20 años de colaboración con Mondragon Unibertsitatea

by Julen

En la primavera de 2003 terminé mi experiencia profesional como socio de una cooperativa de MONDRAGON. Fueron 12 años, 6 en Maier, una de esas cooperativas que era (y es) referente por su saber hacer y sus resultados. Anteriormente había trabajado otros 6 en la empresa de consultoría LKS. Esas dos experiencias resultaron ser muy enriquecedoras y también, por qué no decirlo, bastante diferentes entre sí. Ahora, con la distancia de por medio, soy consciente de que algo sucedió en aquellos 12 años. Algo que me enganchó. El modelo de las cooperativas de MONDRAGON, de una u otra forma, se quedó a vivir conmigo. Con matices, por supuesto, pero es evidente que encontré un cierto sentido a eso de «hacer empresa».

Después de aquellos 12 años tomé la decisión de trabajar por mi cuenta. Hoy quizá lo diríamos más bonito, pero la idea central era una muy clara: demostrarme a mí mismo que podía sacar adelante un proyecto personal sin el cobijo de una empresa entendida en el sentido tradicional. En aquel momento se juntaban tres elementos. Por una parte, algo no me hacía sentir cómodo en Maier; había aspectos de la vida interna de la cooperativa que me agobiaban, era evidente. Tenía la sensación de que no estaba aportando lo que debía. Además, por otra parte, quería dedicar tiempo a la investigación, a leer, a despegarme más del día a día. Y ahí es donde la universidad resultaba especialmente apetecible. Finalmente, también quería continuar cerca de la acción, necesitaba implantar proyectos, llevarlos a la realidad. Eso se traducía en consultoría, más allá de la investigación o la docencia.

Debo decir que probé a ver si podía seguir siendo socio en Maier y, al tiempo, acordar una dedicación parcial a la universidad. Por diversos motivos, que ahora quizá no importan ya demasiado, el asunto no funcionó. Así que firmé una excedencia de un año y salí al mercado de trabajo. Y ahí es donde llegué a mi primer acuerdo con lo que entonces era ETEO (Escuela Técnica Empresarial de Oñati) y hoy es Enpresagintza, la Facultad de Empresariales de Mondragon Unibertistatea (MU). Eso fue en la antesala del curso académico 2003-2004. Poco antes de ponerme a escribir este texto he devuelto firmado el contrato para este curso 2022-2023. Es el contrato número 20. Cada año renovamos los votos. Hay que ver cómo pasa el tiempo.

Aquel primer contrato de 2003 lo firmé para impartir, junto a un compañero, una asignatura relacionada con el liderazgo y la comunicación en el Grado de Administración y Dirección de Empresas. Además, reservamos horas para asesoramiento en la gestión de la propia universidad. Allí comenzó una colaboración que decidimos que se prolongaría sobre la base de acuerdos anuales, siempre que las dos partes viéramos que tenía sentido. Aquel contrató llevó la firma de José Luis Abaunz, quien entonces era decano de la facultad (en 2005 el cargo pasó a Lander Beloki, quien continúa en la actualidad). Es un poco de prehistoria, pero debo decir que para mí suponía todo un reto. Pasar desde una empresa industrial a un ambiente universitario no era asunto menor.

Recuerdo de aquella primera época la progresiva transición hacia una mayor permisividad con mi propio desempeño profesional. Me explico. El trabajo en el sector de automoción está constreñido, en buena parte, por unas relaciones cliente-proveedor que presionan y que dictan lo que hay que hacer y lo que no. La universidad —supongo que debo especificar que hablo de la universidad privada— dejaba mucho más campo libre. También guardo muy buen recuerdo de proyectos internos de consultoría en la facultad. Por ejemplo, participé coordinando una reflexión estratégica. Aquellos tiempos, no obstante, estaban en gran parte condicionados por el campus en el que estábamos ubicados. Y llegó, claro está, el salto cualitativo en 2010. Se inauguró un nuevo campus. Todo un avance.

Volviendo a aspectos concretos de mi colaboración con la universidad, desde el principio plasmamos los acuerdos en un contrato básico como proveedor de servicios. Mi obsesión siempre fue que entrara en una página. Quería huir de complejidades y asentar la relación sobre la base de la confianza mutua. Acordábamos horas para diferentes actividades y distribuíamos luego la facturación en mensualidades. Poco a poco, al hilo del trabajo que llevábamos a cabo en torno a la idea de empresa abierta, la relación progresó hasta el punto de que David Sánchez Bote, compañero en la facultad, se cambió de lado y durante unos años trabajó conmigo (luego volvería a la universidad y hoy es director de innovación en Eroski). Hubo ahí unos años de actividad frenética, con un volumen muy importante de proyectos de investigación y consultoría.

La mudanza al nuevo campus marcó un antes y un después. Además, la facultad había incorporado LEINN en 2008 en el campus de Irún. Soplaban nuevos vientos. La dimensión emprendedora subía peldaños como referente para la actividad académica. Mi dedicación, en lógica con esta línea, incorporó actividades vinculadas con el nuevo grado, primero a través de diversos talleres y luego, más adelante, en trabajos de mentorización y tutorización de proyectos fin de grado. Hoy es el día en que mi contrato sigue reflejando una dedicación a estos asuntos.

