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Harari y Byung-Chul Han: vigilancia digital, propaganda y coronavirus – Consultoría artesana en red

Harari y Byung-Chul Han: vigilancia digital, propaganda y coronavirus

by Julen

El momento actual representa, desde luego, un laboratorio como nunca antes habíamos visto. ¿Querías un experimento social a través del cual encerrar a millones de personas en sus hogares –quienes los tengan– y observar cuáles son las consecuencias? Estamos en ello. Es una mezcla del Show de Truman y Gran Hermano. Pero a diferencia de un experimento en el que alguien observa desde fuera qué sucede (quien investiga), en este caso los millones de personas confinadas somos a la vez investigadoras e investigadas. Vamos con unos apuntes tras la lectura de un par de artículos: Yuval Noah Harari: the world after coronavirus publicado en el Financial Times y La emergencia viral y el mundo de mañana. Byung-Chul Han, el filósofo surcoreano que piensa desde Berlín, publicado en El País.

Dice Yuval Noah Harari:

Decisions that in normal times could take years of deliberation are passed in a matter of hours. Immature and even dangerous technologies are pressed into service, because the risks of doing nothing are bigger. Entire countries serve as guinea-pigs in large-scale social experiments. What happens when everybody works from home and communicates only at a distance? What happens when entire schools and universities go online? In normal times, governments, businesses and educational boards would never agree to conduct such experiments. But these aren’t normal times.

No, no son tiempos normales. Vivimos sometidos a una cura de humildad y las decisiones que se vayan a tomar (y las que se están ya tomando) son una prueba de fuego para la manera en que nos entendemos como sociedad civilizada. Nuestro supuesto primer mundo resulta que era frágil. Lo sabíamos por los libros; ahora lo sabemos cada cual en su más cruda realidad. Y sí, la crisis del coronavirus está profundizando en las brechas ya conocidas. La digital porque imagina a quien no tenga acceso de calidad a Internet; la económica porque no es lo mismo el confinamiento con piscina, terraza y jardín que el confinamiento en un piso patera o en un campo de refugiados; la de género porque el maltratador puede estar ahí cada segundo que pasa.

La crisis permite comparaciones: quién lo hace mejor y quién peor. Son tiempos de propaganda y de adoctrinamiento. Italia recibe la bronca de los chinos porque su confinamiento no es suficientemente estricto. Aquí en esta parte del sur de Islandia me temo que tres cuartos de lo mismo. Corea del Sur ha mezclado big data y seguimiento masivo a través de los móviles. Estados Unidos se enroca y no parece que pueda liderar nada frente a la pandemia. Alemania representa una anomalía, hasta la fecha, en positivo. China parece que sale del pozo. ¿Cada cual por su lado? Harari de nuevo:

First and foremost, in order to defeat the virus we need to share information globally. That’s the big advantage of humans over viruses. A coronavirus in China and a coronavirus in the US cannot swap tips about how to infect humans. But China can teach the US many valuable lessons about coronavirus and how to deal with it. What an Italian doctor discovers in Milan in the early morning might well save lives in Tehran by evening. When the UK government hesitates between several policies, it can get advice from the Koreans who have already faced a similar dilemma a month ago. But for this to happen, we need a spirit of global cooperation and trust.

Es el mundo el que tiene que ponerse de acuerdo sobre cómo quiere resolver el problema. Y ahí es donde Byung-Chul Han compara tradiciones y culturas. Lo que en Europa respresenta un logro, parece que en China, Japón o Corea del Sur no inquieta. ¿A qué me refiero? A la protección de nuestra privacidad frente a la vigilancia digital. Resulta que allá en extremo oriente hacen prevalecer lo colectivo: importa que sepamos todo de ti porque es lo mejor para el conjunto. Tu privacidad no va a ningún lado si no conseguimos eliminar el virus. No es tanto que sea «solo» ahora; es una cuestión cultural. Necesitamos que entiendas que tu privacidad no es para nada un argumento a tener en cuenta en una situación como esta… u otras que vendrán.

Harari y Byung-Chul Han se dan la mano en la relevancia de este paso: aceptar la invasión digital de lo que hacemos y de lo que somos nos marcará ahora y en el futuro. Byung-Chul Han tiene claro lo que supone: del control social a la biopolítica digital, a su «psicopolítica«.

El Estado sabe por tanto dónde estoy, con quién me encuentro, qué hago, qué busco, en qué pienso, qué como, qué compro, adónde me dirijo. Es posible que en el futuro el Estado controle también la temperatura corporal, el peso, el nivel de azúcar en la sangre, etc. Una biopolítica digital que acompaña a la psicopolítica digital que controla activamente a las personas.

Estamos donde estamos. Nos dicen que toca plegar alas y que no es momento para criticar. Hay que unirse en la desgracia y hasta se piden gobiernos de concentración nacional. Lo que decidamos nos marcará, no hay duda. Nuestra generación pasará a la posteridad por soportar aquellas semanas –aquellos meses, si no años– marcados por la crisis del coronavirus. Sin embargo, lo que nos está pasando, según Byung-Chul Han, no terminará con «el sistema». No es suficiente motor en la medida en que parte del confinamiento, de la separación y no del vínculo.

