Coronavirus y estado de shock, ojo con lo que se decide

by Julen

No sé cómo será el día después de que dejemos atrás la pandemia del coronavirus, pero lo que sí sé es que será una nueva oportunidad de poner a prueba lo que Naomi Klein nos explicó en La doctrina del shock. Sí, con un subítulo bien elocuente para que lo entendamos bien: El auge del capitalismo del desastre. ¿Estamos ahora con la crisis del coronavirus en un auténtico desastre? Júzgalo tú misma. Mira a tu alrededor, lee la prensa, repasa Twitter. ¿Qué? ¿Estamos ante un desastre? Mucho me temo que el momento actual es otro fabuloso laboratorio para tomar decisiones de un calado inmenso mientras, como sociedad, la anestesia es total. Ahora mismo no estamos en disposición plenamente consciente de entender lo que se avecina.

Amalio Rey publicó este domingo pasado, día 15, un post que te recomiendo leer: Coronavirus, la broma infinita. El hombre se ha puesto a escribir y no había forma de parar. Así que le han salido 16 reflexiones, cada una de ellas con su propia línea argumental. Ahí hemos estado discutiendo, argumento va, argumento viene. El artículo da su juego. Yo le dejaba un comentario a cuenta de algo que me preocupa y tiene que ver, como podéis deducir del primer párrafo, de la visceral necesidad percibida hoy de que hacen falta decisiones drásticas y decisiones rápidas. Nada de consensos que provoquen largas discusiones; necesitamos acción. Luego ya se verá. El mismo Amalio comenta en su artículo las críticas que ha recibido el consejo de ministros del sábado por consumir tanto tiempo. ¿Acaso no era tema complejo como para llevar tiempo? Pues parece que no, que había que decidir ya; cuanto antes, mejor. Y sí, claro que había que decidir rápido, pero ojo con lo que se decide en estos momentos.

Por poneros en contexto respecto a lo que comentaba al principio sobre la doctrina del shock, os dejo más abajo un par de extractos sacados de su libro. Los dos capítulos de la primera parte del libro de Naomi Klein se dedican a explicar, en planos paralelos, cómo funcionan los laboratorios de tortura. Comienza por el más conocido, el de Ewen Cameron y los experimentos de la CIA para fulminar la menta humana y luego reconstruirla como mejor convenga. Por su parte, el segundo capítulo explica cómo se reprodujo esa sistemática en el ámbito económico. La autora se sirve del modelo de Milton Friedman y la Escuela de Chicago para ilustrarlo. El gran ejemplo del que se sirve es el 11S. Tras este shock cambian radicalmente las reglas: se puede hacer lo que antes era impensable. ¿El argumento? Lo hacemos por tu seguridad. Punto final.

Escribe Naomi Klein en su libro:

Uno de los manuales de la CIA ofrece una explicación particularmente sucinta: «Se produce un intervalo que puede ser extremadamente breve, de animación suspendida, una especie de shock o parálisis psicológica. Esto se debe a una experiencia traumática o subtraumática que hace estallar, por así decirlo, el mundo que al individuo le es familiar, así como su propia imagen dentro de ese mundo. Los interrogadores expermientados saben reconocer ese momento de ruptura y saben también que en ese intervalo la fuente se mostrará más abierta a las sugerencias, y es más probable que coopere, que durante la etapa anterior al shock. La doctrina del shock reproduce este proceso paso a paso, en su intento de lograr a escala masiva lo que la tortura obtiene de un individuo en la sala de interrogatorios.

Y continúa más adelante:

Así funciona la doctrina del shock: el desastre original –llámese golpe, ataque terrorista, colapso del mercado, guerra, tsunami o huracán– [aquí añadiríamos coronavirus] lleva a la población de un país a un estado de shock colectivo. Las bombas, los estallidos de terror, los vientos ululantes preparan el terreno para quebrar la voluntad de las sociedades tanto como la música a toda potencia y las lluvias de golples someten a los prisioneros en sus celdas. Como el aterrorizado preso que confiesa los nombres de sus camaradas y reniega de su fe, las sociedades en estado de shock a menudo renuncian a valores que de otro modo defenderían con entereza.

