Hay cosas que uno no entiende. Pero es que soy algo estúpido. Por no decir mucho. No comprendo esa conexión cósmica que parece existir entre el fútbol y lo más hondo del sentimiento humano. Debe ser que soy gilipollas. Esa pulsión animal que brota de cada corazón me subyuga. Visceral, pasional, auténtica, honda, irracional. Plena de marcas comerciales y salarios desmedidos: la nueva meca del siglo XXI para la gente de a pie. Un lugar donde conseguir identidad y realización personal a través de lo que no somos.
La razón se redibuja dentro de los límites de una democracia directa. Todo ciudadano de bien es una garganta más. No es que se sienta representado por su Athletic de Bilbao o por la selección de su país. No, la participación es directa. Es el jugador número 12. Ese que no ve goles en fuera de juego, según en que lugar del campo se produzcan. Mejor mirar para otro lado si conviene, como leía en un titular el otro día.
¿Justicia? Que no, que no. Hace falta un éxito colectivo, global, planetario. Y si es saltando por encima de todas las reglas del juego, pues se hace. Porque esto no es un juego, es una forma de realización colectiva. Emoción, esperanza, un vínculo profundo e inexplicable. La gente mataría por el éxito. Porque es orgullo, es sentirse dueño del mundo. Ver cómo los demás, hombres, mujeres y niños, hincan la rodilla ante el más grande y el mejor. Valor absoluto e incuestionable.
El territorio se diluye en un sentimiento. Alargado, está presente de mil formas y maneras. No hace falta pisar el territorio, sirve con sentirlo. O quizá más aún, sirve con decirlo. Porque la estigmergia actúa a lo bestia: cada persona se mimetiza y funde con la que tiene al lado para conformar un magma poderoso e irreal. Incomprensible. Igualdad bruta y desmedida. El fútbol, igual que el coñac, es cosa de hombres.
Mi estupidez crece a medida que un vuelco electoral o el ansiado despegue económico se vinculan al éxito final del balompié patrio. Mientras eso llega, el equipo reparte migajas: los asiáticos fabrican más banderas y los bares reparten más alcohol. Todo estupendo. En fin, el otro día miré a ver si jugaba el equipo del sur de Islandia, pero ya vi que no tenía nivel. Sólo me encontré con la abuela, que andaba a la busca de una isla desierta.
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La imagen en Flickr es de marcp_dmoz.
10 comentarios
Va.. tampoco es tan raro… Siempre han existido estas cosas…ahora se han magnificado y globalizado…los gladiadores del siglo xxi…. Ansia de diversión, cierta competitivad facilona ( la que propicia la butaca del jugador nº 12), necesidad humana de identicación con una tribu mayor….Míralo como sustitutivo, si a la persona necesita buscar su tribu, parece que esta tribu hoy no se encuentra en la comunidad ideológica, ni en la comunidad laboral, ni en la verdadera comunidad territorial…..
Me ha gustado el post, pero estoy de acuerdo con Ioannes, siempre ha existido ese concepto de «panes et circenses», que atiende a una necesidad muy humana, de la que se aprovecha el «sistema» (terrible palabro).
También es divertido contemplar cómo se dividen los intelectuales entre los que aborrecen el «deporte rey» (otro terrible palabro) y los que lo adoran (aquí incluiríamos a todos los argentinos, por ejemplo). Yo, que no lo soy, intento disfrutar del fútbol abstrayéndome de toda esa estupidez que comentas y olvidando los astronómicos sueldos de los futbolistas. Pero los banqueros también ganan un potosí, y a mi me dan menos placer que los astros del balompié. Mundo…
Querido Julen,
Sabes que te admiro desde la quietud del que no comenta. Pero hoy siento la necesidad de explicarte cómo me siento ante esto que has escrito.
Me resulta muy contradictorio que alguien como tú (tan propicio a hacer buenas preguntas en vez de intentar conseguir las mejores respuestas) cosifique al público.
«Sea como sea, tanto para prescindir cuanto para entregarse a él, buena cosa es objetivar al público, y estirarlo y aflojarlo y disponerlo en todas las formas y maneras imaginables y hacerle lo que podemos o decidimos o dejamos que él nos haga; pero sin permitir nunca que se nos imponga inadvertidamente la agresividad de un público único, mundial, homogéneo y competitivo, sin la posibilidad de subvertirlo desde una verdad más esencial, desde allá donde germinan la soledad confortativa y la simpatía universal y la afinidad profunda.» Perejaume en «El ‘quizás’ cómo un público», del libro «Querido público».
