La muerte de los grandes relatos

by Julen

Kate Moss Machine, de Christian SalmonEstoy leyendo Kate Moss Machine, el último libro publicado por Christian Salmon. Continúa la línea de Storytelling y se adentra en una explicación de los tiempos líquidos a través del fenómeno Kate Moss. O sea, continúa la misma música de fondo. Y aunque parezca una música lejana para las empresas, en realidad la evidencia de que el individuo hoy tiene difícil afianzar un modelo estable de vida, provoca un río de ¿oportunidades? para empresas avispadas.

Cada vez me parece más importante entender los comportamientos sociales de los grupos humanos que cohabitan el momento actual. Las empresas no son ajenas a este complejo panorama. Es evidente que la obsesión por el sentido épico de la vida que muchas empresas nos proponen no cuadra con la levedad que se nos impone desde otros ámbitos de nuestra existencia. Una paradoja de nuestro tiempo.

Muchas empresas chapotean en la contradictoria corriente de querer construir grandes relatos con héroes de pandereta. Personas que hoy son contratadas y mañana caen ante los pies de la competitividad. Héroes contratados en empresas de trabajo temporal para grandes relatos de mentira. Un gran escenario donde el guión da muchas vueltas, con una sucesión de finales que nunca acaba por colocar el cartel que da sentido a lo que acontece: The End.

Atrapada en la nasa del tiempo en suspenso, la generación que accedió a la edad adulta en la década de 1990 se encontró en una situación de ingravidez narrativa. Diez años de regresión – de «descongelación», dirá Jean Braudillard-. La «muerte de los grandes relatos» -según las palabras del filósofo frances Jean-François Lyotard, cuyo complejo pensamiento fue reducido a un catequismo posmoderno- se convirtió en la máxima, y la «búsqueda de sentido» en un deber cuasi religioso que halló dónde aplicarse, incluso en el management.

La multiplicación de pequeños relatos de adaptación en todos los terrenos de la vida social ha confluido como pequeños ríos para dar nacimiento al mainstream del storytelling, cuyo curso no dejó de hincharse a lo largo de la década de 1990 hasta irrigar la gestión de empresas, el marketing, la comunicación política e institucional, la terapia, el derecho, el aprendizaje o el entrenamiento militar…. Estos usos instrumentales del relato, lejos de ser un remedio, no harán más que subrayar el mayor síntoma de este final de siglo, la ausencia o la imposibilidad del relato.

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7 comentarios

Amalio A. Rey 23/12/2010 - 08:21

Pues si, no se si troncharme, o llorar de rabia, cuando veo estas cosas que tan bien describes: «la obsesión por el sentido épico de la vida que muchas empresas nos proponen» + «querer construir grandes relatos con héroes de pandereta». Lo de siempre: el único antídoto es cultivar el personamiento crítico para desmontar estas bufonadas 🙂

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José Arahal 23/12/2010 - 10:12

Y, sin embargo, el mejor maestro siempre será el que enseñe con historias, cuentos y metáforas. Y el mejor aprendizaje será el que se pueda insertar en su contexto, en el devenir del tiempo y de los acontecimientos. Y, como humanos que somos, seguiremos pensando narrativamente, sirviéndonos de relatos, por muchas herramientas lógicas y racionales que podamos aplicar. Creo que la clave está en si uno mismo es capaz de construirse su propio relato o vivir de los relatos que los demás han creado para uno. Pero crear un relato propio es lo difícil, y lo facil es servirse del de otro, aunque sea para los intereses del otro.

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Fco Javier Bárez 23/12/2010 - 20:07

Como bien dices Julen, cada ves es más importante entender los comportamientos sociales de los grupos humanos que cohabitan el momento actual, yo añadiría que no sólo importante sino de vital necesidad.
Tanto las personas como los grupos humanos y por supuesto las empresas,, necesitamos comunicarnos mediante la construcción de nuestros relatos. Disponemos de una potente herramienta: la narrativa, pero para ello se necesitan dos cosas, tener claro el sentido de lo que hacemos y de lo que contamos. Vivimos en un gran escenario representando sin interrupción el gran teatro de la vida. Una representación en la que, sin embargo, no llegamos a encontrar ese modelo estable de vida que mencionas, ni personas, ni empresas, que en definitiva también son personas. Muchas son vidas, vacías, sin sentido. Sin relatos veraces.
Quizás debamos reforzar, ahora más que nunca, los encuentros cara a cara, porque como dice José el mejor maestro siempre será el que enseñe con historias, cuentos y metáforas.
Felicidad

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Julen 24/12/2010 - 19:55

@Amalio, sí, creo que hay muchas contradicciones implícitas entre fines y medios. Pero ahí está el campo de juego, no hay otro.

@José, mi duda está en si el relato no forma parte de otro aún mayor que lo invalida. Escribiré más de estas cosas. Lo digo por la importancia que tiene la toma de conciencia sobre los relatos. Ficción y realidad van tan de la mano.

@Javi, encantado de saber de ti. A ver si nos vemos algún día. Ponemos en marcha un estudio sobre cuarto sector en la CAV y ya me gustaría charlar contigo. Te contaré en enero. Y como bien dices, casi mejor «cara a cara» 😉

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