China comienza a aparecer como ese gran país que ya ha sido capaz de contener al virus. La tecnología, en este caso los teléfonos móviles, se ponen de ejemplo porque han servido para controlar la expansión de la epidemia. El estado necesita saber de ti en todo momento porque esa es la vía para asegurar que haces lo que tienes que hacer. La sociedad parece justificar el Gran Hermano por un bien de naturaleza mayor: es la forma en que salvar vidas. Touché! El shock cumple su función: sí, aceptamos la invasión de intimidad porque, si no (simplificando y perdón por la broma), moriremos todos.

Amalio se pregunta también por lo adecuado de criticar al gobierno. Asumimos que estamos en un momento de lealtad con nuestros dirigentes (o algo parecido). Estamos dispuestos a ceder porque estamos en shock. Las críticas que proceden del resto de partidos solo representan esa parte del guion que no pueden dejar de representar. Los dirigentes en el poder aluden a la excepcionalidad y dicen que van a coordinar las actuaciones con las comunidades autónomas. La palabra, obviamente, no procede. Es simple: van a imponer y piden para ello que la actitud sea sumisa. No jodáis ahora, con la que está cayendo, por favor. Y sí, es lo que toca, la opinión pública está de su lado: hace falta ejército en la calle para controlar. Controlar no al virus (que no pueden), sino a la gente que lo porta. Insisto, es por salvar vidas, es por nuestro bien.

¿Es irresoluble y tenemos que aceptar que es mejor una decisión única que no un montón de diferentes decisiones en materia de prevención del coronavirus? ¿Solo en este caso o ya, de paso, servirá de ejemplo para otros? ¿Es mejor que hubiera un mando central único? ¿En qué nivel territorial? ¿Hablamos de la Unión Europea o por qué no del mundo? ¿Mejor que haya una persona a nivel planetario que tome la decisión? Insisto, estamos en shock y ahora mismo el delirio puede conducirnos a aceptar lo que en otro momento sería impensable.

El desastre traerá grandes beneficios. ¿Acaso no van a frotarse las manos las GAFAM de turno ahora que van a disponer de más argumentos para la digitalización? Si tienes una plataforma de formación online, ¿no estarías dando saltos de alegría? Y las grandes compañías de telecomunicaciones, esas que son las campeonas en las multas por saltarse las leyes de protección de datos y en ethicswashing, ¿no van a hacer más y más negocio a partir de ahora? ¿Y qué decir de los malos de la película, todos esos que pueden atacar los fallos de ciberseguridad con el aumento del tráfico que acontecerá en estas fechas?

Me creo que este shock no es inducido a propósito. No, no llego a semejante estado de paranoia. Pero quizá no hace falta que el capitalismo global genere los shocks. Sirve con que un (supuesto) ciudadano chino cometa una irresponsabilidad en términos de estricta cultura occidental para que tengamos el shock vivito y coleante. Solo hay que esperar que la naturaleza humana siga su curso y de vez en cuando aprovecharlo para modificar las reglas del juego. La democracia también se la juega con el coronavirus. Imaginad que la pandemia se extienda en África y mirad a las fronteras de la sacrosanta Europa. ¿Qué mejor razón para cerrarlas a cal y canto? Sí, la democracia y los derechos humanos también se la juegan con el coronavirus. Y sí, qué casualidad que ahora, en medio de este tsunami informativo, nos enteremos de que el rey hijo mata al padre para intentar salvar la corona.

La imagen es del Otis Historical Archives National Museum of Health and Medicine en Flickr.

Artículos relacionados

11 comentarios

Juanjo Brizuela 17/03/2020 - 09:00

en estos momentos surgen demasiadas preguntas o no sé si el problema es que no nos hacemos preguntas. Y quizá se parapeten en que no es el momento de hacerlas, ¿puede ser esto, Julen?

