Aprender a teletrabajar en sus dosis justas, el gran reto postcoronavirus

by Julen

No hay duda de que el terremoto del coronavirus marca un antes y un después a nivel laboral en eso que denominamos teletrabajo. Los contactos físicos representan la amenaza más seria para la transmisión del virus. Así pues, la decisión no podía ser otra: señoras, señores, bienvenidos al teletrabajo. Por supuesto que las mofas y chistes están asegurados. No hay más que irse al Mundo Today: Ferrovial se suma al teletrabajo y sus empleados tendrán que construir autopistas y vías de tren desde casa o esta otra «noticia» más antigua, pero más demoledora: Un estudio demuestra que trabajar desde casa dejando que tu jefe se mude contigo y te vigile por encima del hombro es más productivo que hacerlo desde la oficina. Sea como sea, parece que ahora sí, hay que teletrabajar, por lo civil o por lo militar.

Desde luego que hay actividades profesionales que no lo permiten. Muchos gremios tradicionales se quedarán al margen, por ejemplo. Eso sí, me viene muy bien el caso de un proyecto reciente con una empresa de máquina herramienta. No veáis cómo en la actualidad se pueden monitorizar máquinas a distancia. Al incorporar cada vez más sensórica es más fácil seguir su funcionamiento y tomar medidas preventivas de acuerdo con la información de que se dispone. Y sin moverse un palmo de donde estás, con lo que se evitan los desplazamientos al lugar en el que está instalada la máquina en concreto. No obstante, como decía, hay actividades difícilmente teletrabajables.

En mi caso, por ejemplo, ya me han postpuesto un curso y tres más que venían en camino me parece que van a acabar con el mismo destino, si es que definitivamente no son cancelados (en vez de aplazados). Es un considerable impacto económico, pero, como siempre, importa la actitud: al mal tiempo, buena cara. Ya saldremos adelante. En la universidad, por ejemplo, nos están diciendo que nada de suspender clases sino que hay que trasladarlas a soportes online. Nos recomiendan, en nuestro caso, usar Google Meet, Adobe Connect y Moodle. A ver cómo salimos de esta. No debería ser tan difícil cuando ya impartimos programas exclusivamente online, ¿no?

Los nostálgicos del lugar nos dirán que nada como el contacto físico, directo, con quienes sean nuestros clientes, proveedores o colegas de trabajo. En esto se incluye a nuestras alumnas y alumnos. Sin embargo, mi reflexión va por otro lado: la calidad de la relación guarda relación directa con la calidad de sus soportes tecnológicos. Y hay que empezar, claro está, por la calidad de las conexiones. Solventado esto, habrá que pararse a ver lo que ofrecen hoy en día las diez mil herramientas tecnológicas de que disponemos.

Así pues, se nos insta a teletrabajar. Aparecen un montón de artículos sobre herramientas, otros con consejos varios en cuanto a las actitudes y miles de tips que nos pueden ayudar a hacerlo con efectividad. También, me parece, va a aflorar la obsolescencia de mucha normativa y estructura burocrática pensada bajo el mantra del control. Pero en general creo que podemos considerar todo este follón como una enorme oportunidad de aprender:

  • ¿Realmente eran necesarios todos esos costes de la presencialidad cuando las tecnologías nos ofrecen cada vez mejores soluciones para mantener encuentros síncronos? ¿No merecería la pena impulsar un proyecto específico para potenciar esta vía por lo que además supone de minimizar desplazamientos y evitar, en su caso, la emisión de gases nocivos a la atmósfera o incluso mejores oportunidades de conciliación?
  • ¿Qué competencias digitales tenemos que desarrollar para sentirnos cómodas en este nuevo tipo de contacto con mediación de la tecnología?
  • ¿Qué tecnologías son las que mejor nos conviene utilizar en función de las actividades profesionales que llevamos a cabo?
  • ¿Cómo organizamos la información y las herramientas digitales para que cualquiera entienda las reglas del juego y se sienta a gusto con esta nueva forma de trabajar?

Insisto, estoy convencido de que, como siempre, esta crisis nos va a hacer aprender. Es cierto que pasamos sobre un terreno pantanoso: la forma en que nos relacionamos como personas. Siempre hemos necesitado y seguiremos necesitando el contacto directo, pero los avances tecnológicos nos deben ayudar a emplear la cabeza. Pasará la crisis del coronavirus y tendremos que volver, poco a poco, a la normalidad. Ciertos protocolos deberán cambiar. En la docencia universitaria seguro que aprendemos a mejorar nuestros recursos online. Aprenderemos a diseñar experiencias que incluyan el canal digital y que exijan corresponsabilidad por parte del alumnado. Aprenderemos a aprender de otra forma, con una mediación más madura de la tecnología.

No hay duda, aprenderemos porque no queda otra. ¿Un acto de fe? Algo tiene, desde luego. Lo prefiero así. No nos podemos permitir el lujo de ser pesimistas. No ahora.

Imagen de oh0725 en Pixabay.

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1 comentario

Somos dos trabajando en casa y desde casa – Consultoría artesana en red 10/04/2020 - 05:30

[…] Desde 2003 parte de mi jornada laboral transcurre en este lugar desde el que escribo este post y estoy acostumbrado a gestionar los límites de lo laboral. Somos privilegiados. Tenemos un despacho con dos mesas de trabajo amplias, un sillón para leer […]

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