Si no tienes padrino nadie te escucha

Hace un par de semanas (disculpas por el retraso) recibí un correo que decía:

En todo caso me encuentro dando mis primeros pasos en ese duro camino del auto empleo, y como todos sabemos son los mas difíciles. Un amigo y yo hemos diseñado un software para telefonía móvil en torno a los mismos conceptos de la web 2.0 y claro está necesitamos personas interesadas. Nuestro servicio es innovador así lo refleja estar en el programa «SUSTATU» de la diputación pero en esta vida si no tienes un «padrino» en la industria nadie te escucha.

Me pidieron consejo y aunque no sé sinceramente si voy a aportar algo digno, me comprometí a escribir unas líneas y aquí van. Es un asunto simple: como eres joven, como estás empezando, como no has demostrado, como no haces más que pedir, como tus valores no son los míos, entonces, no me fío. Ha pasado, pasa y seguirá pasando. ¿Con qué tiene que ver? Con la forma absolutamente conservadora en que se construye la reputación. Con la defensa de una generación ante otra que osa querer entrar en sus territorios ya conquistados.

Cuando eres mayor te dedicas a hacer networking. Cuando tienes 20 ó 30 años ves cómo en esta jodida sociedad lo que funcionan son los enchufes. Ni networking ni chorradas, aquí lo que funcionan son los enchufes de toda la vida. ¿Y qué pasa con 25 años? Pues que no tienes los enchufes (perdón, quise decir «networking», que yo estoy en los 43 tacos) suficientes. Es cuestión de tiempo. Ya los conseguirás. Así de ¿simple?, ¿triste?

Si tuviera 25 años, buscaría dos formas de moverme para conseguir recursos: juntarme con otras personas de mi generación que complementen mis habilidades y, por otra parte, buscar entre «los mayores» alguna conexión útil. No tiene más misterio. Si tuviera 25 años y creo que mis ideas son estupendas el problema que tengo es que no soy nadie si el «mercado» no las acepta. ¿Qué es el mercado? Ese lugar donde la gente compra cosas, a veces con el más profundo de los estilos racionales y a veces a través de insospechados mecanismos emocionales. Y hay que mirar a los dos lados, porque por ambos territorios se mueve el mercado.

Lo de trabajar en dos direcciones paradójicas siempre me ha gustado. De hecho, cada vez veo menos paradojas y más actividades que se complementan. Claro que hay que flexibilizar la mente. Lo digo porque hay gente que sufre, que incluso se ve a sí misma como hipócrita porque parece que utiliza dos vías que se contradicen. ¿Buscar enchufes y al mismo tiempo continuar con el punto idealista? Pues podéis descalificar mi argumentación, pero no veo otra forma.

La idea hasta el final, los principios inquebrantables. Pues vale. Hay que escribirlos para recordarlos bien porque en este mundo veloz cada vez aguantan menos andanadas. Cuando trabajaba en Maier aprendí de nuestro director de calidad algo que demasiadas veo por los suelos en nuestra actividad profesional: la dignidad. En aquel caso, se trataba de mantener la dignidad ante clientes todopoderosos que trataban a sus proveedores como colonias. Así lo digo porque así lo veíamos con casos concretos. La dignidad es la prueba del algodón. Siempre tenemos que pasarla.

En fin, que como casi siempre, me pongo a escribir y divago. Es la edad. Georges, no se me ocurren muchos más consejos. Como amigo de las listas que soy (es una enfermedad que arrastro por mi confesa adicción a las 5S), te diría que escribas dos columnas. Ambas tienen que ver con «enchufes» (perdón, «contactos» quería decir). La primera contiene nombres de personas (olvida los nombres de empresa, no valen para nada) cercanas, de tu círculo, de tu generación, gente cercana que te entiende. Abre cauces fluidos con ellas. La segunda columna contiene nombres de personas con supuesta reputación y que habitan barrios lujosos. Dialoga también con ellas. Sé inteligente.

Por cierto, en mi experiencia, la casualidad (Alberto, ya ves que te hago caso y paso de serendipias) funciona. Eso sí, es directamente proporcional al número de estaciones que visitas. No veas la cantidad de trenes que no cogemos porque no estábamos en la estación. Ánimo, que al final caen.