Cuando Airbnb se vuelve odioso

by Julen

Albert Cañigueral ha escrito un artículo en el blog de Consumo Colaborativo donde se hace eco de la noticia publicada el lunes en diversos medios sobre la multa que el Ayuntamiento de Barcelona ha impuesto a Airbnb por listar pisos sin licencia en sus plataformas. Enlaza, por cierto, en ese artículo a una colección de tres vídeos del reciente OuiShare Fest BCN 2015 muy recomendables.

Creo que en el fondo se está llegando a un peligroso destino: aquel que empieza a hacer odioso a los ojos de una gran parte de la población a quien alquila su piso a través de este tipo de plataformas. Ya apunté por aquí este «bajo» concepto de la explotación de recursos ociosos como un modelo de capitalismo extremo. No es mía la idea sino que está tomada de Jeremy Rifkin. El caso es que naturalmente es difícil resistirse a hacer negocio con cualquier cosa en un momento de crisis. Y si se me apura, casi da igual que haya o no crisis: la tentación del dinero ahí está. Junto a la oferta profesional la que proviene del amateur. Dinero es dinero.

Alquileres Airbnb Barcelona

Daniel Verdú publicó en El País también hace unos días un artículo que recomiendo: El efecto Airbnb en el vecindario. Aporta algunos datos de lo que está ocurriendo en Barcelona, concretamente en La Barcelona y en el Barrio Gótico:

La Barceloneta y la mayoría de barrios que acumulan los anuncios de Airbnb poseen una renta familiar por debajo de la media de la ciudad, algo que sumado a la subida de alquileres dificulta la permanencia de los residentes originales. Este antiguo barrio de pescadores, que un día dividió sus pisos en cuartos para hacer frente a su sobrepoblación, ha perdido ahora un 6,6% de vecinos en los últimos años, pese a que la caída global en Barcelona ha sido solo del 0,6%. En el Gótico, por ejemplo, donde el incremento del precio del alquiler en un año ha sido del 6% y reúne la mayor concentración de anuncios de Airbnb de la ciudad (un piso turístico por cada 9,2 residenciales), ha perdido un 17,6% de población, según el padrón municipal. El resultado de este proceso, profundamente vinculado al turismo, son barrios más caros con menos vecinos empadronados.

Hace falta quizá un análisis más profundo y con mayor perspectiva en el tiempo para ver lo que está pasando pero el problema parece venir de la inflación de oferta Airbnb en determinadas zonas. El exceso siempre es un obstáculo. Llega un momento en que más es menos, como comentábamos en el caso de París. La vida de barrio a veces parece frágil y puede sucumbir ante estas modernas tentaciones de hacer caja con el nuevo El Dorado: una habitación libre.

Albert, una opinión desde luego cualificada, cita la necesidad de que este tipo de organizaciones (Airbnb y similares) sean más transparentes e impulsen alianzas con otros sectores, además de solicitar a las administraciones no tanto litigar sino legislar. De acuerdo, pero me temo que este nuevo negocio ultramillonario para sus fundadores empieza a ser más problema que solución cuando aterriza como elefante en cacharrería en ciertos barrios. Emerge entonces una nueva ley de la selva donde enseguida surge la tentación de hacer de Tío Gilito.

Para la gente implicada en la vida de barrio me temo que Airbnb pasa a ser algo odioso porque no aporta sino incordio. Hay que regular esta lujuria, estamos de acuerdo, pero mientras sucede no está de más que se corten los excesos. Sí, también con multas. A Dios rogando y con el mazo dando. La vivienda es un asunto muy sensible socialmente. Hacer dinero con recursos ociosos es legítimo pero ya puestos a analizar de qué va esto de Airbnb no acabo de pillar qué tiene de colaborativo y qué aporta a una manera no competitiva de operar en el mercado. Oferta y demanda, más claro, agua. Y a lo bestia, por lo que se ve, en ciertos barrios.

Conclusión: si Uber ha visto cómo ciertos colectivos se levantaban en armas contra su oferta, ahora puede ser la ciudadanía rasa, la de a pie, «la del barrio» la que se oponga a esta odiosa manera de cargarse su esencia. Airbnb es una tentación pero también una amenaza. Habrá que ver los siguientes capítulos de la serie.