Yo reconozco que me abandono a la debilidad de formar parte de un cuerpo único, bruto, amorfo, incontrable en ocasiones. Que me dejo llevar por la euforia, que me gusta ver los partidos de fútbol y gritar, y levantarme, y actuar de forma carnavalesca. Pero por favor, no me cosifiques. No me reduzcas a un espectador acrítico incapaz de discernir los grandes males del capitalismo o la insignificancia de un acontecimiento como un Mundial de fútbol. Porque en esto me quedo con la postura de Jenkins: los fans somos capaces de usar «Photoshop para la democracia» (capítulo de su Convergence Culture). No generemos discursos que nos dividan. Porque no, tú no eres gilipollas. Eres un tío muy inteligente capaz de ser crítico con toda la mierda que supone el fútbol. Pero veladamente tu reflexión genera una otredad. Una incomprensión hacia las pasiones ajenas. Y creo que más allá de lo superficial hay mucho en lo que hurgar y por lo que debatir.
Y por cierto…¡vaya fuera de juego más claro!
Mejor fútbol que guerras. Por algún lado tenéis que soltar toda esa testosterona sobrante.
Brutal el anuncio de Soberano. Y pensar que lo veía como si fuera tan normal…
Muy bueno el post Julen [suscribo cada palabra, punto, coma y espacio]
A pesar de toda mi resistencia, Felipe, yo también me abandono. A pesar de que, de entrada, las mujeres todas nos tenemos que sentir rechazadas, es que no hay más. Esto es cosa de hombres. Pero las catarsis colectivas a veces son necesarias y dejar de pensar, también.
Antes del partido, pensé…, ¿realmente me han invitado a esta fiesta? ¡No! ¿y te sentirás a gusto en esa fiesta? No especialmente…, no he tenido ninguna opción de participar en los preparativos, ni me han enviado ninguna invitación personal, ni conozco personalmente a ninguno de sus protagonistas, bueno sí a una millonésima parte del jugador 12…
Mi decisión fue, no asistir es esa fiesta, me cogí la bici y me fui de paseo hasta el espigón de Hondarribia, en el trayecto me cruzé con unas pocas personas, eso sí, la mayor parte eran mujeres…, ¿por qué será…?
Aún con el riesgo de que alguien se sienta incómodo con dichas reflexiones, quiero dejar de manifiesto mi inconformismo con asistir a eventos como meros espectadores, creo que tenemos derecho a participar de otras maneras (y lo digo en un entorno donde la participación de las mujeres en los Alardes ha sido realmente polémico y la solución lograda ha sido participar en dos grupos diferentes), si realmente queremos avanzar hacia una sociedad participativa, tenemos que ir abandonando roles en los que otros nos representan, y pasar a la acción desde el protagonismo de cada uno de nosotr@s, mediante una participación humilde y personal 🙂
@Ioannes Xabier, vale, acepto esa explicación. Ya sabes que me voy un poco al extremo… claro que hoy día 12 de junio de 2010 me temo que es el día D+1 de una nueva era 😉
@jlazkarate, es que el circo actual, planetario, mueve mucha pasión… esto quería decir dinero jajajaja
@Felipe, como quiera que manejas argumentos y que a lo mejor queda algo escondida esta conversación por aquí, seguiré dándole vueltas al asunto y escribiré más artículos en el blog para que te pases a modo comentarista activo jajaja.
Siento que te hayas sentido insultado. Pudiera ser que me esté moviendo hacia territorios intolerantes. Está bien que me lo hagas saber.
Sin embargo, dicho eso, a mí me resulta particularmente frustrante:
a) que el fútbol es cosa que se juega con cojones y por heterosexuales
b) que el modelo del fútbol refleja una ley de potencia donde unos pocos -hombres todos- son idolatrados de forma vergonzante
c) que el fútbol genera hiperconsumo completamente acrítico
Seguiremos discutiendo, no lo dudes.
@Gema, pudiera ser que las guerras modernas no sean sólo las que van a base de cañonazos. Hay otras formas de matar, más ocultas en la cadena de aprovisionamiento de las grandes multinacionales.
@cumClavis, lo que da que pensar es que lo viéramos como algo «normal».
@carolinkfingers, sí, dejar de pensar de vez en cuando está bien. No tengo argumento en contra. Ni quiero tenerlo 😉
@Mikel, ánimo y a sobrellevarlo jajajajaja
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