pero es que a veces me parece como si el mercado economicista en que se ha convertido todo generara exceso e hipertrofia a la hora de comunicar lo que ofrece. Vamos, que frente a una comunidad que no necesita megáfonos para que sus partes se entiendan, el mercado inunda con decibelios tanto el espacio como el ciberespacio.
En fin, no sigo. Momento pataleo del día. Esto del blog como válvula de escape es un invento 😉
6 comentarios
Me quedo con una frase tuya que considero muy acertada y enfoca muy bien la actual problemática: El verdadero recurso escaso es la atención.
Aunque parezca que es en otro orden de cosas, quisiera añadir que el otro gran recurso escaso es la flexibilidad propia de adaptarse a una nueva realidad.
Un abrazo.
Prudencio, seguramente que esa flexibilidad que comentas «duele» cuando exige adaptación día sí y día también. Me temo que «nueva realidad» es algo que sigue y sigue. Una novedad permanente que deja de serlo.
[…] Uno de los debates que se abrieron durante la charla de Julen fue el de si los mercados se convierten en comunidades o las comunidades se convierten en mercados, tal y cómo comenta él mismo en uno de sus últimos posts. […]
Exactamente la misma sensación de rechazo tuve al ver la portada del libro de la propuesta de Osterwalder. ¿Para qué el exhibicionismo de escaparate?
Una propuesta interesante, por sencilla… estropeada por un marketing barato…
En fin…
[…] de Julen Iturbe organizada por Iniciador Alicante, donde vino a compartir con nosotros ideas sobre empresa abierta y nuevos modelos de negocio que trabajan desde MIK. Lo mejor fue comer canapés y quesos con Ester Gisbert, escuchar la […]
[…] hemos comentado aquí que, por ejemplo, no nos gusta nada ese lenguaje de feria y autobombo que utiliza el libro de los libros. Porque a mí al menos me dan grima expresiones como: “una guía práctica dirigida a […]