Desde hace un par de años estoy colaborando con la universidad en el diseño de lo que técnicamente se suele denominar e-portfolios o portafolios digitales. Quizá algún día me ponga a escribir algo más concreto de todo ese trabajo. Lo digo porque forma parte de una idea extraordinariamente potente: que nuestras alumnas y alumnos se apropien de sus procesos de aprendizaje. El objetivo último de esta herramienta es sencillo de explicar: favorecer la reflexión sobre el propio aprendizaje y extraer evidencias que sirvan como «migas de pan» del camino que cada cual ha ido recorriendo a lo largo de su trayectoria académica. Pues bien, al decir esto de «trayectoria académica» es donde me surge la consideración de si no deberíamos proyectar el uso de la herramienta más allá de lo estrictamente docente. El asunto bien merece una pensada.
En primer lugar, el e-portfolio entronca en un enfoque constructivista y significativo del aprendizaje, que debe enlazar con estructuras que cada cual ya poseemos y debe servirnos para avanzar de la mano de una interacción constante con lo que sabemos y lo que no sabemos. Tiene que ver con la reflexión y con el hacer, con una postura activa ante lo que nos sucede. Pero también tiene que ver con la exposición de lo que aprendemos y cómo lo hacemos. En un entorno educativo tiene sentido porque forma parte del juego docente. Pero, esa parte abierta, de exposición, ¿tiene sentido de forma permanente en el tiempo?
En el ámbito educativo podemos controlar el nivel de apertura de ese e-portfolio. Quizá quede entre alumna y profe, quizá se comparta entre todo el alumnado, quizá ciertos contenidos sean públicos y otros privados. Todo se remite a una situación de aprendizaje formal porque ese es el objetivo que le asignamos a la herramienta. Sin embargo, en esencia también animamos a que se reflexione sobre aprendizajes que van más allá del espacio educativo (sea esto hoy lo que sea). Cada vez somos más y más conscientes de que la educación es expandida, de que ocurre dentro y fuera de las aulas. Por eso puede tener sentido pensar en un e-portfolio que vaya más allá de lo académico, ¿no?
En un mundo de sobreexposición y con muchos grandes hermanos haciendo el agosto para rastrearnos por arriba, por abajo, por la izquierda y por la derecha, quizá haya quien argumente que esto no es sino echar más leña al fuego. Claro que lo que buscamos es una reflexión consciente sobre lo que compartimos y lo que no. Estamos hablando de que en vez de colocar contenido en modo automático lo hagamos a sabiendas de que tendrá repercusiones. Un e-portfolio es exposición, pero también reflexión. Y puede comenzar, incluso, por la que tiene que ver con las propias herramientas que usamos para compartir y con el tipo de contenido que compartimos.
En 2020 ya sabemos que lo digital se ha fundido con lo físico, que la digitalización es parte de lo que somos, solo por vivir en la época y el lugar en que lo hacemos. Así pues, portfolio en 2020 es e-portfolio, lo queramos o no. Nuestras alumnas y alumnos producen en digital; otra cosa es el soporte en que lo llevan a cabo. ¿Tendría sentido que, tras una etapa universitaria en que no tuvieron más remedio que crear sus e-portfolios, los siguieran manteniendo de por vida? ¿Nos conviene esta forma de transparentarnos?, ¿es realmente transparencia o siempre seguiríamos colocando ahí solo lo que nos interesa? Imposible responder a la pregunta en terminos binarios.
En mi caso llevo escribiendo en este sitio web desde 2005. Tras 15 años aquí sigo. Supongo que es sencillo saber quién soy, mis fobias y filias, lo que soy capaz de hacer bien y aquello para lo que soy un negado. Creo que no tengo sitio ya en el que esconderme. Asumo la parte que me corresponde de productor digital. Y sí, he sido capaz de estar casi un mes sin escribir por aquí, pero no tenía duda alguna de que volvería a la faena.
¿Tiene sentido, tal como van las cosas, un sitio web personal de por vida? Al morir, ¿sencillamente iría a otro lugar de Internet en el que un cementerio digital mantendría nuestros restos frescos y consultables ad eternum?
Imagen de bernswaelz en Pixabay.
5 comentarios
Tiene todo el sentido juntar en un sitio el registro de las experiencias de aprendizaje a lo largo de la vida. En ikanos.eus estamos convencidos de que el ePortfolio es el escaparate del PLE que nos debe ayudar en nuestra actualización permanente y nos hemos tomado la libertad de enlazar este excelente artículo.
Gracias por explicarlo así de bien y un saludo
Gracias a vosotros, Roberto. Conste que con tanto Gran Hermano revoloteando por aquí, merece un pensado la forma en la que lo hacemos, ¿no? Hay que andar vigilantes. Un saludo.
Hola, Julen. Yo he pensado muchas veces en esto. Tengo claro que mi blog, con ya 12 años de vida (más viejo que mi hijo pequeño), es un poco eso. No hay casi nada realmente importante que me haya pasado que no esté reflejado en alguno de mis textos publicados ahí. Incluso cosas personales, que no puedo contar, están proyectadas de alguna manera, si alguien que me conoce de cerca sabe leer entre líneas. Otra cosa que tengo clara es que, cuando me vaya, quiero que ese blog se quede disponible, que no se cierre, que no vaya a un «cementerio», sino que permanezca en Internet para que la gente lo consulte, hasta que deje de valer la pena. Algún día desaparecerá, como la memoria.
Quizá, Amalio, sea una opción vital de la que tendremos que decir algo en nuestro testamento 😉
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