Por otra parte, desde que comencé la colaboración allá en 2003, tuve entre ceja y ceja que implicaba el esfuerzo de hacer el doctorado. Hubo un primer intento que terminó en un buen fracaso. Aprendimos la lección. Sin embargo, a veces se dan casualidades en la vida. Los astros se alinearon. No podía dejar pasar una segunda oportunidad. No siempre tienes la oportunidad de hacer una tesis doctoral alrededor de una de tus pasiones: la bici de montaña. Innovación de usuario, bici de montaña y una Orbea Oiz de por medio. Fueron tres cursos académicos fantásticos que terminaron con la defensa de la tesis en julio de 2018. Sí, facturamos menos, pero a estas alturas de partido, no conviene confundir las prioridades.

Otro hito importante en mi colaboración con Enpresagintza a lo largo de estos 20 años tiene que ver con la geografía. Es curioso, pero mucha gente piensa que soy guipuzcoano. Las cooperativas de MONDRAGON han llevado ese sello, aunque no de forma exclusiva, claro está. MU puede ser un buen ejemplo. Cuando comencé a colaborar, lo lógico era desplazarte a Oñati o a Irún para desarrollar la actividad académica o investigadora. Trabajar en MU era trabajar en Gipuzkoa. ¿Por qué no había un campus, por ejemplo, en Bilbao? El tiempo terminó por acercar MU a Bilbao. No podía ser de otra manera. La vocación de apertura cristalizó. Se abrió Bilbao Berrikuntza Faktoria. Se abrió AS Fabrik. Mi colaboración pivotó geográficamente. Y no solo eso, porque se puso en marcha un nuevo grado: Business Data Analytics.

El contrato para el curso 2022-23 que acabo de enviar firmado me compromete a dedicar 326 horas. El año pasado llegaron a un pico de 425. Lo normal es que estos contratos con Enpresagintza se muevan ahí: entre las 300 y las 4001A estas horas tengo que añadir la dedicación al Máster de Cooperativismo y Gestión Socioempresarial, que en la actualidad se gestiona desde HUHEZI, la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, y algunas otras clases que imparto en otros programas de MU. O sea, que en total ando en torno a las 500 horas dedicadas cada curso a la universidad. El resto son proyectos de consultoría. Mi vida profesional funciona de esta manera desde 2003.

En fin, 20 años son unos cuantos, ¿verdad? En este último contrato, las horas se distribuyen en cuatro ámbitos: LEINN, el Máster de Marketing Digital, el Grado de Business Data Analytics (y la primera edición del Máster, que este curso se pone en marcha) y el MBA Executive. Suficiente. Eso sí, siempre procuro dar un plus. Es raro que no surjan otras colaboraciones puntuales. Me siento en la obligación de decir que sí, porque creo que me toca aportar más allá de lo que las horas acordadas reflejan. En la medida en la que puedo, procuro también contribuir en actividades de divulgación… o en lo que haga falta. Mi contrato es como proveedor de servicios. Pero 20 años obligan. Y lo hacemos con gusto. De verdad.

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Una nota final.- Tenía dudas de si incluir en este texto los nombres de muchas de las personas con las que he tratado en todos estos años. Habrían sido demasiadas. Ya veis que aparecen algunos, muy pocos. Sin embargo, por supuesto que necesito agradecer de forma explícita a muchísima gente que hace posible que, veinte años después, sigamos manteniendo la colaboración en marcha. Eskerrik asko guztioi.

Imagen de Wolfgang Stemme en Pixabay.

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    A estas horas tengo que añadir la dedicación al Máster de Cooperativismo y Gestión Socioempresarial, que en la actualidad se gestiona desde HUHEZI, la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación, y algunas otras clases que imparto en otros programas de MU

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4 comentarios

Mikel Mesonero 21/09/2022 - 22:40

20 años…ha sido (y está siendo) un gustazo tenerte cerca, aprender de tu forma de mirar el mundo de la empresa y la gestión. Leer tus estupendas reflexiones en este blog. Sin tí (y sin David) cerca en aquellos tiempos de ETEO, me hubiera perdido el incipiente mundo de las redes sociales, las aplicaciones y herramientas para la gestión, la web 2.0, el mundo de los blogs, etc. Ha sido, es y será un placer estar cerca tuyo. Gracias a tí, entre otras muchas cosas, por tu contribución al crecimiento de Enpresagintza.

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Julen 22/09/2022 - 05:05

Pues ya ves, Mikel, ahora mismo creo que estoy un tanto desbordado con esto de las redes sociales jejeje. En fin, larga vida al Barça 😉

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David 21/09/2022 - 23:46

Nos hacemos mayores, pero nos sienta tan bien
Tengo en la retina el recuerdo de cuando entraste por primera vez a nuestro despacho, allá en las palomeras …lo recuerdas?
A los que estábamos empezando en aquel momento nos abriste un mundo nuevo de posibilidades, eskerrik asko!
Y Zorionak por el viaje de estos 20 años!

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Julen 22/09/2022 - 05:07

Las palomeras… bufff, tela aquel entorno, desde luego. Está bien para darnos cuenta de cómo ha cambiado todo. Disfruta, David, que esto va deprisa.

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