El virus no vencerá al capitalismo. La revolución viral no llegará a producirse. Ningún virus es capaz de hacer la revolución. El virus nos aísla e individualiza. No genera ningún sentimiento colectivo fuerte. De algún modo, cada uno se preocupa solo de su propia supervivencia. La solidaridad consistente en guardar distancias mutuas no es una solidaridad que permita soñar con una sociedad distinta, más pacífica, más justa. No podemos dejar la revolución en manos del virus. Confiemos en que tras el virus venga una revolución humana.

Tiempos confusos y de anestesia. Estado de shock. Ya sabíamos que estábamos ahí, pero no es lo mismo «saberlo» que «sentirlo» aquí dentro, bien dentro de casa. Un hogar físico que se hace cárcel y del que solo podemos escapar por las autopistas digitales. Pero en esas autopistas han colocado peajes. Y no los pagamos con dinero, sino con renuncias a ser lo que fuimos.

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4 comentarios

Germán 23/03/2020 - 18:40

Gracias Julen:
Veremos como evoluciona la situacion, en su dimension sanitaria y en la psicosocial. Desde el punto de vista sanitario entiendo lo que está pasando; desde el psicosocial algo menos.
Vivimos con temas de actualidad que parecen superimportantes en momentos concretos, que desaparecen de nuestras mentes pasado un tiempo. Si la cuestión sanitaria se resuelve en 2/3 meses (esperemos y deseamos), sucederá algo parecido, aunque tambien parece razonable pensar que algo habrá cambiado de modo permanente, y no unicamente la economía.
Si estoy con Harari cuando plantea la posibilidad (y el deseo) de que esto genere una mayor cooperación y confianza global.

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Julen 24/03/2020 - 05:52

Sí, quizá mejor nos quedamos con el mensaje final de Harari y todo esto sirva para tomar conciencia de que no hay otra que echarnos una mano mutuamente si queremos salir de esta con la cabeza alta. Mucho ánimo, Germán. Espero que estéis todos bien.

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Isabel 24/03/2020 - 11:54

Hola Julen.
Al hilo de este post, y siguiendo los enlaces, he leído algunos anteriores y el interesante debate entre Amalio y tú en los respectivos blogs, en el que he visto reflejadas mis propias dudas y debate interno: “sí, pero…” Y como suelo hacer siempre que algo se me hace demasiado confuso por su complejidad, vuelvo la mirada hacia el contexto próximo para poder concretar pequeñas preguntas.

En mi caso, hace algunos años que las circunstancias me impusieron un frenazo brusco y, pasado el primer shock con las correspondientes medidas de supervivencia, tuve bastante claro que había muchas cosas que sobraban en mi vida. Con esto quiero decir que, aunque me está muy bien esta “aparente reflexión” general sobre el valor de las pequeñas cosas, parece que solo se valora el hecho de recuperarlas, no de simplificar o cambiar. Como si el mundo estuviera pensando en el atracón que se va a pegar tras un tiempo de dieta rigurosa.

Comparto tus temores sobre la intromisión del estado en el espacio privado, pero no deja de sorprenderme que no queramos asumir la parte de responsabilidad individual que tenemos en los cambios que se necesitan. Lo cierto es que no se afronta la necesidad de definir qué clase de estado se necesita y parece que seguimos con el efecto péndulo entre el “no te entrometas” y “soluciona esto ya”.

Me estoy alargando con el comentario y no quisiera ser descortés. Supongo que son el tipo de reflexiones que me llevarán de nuevo a mi blog.

Deduzco que estáis bien, al menos en lo fundamental. Por aquí todo (más o menos) bajo control. Un abrazo 🙂

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Julen 27/03/2020 - 08:11

Son tiempos complicados para todo el mundo, supongo. Es como si estuviéramos en un experimento social de dimensiones faraónicas. La idea que todo el rato me asalta es: cada cual tenemos que dar lo mejor que tenemos en estos momentos. No nos podemos permitir el lujo de no aprender, de no analizar, de no darnos ánimos. Como siempre, desde una mirada crítica. El otro día le escribía un comentario a un colega de por aquí en un blog:
Los GAFAM de turno ya lo saben todo de nosotros. Ahora es el estado quien quiere saberlo. Por nuestro bien, claro está. Con el 11S dimos un paso: Seguridad 1 – Libertad 0. Snowden como referencia post-11S. Ahora no son los Estados Unidos, son otros países los que dan el paso: Seguridad 1 – Privacidad 0. Todo por nuestro bien. Pero a ver quién controla lo que saben estados y grandes corporaciones de nosotros. El mensaje de «relájate y disfruta» es peligroso. El control social chino de repente es referencia de éxito. Quién nos lo iba a decir. Solo es cuestión de que lo sepan todo de nosotros. Negocio redondo: personalización si ves el vaso medio lleno y darwinismo salvaje si lo ves medio vacío.
Más o menos estos son mis temores. En fin, como decía, a apretar y dar lo mejor. Tenemos que salir mejor de como llegamos, Isabel. Un beso muu fuerte para todos vosotros.

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