El currículum, no lo olvides, nos lo han presentado como una herramienta para vender a la persona profesional que cada cual somos. En una sociedad en la que nos han grabado a fuego que hay que elevar nuestro valor de mercado, no había duda alguna de que había que inflar el currículum, en forma y en fondo. Aceptada la mayor, quedaba a libre criterio de cada cual la cantidad y calidad de la exageración de los méritos. La tentación estaba ahí y no ha sido nada difícil encontrar a quienes han traspasado la raya de la decencia.
Albert Rivera fue doctor, luego se quedó en doctorando y máster. Es solo un ejemplo. De inmediato sale alguien en la tele, uno de los suyos, y nos explica que es doctorando porque hizo algún que otro curso de doctorado. Y se queda tan pancho. Vaya nivel. Como siempre, la duda final es si quien dice eso es ignorante o si miente a conciencia. Y no sabe uno qué es peor. Quizá lo segundo, vale.
Yo me he cascado los tres últimos cursos académicos sumergido hasta las trancas en el doctorado. Pues bien, he estado releyendo un artículo que tenía guardado de hace ya casi un año: ¿De verdad sirve para algo el doctorado? Lo escribió Mar Villasante en El Mundo. El artículo era interesante porque tomaba una cierta postura crítica y a partir de varios informes trazaba un panorama en torno a los estudios de doctorado en la actualidad. Según datos que se aportaban en el informe Panorama de la Educación de la OCDE 2017, el 0,8% de la población española de 25 a 64 años tiene estudios de doctorado, «una élite principalmente llamada a la investigación y a la docencia universitaria y que, aún de manera incipiente, ha empezado a recalar en el entorno empresarial».
El artículo hace también alusión a una propuesta proveniente de la Real Academia de Doctores de España. Por cierto, suena un poco rancia esa denominación, ¿verdad? Bueno, a lo que íbamos, que esa gente había redactado un sesudo informe: Análisis y revalorización de los estudios de doctorado en España. En él «hacía algunas recomendaciones relacionadas, entre otras cosas, con la introducción de mecanismos que aseguren que las tesis doctorales suponen una aportación original y significativa al avance del conocimiento, la financiación de los estudios, la cualificación de los directores y de los tribunales de evaluación de las tesis o la prevención de fraudes y plagios». Uno de los problemillas detectados era nada más y nada menos que el 85% de las tesis doctorales que se defienden reciben la calificación de cum laude. Sí, yo también estoy en ese saco.
Mentir en el currículum, decía antes, siempre ha sido una tentación. Sobre todo, si a través de él viaja la posibilidad de encontrar un trabajo o de crecer profesionalmente. Claro que la fiebre actual por másters y doctorados es una verdadera epidemia. Seguro que miles y miles de ciudadanos, de a pie o encumbrados al poder, habrán andado revisando las mentirijillas que cuentan en sus currículums. La presión laboral obliga: o te vendes ahí o no eres nadie. Y ojo con la forma en que lo presentas. Hay que modernizarse y adaptar el contenido a los nuevos tiempos de la digitalización ubicua.
Todo esto deriva en una lectura triste y descorazonadora. Por un lado, alumnas y alumnos que se habrán esforzado por lo que regalan a gente con poder e influencia. Por otro, instituciones vendidas y organismos de control que se retratan de la peor forma posible. Y, además, esa cultura de cachondeo que se extiende: para qué estudiar y esforzarse si se puede jugar la carta del trapicheo. Quienes nos hemos esforzado por sacar adelante estudios, sean cuales sean, no podemos caer en la depresión de que nuestro esfuerzo no ha servido para nada.
Yo sería ejemplar con los tramposos. Mentir en los méritos te inhabilita para que seas persona de fiar. Vale, habrá grados en la mentira. Pero los personajes públicos y la gente en el poder no puede engañarnos. Ya sabemos que tienen algunas cosas más fáciles, pero que encima se rían de nosotros a la cara mintiendo en lo que son no es de recibo. Sí, sería ejemplar. El noble arte de inflar el currículum tiene un límite. Y sí, acepto que tienes nivel avanzado en inglés 😉
La imagen es de Geoff Gallice en Wikimedia Commons.
2 comentarios
Con los casos que hay de másteres y tesis, centrarse (‘es solo un ejemplo’) en el ‘doctorando’ de Rivera no parece inocente. Y sin embargo Pedro Sánchez ni se menciona, y eso que un negro le ha hecho la tesis, llena de plagios, y se la han aprobado unos amiguetes cum laude. Eso sí que hubiese sido un buen ejemplo para tu explicación, ¿no crees?
Si no hubieses metido ese párrafo el resto del artículo podría ser una interesante reflexión.
Ejemplos, me temo, los vamos a tener a manos llenas. Y en la clase política con especial saña. Me da igual que nos fijemos en unos o en otros. Me da que hay un problema de dejación en los controles. Lo de Rivera, lamentable. Lo de Sánchez, no parece, desde luego, como para dar ejemplo. Ale, ya lo hemos dicho. No problem 😉