Responder
Julen 17/03/2020 - 10:12

Juanjo, la situación es delicada, me temo. Y seguro que, como siempre, va a haber quien gane con todo esto. En general, el impulso hacia la digitalización ya está aquí: más virtualidad y menos presencialidad. Hacernos preguntas siempre es sano y más ahora que han bajado nuestras defensas. No lo sé, tengo claro que hay que ser optimista, pero, como siempre, con dosis adecuadas de pensamiento crítico porque estamos ante una situación excepcional.

Responder
amalio rey 17/03/2020 - 10:02

Julen, gracias por la reflexión y por tomar mi post (y la doctrina de Klein) para airear esta complejidad, incluso discrepando en pequeños detalles. Ya intercambiamos en mi blog sobre este dilema porque creo que lo es. No es falso, es real. Es verdad que los dilemas pueden convertirse en falsos si consigues el “y” en vez del “o”, pero yo creo que siempre se va a dar esa tensión entre seguridad y libertad en momentos de emergencia-shock y encontrar el equilibrio perfecto es un imposible. De ahí el dilema en el sentido de ver hacia dónde terminamos sesgando la solución entre los dos objetivos.
Pienso sinceramente que es un ejercicio muy saludable ponerse del otro lado, como haces tú, para activar las alertas y evitar que la doctrina de Klein despliegue todo su poder. Estoy totalmente de acuerdo que en el #11S ocurrió exactamente eso. Reconociendo que puede haber puntos en común en la lectura geopolítica y crítica de la Torres de NYC y el Coronavirus, pienso que también hay enormes diferencias que en mi caso me hacen primar la seguridad aunque tenga que renunciar, temporalmente, a cuotas de libertad. Lo que quiero decir es que hay “shocks” y “shocks”. No se pueden meter todos en el mismo saco. Sería largo entrar ahí, pero realmente lo pienso. Solo por resumir, la naturaleza sanitaria y contagiable (ataca a todos, todos están en peligro, “malos” y “buenos”) y el hecho de que el factor desencadenante no pueda vincularse directamente a ningún incentivo geopolítico (a pesar de las paranoias empresariales y de otros tipos que unos ilustrados nos vendieron con vehemencia), hace que esta emergencia invite a una mayor colaboración internacional y a que estemos más propensos a bajar las defensas.
Creo, de verdad, como ya te dije, que esta crisis significa una amenaza tal que está bien que “estemos dispuestos a ceder”. Además de shock, es convencimiento. A más tardemos el convencimiento, peores consecuencias. Cada vez dudo más de cierto relativismo absolutista, que conduce a la parálisis. Tenemos que asumir prioridades que tensionen ese dilema del que te hablé antes. A pesar de mis reticencias, creo que “hacen falta decisiones drásticas y rápidas” aunque dentro de esa urgencia estiremos temporalmente la reflexión todo lo que podamos para tomar buenas decisiones. Pero, Julen, como nos tomemos demasiado en serio la doctrina de Klein, llegaremos tarde a todo. De nuevo, ahora mismo lo tengo claro: seguridad antes que libertad.
En cuanto a tu pregunta, muy acertada, de si es mejor una decisión única o un montón de diferentes decisiones en materia de prevención del coronavirus, ya te comenté en mi post que lo de «probar métodos diferentes para diferentes lugares» tiene bastante sentido pero necesitamos, sí o sí, una acción coordinada a nivel global, así que yo lo plantearía siempre de este modo: «tu prueba esto, yo pruebo aquello, y en un mes revisamos los resultados, y vemos qué es lo mejor», pero coordinando las iniciativas, y no cada uno por su cuenta, como si los países fueran burbujas impenetrables.
Por cierto, parte de la lucha que tenemos con los “derechos humanos” tiene que ver con salvar vidas, y no solo los derechos políticos. A veces nos olvidamos, desde el rico Occidente, que el primer derecho humano es preservar la vida con dignidad. Si tenemos miles de muertos, ya me dirás. Ese es el primer “derecho humano” que yo saldría a defender al coste que sea, aunque eso implique pérdidas temporales de libertad. Dicho esto, tienes razón con que debemos permanecer vigilantes, pero primero, hay que apagar este fuego que nos puede devorar.

