En un mundo interconectado es difícil escapar a la teoría de sistemas. Que la tecnología, por ejemplo, avance en determinado campo de manera espectacular es motivo de celebración. Pero al mismo tiempo ese hecho provoca la aparición de cuellos de botella en otros puntos del sistema. Los óptimos locales no generan óptimos globales. Y de ahí que no sea a veces buena decisión magnificar los avances en un determinado campo si no van acompañados también de progreso social en el más amplio de los sentidos.
Pongamos el caso del coche sin conductor(a) de Google. ¿Dónde creéis que puede estar generándose un cuello de botella? No es en torno a aspectos tecnológicos, no. El cuello de botella está en la ley. O más allá incluso, en nuestras prácticas sociales interiorizadas. Que un vehículo «tome sus propias decisiones» nos enfrenta a modificaciones legales de hondo calado. No es solo una cuestión de modificar el reglamento de la circulación sino de resituar a los humanos frente a su tecnología.
Big Data está prometiendo mejores decisiones. Pero los humanos no somos capaces de (auto)aumentarnos las capacidades. Somos seres limitados, imperfectos, pasionales, desequilibrados. O sea, humanos. Y esta es la gracia del mundo. Al mismo tiempo, como suelo recordar de palabras de Eudald Carbonell, la tecnología nos hace humanos o más bien «transhumanos«. Sí, la tecnología nos diferencia del resto de seres vivos. Somos únicos creando tecnología. Así que esta capacidad, en gran parte, nos define.
Y ahí generamos otra paradoja más. Somos humanos gracias a la tecnología que creamos pero esa misma tecnología nos sitúa en un plano de inferioridad relativa cada vez mayor. Nuestras capacidades son las que son. Cierto que con la tentación de incorporar también capas tecnológicas a nuestro ser. Las leyendas de cyborgs van a ser (lo están siendo) moneda de uso corriente en los próximos años. Echa un vistazo a la historia de Neil Harbisson en esta charla de TED: I listen to color. ¿Implantes? No lo sé, pero debido a la tecnología que portamos empezamos a ser también pequeñas «máquinas» interconectadas por ondas.
No hay que pensar necesariamente en negativo. Podemos monitorizar lo que hacen personas que nos importan porque les colocamos emisores. No hace falta que nos llamen para decirnos que están bien. Ya lo sabemos. La tecnología suma. Pero la decisión de llamar para decir que estamos bien sigue siendo humana. Sí, quiero pensar que tecnología y sentimiento suman y se complementan. Pero también se abre un tenebroso escenario de competición. ¿De quién me fío más? La tecnología con sus datos me dice la «verdad». El ser humano lo que siente y percibe.
Aunque esto que comento lo estoy situando en el plano de las personas, en las organizaciones ocurre algo muy parecido. Un cosa es que los datos «asistan» para tomar mejor una decisión y otra bien distinta que los datos en sí desencadenen de forma automática la decisión. Porque en caso de conflicto, ¿a quién hacemos caso? Google se apresura a explicar que un par de incidentes con su coche sin conductor(a) no han tenido que ver con la tecnología sino con los humanos que intermediaban y que tomaron decisiones erróneas. ¿Quiere eso decir que la máquina habría decidido mejor?
Insisto, el avance tecnológico provoca una profunda reordenación de nuestras prácticas sociales. Disculpad que me ponga insistente con este tema, que ya trataba hace unos días en el post ¡Fuera humanos! Decisiones basadas en datos. Pero es que me parece un asunto fascinante. Tiempo al tiempo.
6 comentarios
[…] En un mundo interconectado es difícil escapar a la teoría de sistemas. Que la tecnología, por ejemplo, avance en determinado campo de manera espectacular es motivo de celebración. Pero al mismo tiempo ese hecho … […]
Excelente Julen. Ahora que ya he visto también el TED me impresiona aún más el tremendo abanico de enfoques que introduces en esta reflexión. Es de los post que me servirán de referencia en más de un planteamiento. Gracias!
Tanta idolatría a lo tecnológico… hay que introducir sentido crítico. No queda otra.
[…] a fin de cuentas el cambio a una escala logarítmica puede provocar, como explicábamos hace poco, cuellos de botella en otras partes del sistema. Y es bien evidente que ese progreso logarítmico deja muchas vergüenzas en este planeta en forma […]
[…] enseguida, al profundizar en la cuestión, surgen dificultades para hacerlo realidad. En el post Los nuevos cuellos de botella provocados por la tecnología ya lo tratamos. Ahora que ando profundizando en el mundo de Internet y las pymes industriales, algo […]
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