Recuerdo de mi etapa en Maier una conversación con quien era entonces gerente de la empresa en la que me decía que la «informática» -¿recordáis que se llamaba así?- siempre prometía proyectos en los que luego el resultado era la mitad de lo previsto y el plazo y el coste habían sido el doble. Él hablaba desde su experiencia. En aquella época nos peleábamos contra un ERP que dejó muchos heridos en el campo de batalla, demasiados. Y lo que era peor, una desconfianza respecto a todo lo que oliera a «informática» muy considerable.
Ayer por la tarde, hablando con Aitor Urzelai, salió en la conversación el asunto de lo «digital» -ahora lo llamamos así- en las pequeñas y medianas empresas en esta parte del sur de Islandia. Según parece la foto que se obtiene no es buena. Yo, en mi experiencia con MIK y por lo que ha sido mi contacto durante muchos años con empresas industriales, lo veo lógico hasta cierto punto. El ejemplo que he puesto antes, rescatado de la noche de los tiempos, creo que sigue siendo válido en muchos casos.
Un problema que se agrava hoy en día por las desmedidas promesas que llegan desde lo digital: transformación radical, ventaja competitiva inmediata, salto cualitativo. Sí, lo que queráis pero cuando llegamos a la arena y son las personas que curran día a día en la empresa quienes tienen que torear con los proyectos de implantación de lo que sea relacionado con lo digital, entonces llega la desilusión. Cada vez que prometemos con vehemencia desde lo digital se generan anticuerpos en la empresa «receptora».
También ayer por la mañana, en una reunión con David Sánchez, director general de MIK (eso dice su tarjeta que yo guardo con cariño porque la uso de marcapáginas, como bien sabe él), hablábamos de esto: la táctica para trabajar lo digital en las empresas que tenemos por aquí es fundamental. No creo que haya territorio más necesitado de buenos procesos de gestión del cambio que estos de los que hablamos. Porque lo peor del asunto no es que no consigas mejoras en competitividad sino que, además, dejes la sensación de que «ya está bien de que me quieras engañar».
Un proyecto serio de intervención en lo digital debería partir del negocio actual y utilizar, hasta donde sea posible, un lenguaje que tienda puentes con lo conocido. Vale que lo digital puede ser, según en qué casos, una innovación disruptiva. Vale. Pero hay que tirar de mucha mano izquierda para poner en marcha prácticas que incorporen lo digital en el discurso cotidiano de la empresa. A Genís Roca le escuchamos ya hace tiempo (¡¡2008!!) hablar de lo «1.5», ese territorio donde las empresas y sus directivos no se sienten «sobrepasados» por la tecnología. Si no la entienden es lógico que les genere urticaria. No saben manejarse en ese terreno y ven como una opción esconder la cabeza bajo tierra. Yo creo que también me la plantearía.
Pues nada, es solo una reflexión que me vino después de dos buenas conversaciones ayer. Una con el director general de MIK y otra con quien lo fue antes. Casualidad que fueran consecutivas en el tiempo. En cualquier caso, un placer, caballeros 🙂
7 comentarios
Buen post Julen. Parece claro y evidente que debe haber etapas intermedias en el tema de lo digital. Otra cosa evidente es que empieza a co-existir en las organizaciones dos formas de mirar internet, una como amenaza y otra como oportunidad. Cada vez prece más complejo la forma en que se coordina todo eso al contar con gente joven en las organizaciones. Entiendo que muchas empresas industriales siguen viendo internet como algo residual, pues en muchos casos no suele afectar a su cuenta de resultados en casi nada. Lo complejo es que hay muchas organizaciones que se mantienen al margen de muchas de tendencias sociales y cambios que se están produciendo en nuestro mundo.
Este que citas sí que es un problema: que las empresas vivan al margen de la sociedad… Más común de lo que parece.
Tal vez estemos en el momento de «redescubrir» las cosas de toda la vida que hemos olvidado con esto de la revolución digital. Al fin y al cabo, hace tan solo unos pocos años una máquina de escribir eléctrica era la cosa más moderna que existía en cualquier entorno de trabajo.
Pues puede que sí, Germán, puede que sí. Demasiadas falsas promesas desde la tecnología.
Amén, Julen. Hace tiempo que vengo pensando que lo «digital» está siendo mal gestionado por los profesionales de la cosa. Estoy de acuerdo contigo en que hay que trabajar con lo que se tiene y partir desde donde se está. El problema es que los «expertos sociales» (como una de las patas más visibles de lo «digital») tienden, y han tendido desde el inicio, a sobre dimensionar su labor y a ofrecer como casos de éxito gestiones que serían risibles en un entorno offline.
Lo «digital» ha de estar subordinado a lo que ya hay, y no al reves.
Grandísimo post, as usual
Y en estas cuestiones es donde tenemos que sacar lo mejor de nuestra experiencia para ver cómo acometemos los proyectos. Ahí podemos marcar la diferencia 🙂
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