Responder
Julen 17/03/2020 - 10:26

El tiempo nos pondrá en nuestro lugar, no hay duda, Amalio. Situaciones como esta creo que veremos pocas en nuestra vida y nos aboca, en cierto modo, hacia lo desconocido. Las dinámicas de lo global se imponen porque nos dicen que la transmisión del virus es universal y no sabe de geografías políticas. La tierra es plana. No hay comunidad local que consiga resiliencia suficiente frente a la pandemia porque no depende de ella, sino del conjunto de la gente que habitamos en el planeta. De ahí que el argumento de la urgencia se impone. Hay que salvar vidas. Lo que no soy capaz de saber es si las decisiones «globales» que nos venden son las mejores. El estado tiene el derecho y la obligación, según parece, de controlarme por el bien común. Lo acepto. Soy un mar de dudas, Amalio.

Responder
amalio rey 17/03/2020 - 10:35

«Lo que no soy capaz de saber es si las decisiones «globales» que nos venden son las mejores» => ¡¡Yo tampoco!! pero en un escenario así, de puro cisne negro precipitado, es casi un imposible esperar que lo sean 🙁

Responder
Julen 17/03/2020 - 10:38

Pues nada, solo nos queda desearnos suerte y activar el modo optimista. Vendrán mejores tiempos para el Betis 😉

Responder
José Miguel Bolívar 17/03/2020 - 12:38

Muy ilustrativo el post y muy enriquecedora la reflexión. No me había parado pensar en este tipo de impactos/consecuencias.
Un motivo más para preocuparnos —positivamente, eso sí— por la post-pandemia.
Abrazos!

Responder
Julen 18/03/2020 - 06:07

Quizá soy un poco paraonico, José Miguel. No sé, en su día el libro de Naomi Klein me impactó. Los experimentos en los laboratorios de tortura ponían los pelos de punta, pero eran casos individuales. El método, aplicado en forma colectiva, es un salto cualitativo. Ahora es evidente que estamos en shock. Solo espero que salga lo mejor de cada cual. La situación lo requiere. A ver si lo conseguimos. Mucho ánimo.

Responder
Marta Bolívar 17/03/2020 - 13:04

Hola Julen!
Me ha encantado el post. Es cierto que parece que la opinión general en este tipo de situaciones es que se actúe rápido, independientemente del consenso (algo que personalmente, pienso que es entendible pero insuficiente). Por eso, pese a la crisis que vivimos, pienso que es necesario hacerse estas preguntas, replantearnos cómo concebimos nuestros derechos, nuestra privacidad, nuestros espacios… y más con el sentido crítico (y el sentido común) que puede palparse en este post. Muchísimas gracias por esta invitación a la reflexión
Un abrazo

Responder
Julen 18/03/2020 - 06:03

Gracias, Marta. Toca, también, PENSAR. Y en situaciones de anestesia social, a veces nos cuelan goles. Solo espero que como sociedad aprendamos de esto que está pasando y se refuercen los vínculos y la solidaridad. Aunque, mientras tanto, no quiero ni pensar en lo que el primer mundo puede hacer con quienes desde África, Latinoamérica o países en guerra quieran cruzar fronteras. Nosotras, por aquí, somos personas afortunadas para como tenemos el mundo por otras partes, ¿no te parece? Mucho ánimo con el confinamiento. Besos a metro y medio 😉

Responder
Libertad, igualdad, sororidad | Doce Miradas 19/05/2020 - 18:31

[…] testosterónicos, llega una crisis sanitaria global que nos deja en estado de shock y, como nos recuerda Julen Iturbe al citar a Naomi Klein, y también nos recordó en su momento María Puente a propósito del apocalipsis zombi, he ahí la […]

Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.