Uno de los grandes axiomas de la competitividad moderna es el tamaño. Ando o no ande, caballo grande. En una economía de producción de bienes materiales, la infraestructura para fabricar cualquier cosa ha provocado que esa idea arraigue con fuerza: cuanto mayor es la organización, más capacidad operativa tiene. Para grandes producciones, grandes instalaciones. Pero, ¿qué ocurre en una economía basada en el conocimiento?
No creo que el punto de partida de la infraestructura disponible de instalaciones productivas sea el quid de la cuestión. Cierto que habrá sectores intensivos en ese tipo de instalaciones, pero es evidente que existen alternativas al modelo del caballo grande. La reducción de los costes de transacción entre personas y también entre organizaciones genera oportunidades para «redificar» las actividades. Y la consecuencia directa es que organizaciones pequeñas son más competitivas.
Cuando decimos «red» es importante matizar que debe ser cuanto más distribuida mejor. No se trata de trasladar a una cadena lineal con tintes jerárquicos (en vez de mandar el jefe, ahora manda el cliente) lo que antes hacía una sola organización. Se trata de tender puentes para establecer las conexiones más adecuadas en cada momento. Y esto supone lazos fuertes y lazos débiles. Pero la conectividad, no la tecnológica, por supuesto, sino a la capacidad para establecer conexiones adecuadas en cantidad y calidad, es la base de cierto tipo de competitividad muy pegada a la economía del conocimiento.
Huir de las grandes estructuras organizativas presenta además la gran ventaja de humanizar las relaciones entre las personas. El tamaño reducido permite una comprensión global de las actividades empresariales. Nos alejamos de la división científica del trabajo y nos acercamos a modelos artesanos. Claro que no va a resultar un modelo puro, de plena asunción del conjunto de actividades para entregar un bien o un servicio, pero esa sería la tendencia.
Cuanto más pequeño, más necesitas conectarte a tus semejantes. En un mundo complejo, como tales personas individuales, tenemos muchas limitaciones para ofrecer servicios de calidad. Aunque las tradicionalmente consideradas profesiones liberales permiten mucho más juego, no cabe duda de que hoy en día necesitamos tomar contacto con otras personas que complementen nuestras capacidades o que nos ayudan a mejorar las que ya disponemos. Las comunidades de práctica son una solución (internas o con apoyo externo) y la organización en red del estilo de la consultoría artesana, son otra solución.
Por eso hacerte pequeño, hacerte empresa reducida a la mínima expresión presenta grandes alicientes. Conduce necesariamente a un modelo de gran conectividad. Y es una conectividad que se rige por criterios distribuidos y no lineales, flexible y modulable según necesidades, alejada de las jerarquías o de otro tipo de esclavitudes como las comisiones comerciales. Los intercambios deben ser constantes. Una red que no intercambia no es red, es solo pura teoría. La conectividad se demuestra andando. Sea hablando de dinero, como en Todo por la pasta, mediante un simple intercambio de correos o mediante la intensa colaboración directa que requiere un proyecto.
Esta reflexión me viene de una conversación que mantuve ayer con Juan Sobejano. Hasta donde le conozco, un estupendo profesional que conoce el terreno que pisa… y con un blog con contenidos de mucha calidad. En su momento estuvo colaborando con Mind Project y el proyecto de Tourism Revolution Ecosystem. Hoy en día ha dado el salto para trabajar como independiente. Juan ya era, de alguna forma, parte de nuestra red, pero ahora con mayor razón. Nos seguiremos encontrando. Bienvenido al club 😉
Más reflexiones en este blog sobre el tamaño de la organización y la competitividad:
- Deja de crecer
- Gigantismo empresarial: a la mierda con la gente
- 12 fuentes de competitividad en el siglo XXI
- Contra el gigantismo empresarial
- Microbios, procomún y TransAndalus
Y un par de reflexiones adicionales sobre el asunto del tamaño que extraigo de mi deliciuos:
- Juan Freire: Diseñar redes para la innovación: la estructura importa más que el tamaño
- José M. Peláez: Tamaño crítico en la organización
7 comentarios
Estupendo el post, Julen. Total sintonía. Me recuerda a eso que siempre dices tú de «desarrollarse» vs. «crecer», y que yo comparto. El asunto que tenemos pendiente es cómo mejorar la eficacia de las redes «productivas», o sea, las que se organizan para sacar adelante proyectos con clientes.
