El viernes pasado tuve una conversación graciosa (si no fuera porque hablábamos de pérdidas de dinero) con mi ángel de la guarda de la caja de ahorros en que están mis chines. Ella trataba de explicarme las indicaciones que «por escrito» habían recibido de central. Venía a decir que si mi plan de pensiones era a largo plazo, no cayera en la tentación de cambiarlo ahora. El futuro, el largo plazo, lo normal: aguanta el chaparrón, que todo se arreglará. La conversación tenía lugar porque la misma recomendación me llegó unos días antes de las fuertes caídas en bolsa.
En realidad, la argumentación podía venir de cualquier forma de ¿sabiduría? popular. Perfectamente podría echar mano del refranero y aplicarlo a la histérica conducta de los mercados financieros. Estos mercados parece que han conseguido humanizarse y ser capaces de convertirse en los malos de la película. Los antaño ineficientes estados rescatan a sus grandes estantadartes financieros de las garras del malvado asesino. No se entiende muy bien, pero parece que esto es lo que sucede: aquí, recurriendo a la mejor de las expresiones vulgares, ni dios tiene ni puta idea de todo esto. Los malos malísimos son rescatados por los tontos del pueblo en un guion surrealista.
Cierto que había quienes anticipaban que podía pasar todo esto al reconocer que no tenemos ni puta idea de cómo van a evolucionar las cosas, pero tampoco nos sirve de mucho. Si mi caja de ahorros acaba diciéndote lo de «pero tú decides, que es tu dinero», tras ser incapaz de predecir un horizonte de corto-medio plazo, es que simplemente no tienen ni puta idea.
Eso sí, parece que los mercados financieros exageran los rasgos esperpénticos de un humano histeroide que además padece un percentil 95 de avaricia. Agitadas convenientemente esas dos cualidades se consigue un pequeño monstruo capaz de anidar como parásito en el interior de los corazones de muchas personas. Dinero, dinero, dinero, cautivos en la economía de la abundancia primermundista, los niños y niñas consumen por doquier lo habido y por haber. Niñas, niños y también mayores, claro está. No podemos mirar a otro lado, nos toca nuestra parte de responsabilidad. Con una penetración del 110% la telefonía móvil se lleva la palma. Y luego todo eso queda, cual cementario escondido en los cimientos, para provocar el pánico al salir de nuevo a la superficie, con esa tétrica voz: «Ya estoy aquíííí». Poltergeist.
Así que las grandes firmas del análisis bursátil son títeres de la histeria. La economía se hace humana en su peor faceta. Los latidos de su corazón se han acelerado y no atiende a razones. Sólo queda el refugio del largo plazo y el refranero popular (ver recurso) para dar consejos bursátiles. Por si acaso, aquí saco los míos (no me hagas caso porque, como mi caja de ahorros, yo no tengo ni puta idea):
- Dios aprieta pero no ahoga.
- La avaricia rompe el saco.
- No hay mejor ahorrar que poco gastar.
- El avaro, de su oro no es dueño, sino esclavo.
Os dejo con el famoso video que explica científicamente cómo se comportan los mercados financieros.
The Last Laugh – George Parr – Subprime – subtitulos
Por cierto, también puedes prevenir sacando conclusiones del cuento que leo en Caduca Hoy (quien también cita el video anterior):
Una vez llegó al pueblo un señor muy bien vestido, se instaló en el único hotel que había, y puso un aviso en la única página del periódico local, que estaba dispuesto a comprar cada mono que le trajeran por 10 euros.
Los campesinos, que sabían que el bosque estaba lleno de monos, salieron corriendo a cazar monos. El hombre compró, como había prometido en el aviso, los cientos de monos que le trajeron a 10 euros cada uno sin chistar.
Pero, como ya quedaban muy pocos monos en el bosque, y era difícil cazarlos, los campesinos perdieron interés, entonces el hombre ofreció 20 euros por cada mono, y los campesinos corrieron otra vez al bosque.
Nuevamente fueron mermando los monos, y el hombre elevó la oferta a 30 euros,y los campesinos volvieron al bosque, cazando los pocos monos que quedaban, hasta que ya era casi imposible encontrar uno.
Llegado a este punto, el hombre ofreció 50 euros por cada mono, pero, como tenia negocios que atender en la ciudad, dejó a cargo de su ayudante el negocio de la compra de monos.
Una vez que viajó el hombre a la ciudad, su ayudante se dirigió a los campesinos diciéndoles: » Fíjense en esta jaula llena de miles de monos que mi jefe compró para su colección. Yo les ofrezco venderles a ustedes los monos por 35 euros, y cuando el jefe regrese de la ciudad, se los venden por 50 euros cada uno».
Los campesinos juntaron todos sus ahorros y compraron los miles de monos que había en la gran jaula, y esperaron el regreso del ‘jefe’.
Desde ese día, no volvieron a ver ni al ayudante ni al jefe. Lo único que vieron fue la jaula llena de monos que compraron con sus ahorros de toda la vida. Ahora ya saben como funciona la Bolsa y el mercado de valores.
6 comentarios
¿Me permites otra frase? Va: el dinero no sirve de nada, si no sirve para comprar libertad. Besos.
a modo de info, ¿saben quien escribió lo de los monos? pues creo que fue marc vidal hace un par de años
Como «des-orientación rentable» (sólo para algunos) he calificado a este fenómeno en Yoriento…
La bolsa es un casino y lo del plan de pensiones a largo plazo un timo, pero seguimos todos cayendo una y otra vez…
El otro día me contó un amigo que había cola en el Banco de ESpaña para comprar letras del tesoro. También hay gente que anda comprando lingotes de oro como locos.
@noemipastor, pues complicado lo de comprar libertad. Aunque según circunstancias, pudiera servir, claro.
@anónimo, según dice Hontza la historia de los monos parece que es de Marc Vidal.
@Yoriento, entendido. Será que el caos vende.
@Hontza, y mira que seguimos jugando, ¿no?
@Germán, yo mismo tengo en casa una buena colección de lingotes de oro jajajajaja.