Lo considero spam, no me gusta

La tentación es bien sencilla: te envío un correo electrónico «porque creo que te interesa». Vamos, que debería de estar agradecido. Personalmente has decidido por mí que cierto contenido me interesaría y me has incluido en una lista de personas privilegiadas a las que dirigirás tu correo. Sin pudor, sé que te va a interesar. Gracias, pero no. Déjame decidir. Pregúntame primero, ¿no? Es así de simple: solo te pido que me preguntes primero.

No sé en cuántas listas debo estar y tampoco quiero pensar que soy el rey del mambo y que represento a alguien absolutamente tentador. Me tengo por una persona de a pie, normal, que intenta decidir hasta donde puede, qué le interesa y qué no. Pero se ve que no lo hago nada bien porque cuatro de cada cinco correos que recibo es publicidad. De muy diverso tipo y a veces envueltos en la cosmética de «esa información que tanto te interesa», pero no cabe duda de que es publicidad.

Y yo, como un cascarrabias, haciéndome mala sangre. De vez en cuando busco ese enlace pequeñín en la parte de abajo de los correos para darme de baja. A veces lo hago pero ya me canso, me canso de tratar de ser decente y decirle a la gente que me saque de sus listas de correo. Que no, que soy un cardo, un antipático, un borde y un pedante y no quiero recibir tu apasionante información. So y tan imbécil que no quiero recibir tus maravillosas ofertas. No por defecto.

Cansado ya, tengo tres opciones: click en «suprimir», click en «spam» o filtrar esa dirección para desaparezca de forma automática de mi bandeja de entrada y que sea la tecnología la que lleve a cabo alguna de las acciones anteriores:  «suprimir» o  «spam». Y en esas andamos.

Debería relajarme y aceptar que esto es lo que hay. Como la crisis. «Relájate y disfruta», Julen, no seas imbécil y no te amargues con bobadas que no van a ningún lado. Tienes las herramientas para que esos correos no molesten. Ya, pero en mi subconsciente creo que queda una sensación de que Internet presenta un lado oscuro realmente tenebroso. Ese de invadir como sea la intimidad de lo que considero mi potencial mercado de clientes.

Supongo que hay mucho por hacer desde la ética relacionada con el marketing. ¿De verdad que esta es la forma? ¿Bombardeo descarado o bombardeo sutil, pero bombardeo en cualquier caso? Me parece que como quiera que hay mierda a yottabytes en el mercado alguien ha decidido que no queda sino la huida hacia adelante: ¡¡Más madera!! Pero todos sabemos, menos los Hermanos Marx, que estamos consumiendo el propio tren del progreso alimentándolo con su propia madera. Y aunque en la escena de la película sirve para salir del paso, me temo que habrá un momento en que nos lo carguemos. Digo al cliente, claro.