La ciencia de datos, de los datos «de verdad» (sea esto lo que quiera decir porque ahora ya se habla, por nuestro bien, de datos sintéticos), solo puede manejarse con el pasado. Eso sí, a partir de ahí comienza la cábala para anticipar el futuro. Pero no hay más cera que la que arde. Los datos forman parte de lo que ha sucedido. Siempre es igual: dicen lo que pasó. Siempre, eso sí, que se acierte a conseguir –con fiabilidad– aquellos que resulten significativos. Porque, además, para más desasosiego, los datos no es que sean solo del pasado, sino que, además, creo que quedan afectados por lo que Barry Schwartz denominó la paradoja de la elección. Hay tantos donde elegir…
Los datos son del pasado y hoy jugamos en la liga del más y más. Hasta el infinito y más allá. Parece que hemos perdido el miedo a que el volumen –excesivo para nuestra forma de pasar por este planeta– nos confunda. Más datos son, casi siempre, análisis masivo más fino, valga la contradicción. Porque hemos creado máquinas que hacen lo que nosotros no podemos: tratar con volúmenes desmesurados. Como si tal cosa, en un abrir y cerrar de ojos.
Dice Microsoft que podemos elegir respecto a la inteligencia artificial generativa que nos propone. Dice que podemos elegir el «estilo de conversación» que deseemos: más creativo, más equilibrado o más preciso. O sea, que los datos, del pasado, sirven para generar un futuro creativo. Vamos, que al margen de que su uso sea para predecir lo que va a ocurrir por simple descubrimiento de unos patrones que se supone volverán a reproducirse, la cosa está en que también podemos salir de la zona de confort y dejar que la inteligencia artificial campe a sus anchas para salirse de madre y comenzar su delirio particular. Y a veces el delirio nos es útil. Datos del pasado, creatividad para el futuro. Es lo que nos vende la inteligencia artificial.
¿Las máquinas imaginarán el futuro como lo hacemos los humanos? ¿Se despertarán un día, tras una noche de sueño agitado –a lo mejor las han desenchufado, quién sabe– y se encontrarán con un eureka imposible de contener? Todo ello con datos del pasado. La caja negra, claro está, no nos deja saber qué sucede ahí dentro. La explicabilidad es muy limitada. No lo entendemos, pero ahí lo tenemos: datos del pasado que no se circunscriben a seguir los patrones que han detectado. O como quiera que esto sea.
Hay que andarse con cuidado. La mayor parte de las veces, como no queremos equivocarnos, jugaremos en la liga del «más preciso» de Bing. Y entonces el futuro será, para bien o para mal, como el pasado. Un futuro en el que sabremos antes que nadie que si A, entonces B. Un gran invento. Sin causas de por medio, solo a través de simples correlaciones. Te hemos clusterizado. Porque de eso se trataba, de meterte dentro de un redil donde tu comportamiento, gregario y borreguil, nos abra las puertas del futuro. Vas a ser lo que fuiste. Determinismo en estado puro. O lo que quiera la inteligencia artificial. O lo que sea que esto es.
Me temo que necesitamos sesgos. Para discriminar lo que la máquina no entiende. Ya ves, sesgos. Discriminación porque de eso va la humanidad. De cambiar el rumbo cuando los datos solo nos explican lo mal que a veces resolvemos los problemas.