Soy un firme creyente de las CoPs, pero es el modelo de red más fácil de cuajar (¡¡y mira que son difíciles!!).
Necesitamos repensar los modelos de interacción en red para que los lazos fuertes y débiles trabajen en armonía, y el sistema ayude a construir confianza reduciendo incertidumbre.
Un poquito de estabilidad dentro del caos creativo de las redes nos vendría bien si queremos convertirlas en una alternativa profesional para que mucha gente, como el bueno de Juan Sobejano (estupendo profesional, sí señor), pueda canalizar su talento sin pasar por los sobresaltos de quien trabaja solo.
Seguimos pensando porque el tema es jugoso…
Amalio, el cultivo de las conexiones es vital. Pero también es cierto que… ¡hay que hacer las cosas bien! Conexiones sin calidad en el servicio/producto que ofrecemos no sirve de nada. Eso sí, cada vez que alguien se acerca a compartir nuestro modelo artesano, es como una subida de adrenalina. Porque en el fondo hay una sintonía que favorece la química. Y eso es punto de partida para muchas cosas. Luego el tiempo nos va poniendo a cada cual en nuestro lugar.
Gracias, Julen. Efectivamente fue una magnífica conversación, como cada vez que nos vemos.
Podría decir que estoy totalmente de acuerdo contigo y pudiera parecer que es causa de mi situación de trabajador por cuenta propia, pero sabes que llevo tiempo pensando lo mismo. Creo que es fundamental visualizar el valor de los movimientos de profesionales independientes que se organizan en redes. Creo que es una de las manifestaciones más evidentes y claras de la ventaja de las redes, no ya como conceptualizaciones teóricas, sino como verdaderas organizaciones de valor.
Aparte de lo que has dicho, y de lo que comenta Amalio (gracias, Amalio, tenemos la desvirtualización pendiente 🙂 creo que es interesante constatar el hecho de que este tipo de organizaciones te obliga a recibir influencias externas, a no quedarte en organizaciones cerradas y autárquicas que pierden mucha capacidad de innovación por intersección que seguro que le gusta a Amalio.
Personalmente creo que los mayores avances en innovación, sobre todo de producto y de organización, van a venir de este tipo de organizaciones abiertas y en red. Otra cosa es que seamos capaces de que el mercado entienda el valor que tiene. Pero eso es lo apasionante
Gracias por la bienvenida y por dejarme caminar con vosotros 🙂
Juan, seguiremos en contacto. El planeta es pequeño y más por Levante, una zona bien conocida del sur de Islandia 😉
Hola, Julen.
Otro tema que nos quita el sueño (no la ilusión 🙂 ).
Hemos vistos nodos sin conexión, pero reclamando la necesidad (aunque de palabra).
Hemos ayudado a dotar de herramientas/mecanismos para que se conecten y que fluya el conocimiento —> Conectividad inteligente o Inteligencia colectiva como lo suelo llamar.
¿Resultado? Una conectividad forzada que no genera valor, no hay «inteligencia».
Pero… después de casi 1 año algunas de estas redes sin actividad (déjame que diga que es una red) por alguna extraña razón (seguramente por la necesidad y que este medio ha dejado de ser algo nuevo/desconocido), algunos nodos están empezando a reactivar. Pero… si resto de los nodos no se enganchan… me temo que volverán a hibernar.
Ahí estamos, cómo aprovechar el tirón de forma que arrastre a más personas de la organización, pero de forma tan natural que ni se noten.
¿Empezamos a tener conectividad inteligente?…. aún no mucho, pero un poco más que hace un año. Eso creo y eso quiero creer 🙂
Un abrazo.
Y
Yuri, la conectividad resulta de dos actividades: una intencional y otra que surge «porque sí» cuando tenemos la actitud adecuada. A veces la primera no consigue los resultados que quisiéramos porque no aparece gente con la que hacer química. Luego resulta que, de repente, cuando menos lo esperas, la siembra que hemos estado llevando a cabo durante tanto tiempo empieza a dar sus frutos… y no lo entendemos ni lo entenderemos. Más que nunca, «conectarse» es una actitud.
[…] No importa el tamaño sino la conectividad inteligente […]