Domingo de lluvia. Gran día para tomar rabas después de votar. La memoria no sólo se da como imágenes o palabras: existe la memoria gustativa. Evoco al mismo tiempo los garbanzos con bacalao –garbanzos de vigilia– de mi madre y el taco de bacalao en caldo de garbanzos –una pedantería del Etxanobe.
Tesis, antítesis: ¡síntesis! Pongo música brasileña y dedico un tiempo no contabilizable a inventar el bacalao con garbanzos. Una maravilla. Éxito de crítica y público.
Eso me trae a la memoria el movimiento Slow Food, que lleva desde 1986 tratando de proteger la vida y la gastronomía de la devastación de la fast food y de todo lo fast, en general. Nace en Italia y ahora tiene presencia en más de 100 países. Entre sus actividades se incluyen la conservación de la biodiversidad agrícola, la educación culinaria de la infancia y la protección de las cocinas populares en peligro de extinción.
Tal vez el mundo empresarial no pueda evitar girar cada vez más rápido en el vórtice que le precipita, eternamente, al sumidero; pero nadie nos obliga a vivir así el resto de nuestra vida. Alguien dijo que «prisa es el antónimo de cariño«. Tomaré un segundo plato, postre, café y siesta.