Más artículos sobre economía colaborativa en este blog.

Artículos relacionados

26 comentarios

Nick 23/12/2015 - 09:07

Ya hace muchos años, cuando salía con los amigos a beber a lo viejo, en donosti, comentábamos que su destino era convertirse en «viejolandia», una suerte de escenario para GUIRIS, con barras de pinchos en tecnicolor y mucha mayonesa.
Hoy, aquella idea está más cerca de lo que nunca supusimos y los locales ya no frecuentamos el barrio de semana santa a octubre, pues la avalancha veraniega lo convierte en otra cosa, algo desconocido.
Aún no es Barcelona. En realidad, ¿quien querría vivir en el barrio gótico?

Demos a los turistas espacios reservados, llenos de alcohol, drogas y sexo entre borrachos y ordeñemos sus carteras al salir.

Responder
Julen 23/12/2015 - 18:50

Dejamos tu última frase para la posteridad :-)))
Desde luego que esto de ordeñar turistas es lo que se lleva. Debe ser lo que sustituye a la industria siderúrgica 0_0

Responder
Venan 23/12/2015 - 09:22

La otra plataforma de controversia, Uber se inventa una nueva manera de sortear la normativa legal en Madrid:http://cadenaser.com/ser/2015/12/22/ciencia/1450792521_898335.html

Responder
Julen 23/12/2015 - 18:48

Ya, creo que estamos en ese momento donde la ley va clarísimamente por detrás de los acontecimientos (como suele ser habitual). Pero lo que mosquea de estos fenómenos es la forma en que avasallan. Vale que hay un poder nuevo emergente frente a la oferta de servicios tradicional, pero creo que al final la ciudadanía se va a volver en su contra.

Responder
Miguel Ángel 23/12/2015 - 13:07

¿Porqué lo llaman economía colaborativa cuando es mercantilismo salvaje?

Responder
Amalio Rey 23/12/2015 - 16:22

El caso que describes es un ejemplo perfecto de lo complejo que se ha vuelto todo, y de lo necesario que es el analisis sistemico de las cosas para anticipar efectos colaterales y abordar las soluciones de una manera holistica. Dicho esto, tengo dos dudas respecto de tu argumento: 1) Si quiero alquilar parte de mi casa, porque no me alcanza la pasta para llegar a fin de mes o porque «me sobra» espacio y quiero rentabilizarlo, ¿cómo luchar contra eso? ¿se puede prohibir? (una vez que se paguen las tasas fiscales correspondientes al convertirse en una fuente de ingresos lucrativos), 2) ¿Por qué necesariamente se vuelve «odioso» un mecanismo que atrae a visitantes, a turistas, al barrio? Entiendo los riesgos, pero creo que cuando un barrio se abre a visitantes, a gente de distintos sitios, trae cierto cosmopolitismo, y tambien «compradores» que pueden activar economicamente al barrio, asi que me pregunto si eso no se puede ver tambien positivamente. Son dudas más que afirmaciones, como puedes constatar. Solo sé que no sé nada con tanta complejidad 🙂

Responder
Julen 23/12/2015 - 18:45

Pues sí, asunto complejo. A lo que comentas:
1- Pasa lo mismo con la regulación de bares. Cuando hay «saturación» lo lógico es regular y prohibir la apertura de nuevos establecimientos. Hay unos límites que los debe establecer la legalidad. Tu libertad está limitada por la ley.
2- Se vuelve odioso por el exceso. Traspasado un límite lo que podía ser revitalización se convierte en contra.
La cuestión está en un «justo medio» de oferta/demanda. Quizá lo que está pasando no sea sino la tendencia de que el libre mercado se vuelve salvaje cuando no se actúa con cierta inteligencia regulatoria. Y mira que lo digo yo, que tantas veces me quejo del exceso de regulación… 😉

Responder
David 24/12/2015 - 11:51

Tienes razón Julen, habra que esperar a ver que nos deparan los proximos capitulos. Excelente articulo!

Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.