Mi amigo Kepa me ha pasado un texto muy interesante sobre la estupidez humana. Indagaré más sobre ello. Hoy, curiosamente, he tenido oportunidad de comentar sobre este tipo de cuestiones con un cliente. Tiene mucha miga el asunto. Iñaki algo tendrá que decir, seguro.
Bueno, ahí va.
Suponemos que la población se distribuye de acuerdo con una campana de Gauss. Y suponemos que esto es así siempre. Claro que se puede criticar, pero la lógica nos dice que las campanas de Gauss son pura estadística, ¿no? Pues bien, ¿qué debe hacer una empresa con las personas que están en la peor parte de la campana de Gauss? Podemos llamarlos perezosos, torpes, ineptos, estúpidos, mala gente. Muchas denominaciones. ¿Qué hacemos?
El otro día ya os dije que oí una conferencia en la que participaba Koldo Saratxaga y se lo volví a oir: no podemos no contar con esa parte de la campana de Gauss. El razonamiento es claro: somos 15 y hay un torpe. ¿Qué pasa si tratamos de sacarlo del campo de juego? Bien, que somos 14… y alguien nuevo pasa entonces a ocupar el cargo oficial de torpe (no me refiero obligatoriamente al gerente). Entonces podemos caer en la tentación de prescindir del más torpe de los 14, sobre todo si tiene contrato eventual, ¿no? De acuerdo, ya somos 13 y… ¿ahora quién es el torpe? Nos miramos y finalmente descubrimos a uno. Ya está, hay que ir a por él. Es mala hierba que no podemos permitir que contamine a otros. Así que somos 12, 11, 10… y llegamos a quedarnos 2, donde uno es el torpe. Eso sí, el listo se va a poner morado a hacer solitarios.
Así que parece que la cuestión es respetar a todos, al que contribuye más y al que contribuye menos. Todos caben, qué estupendo mensaje, ¿no?
Esta película no está basada en hechos reales; se trata de pura ficción.
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Chivos expiatorios
Pues sí, y aún más. El torpe oficial cumple con una función social importante para el mantenimiento del grupo: es el chivo expiatorio.
Yo tengo uno en el equipo de futbito. El típico un poco marciano, que nunca viene a las cenas y que suele hacer las cosas al revés en momentos clave. Es una maravilla. La mayor parte de los malos rollos se canalizan hablando mal de él, en su ausencia. Lleva más de una década jugando con nosotros. Tiemblo de pensar que un día nos deje. ¿Quién sería el próximo chivo? Quizá yo mismo.
Vuelvo a recomendaros al gran Daniel Pennac. Tiene una pentalogía absolutamente genial, en la que el protagonista, un tal Malaussene, trabaja como chivo expiatorio. Por ejemplo, para unos grandes almacenes. La primera de las cinco novelas es «La Felicidad de los Ogros». Si alguien se anima, espero comentarios.
Pues sí, efectivamente tengo algo que decir.
Sólo un pequeño apunte y enlazando también con otros posts y comentarios que ya hemos realizado aquí, breve reflexión para poner encima del blog (No de la mesa) mi modesta opinión.
Para mí la clave de la diferencia entre un buen responsable de equipo (Llámesele como se le llame) y uno malo es precisamente esa.
Sacar lo mejor de la cumbre de la campana lo hace cualquiera, es un crimen no ganar la liga con la plantilla del Madrid, la diferencia está en aquellas personas que son capaces de aprovechar a los «fenómenos» de las esquinas de dicha campana y sacar lo mejor de ellas para que su contribución al equipo sea apreciable y además sean un poquto más felices gracias a eso (El Sevilla de la Champions).
Lo mismo diría en el mundo de la educación, dáme al profe que saca chispas del chaval o la chavala «difícil» y consigue de él un progreso aunque sea por debajo de la media, donde los demás han desistido.
He realizado evaluaciones de Personal en importantes y modélicas empresas donde tenía absolutamente condenados al ostracismo a personas con un potencial increible desde muchos puntos de vista, exclusivamente porque el jefe correspondiente era incapaz de asumir una personalidad crítica o poco dada al asentimiento incondicional, con una inseguridad personal clara y manifiesta y gran capacidad de desmotivar (Seguro que Julen podría dar «un par» de nombres).
Ya es hora de que echemos de su silla a los jefes ineptos y castradores de las personas, que no las potencian y que no poseen las habilidades sociales básicas para hacerse querer por su gente.
Y a mí, dame los extremos de la campana, me gusta más.
Plas, plas, plas, (aplausos). Visto desde la calle es usted un ser inteligente pero al mismo tiempo humano.
Tenemos las calles llenas de torpes sociales. Alguna atención les debemos: gracias de nuevo.
Por qué tendré que ir yo siempre contracorriente…
En fin, la suposición de que siempre hay un torpe y que prescindiendo de él acabaríamos por no tener a nadie en plantilla es muy bonita por lo simple y gráfica, pero no creo que se corresponda con la realidad.
Yo defiendo que más del 90% de los trabajadores, seguramente más del 95%, pueden aportar grandes cosas a la organización, generalmente lo único que hace falta es encontrar unas tareas que coincidan con sus aptitudes e intereses, ¿difícil? No demasiado si se está dispuesto a dar un meneo al esquema organizativo.
Pero también estoy convencido de que hay un porcentaje, pequeño pero existente, de gente que, aunque pueda realizar alguna tarea de forma encomiable, es incapaz de trabajar en una organización y se convierte en un veneno para el resto. Gente envidiosa o huraña que con su comportamiento afecta al rendimiento de los demás. Gente que suma negativo. Estúpidos, desgraciados estúpidos y bandidos estúpidos.
También hay gente que simplemente no encaja en una organización, aunque en otra pueda ser excelente. En empresas grandes siempre se podrá buscar un lugar adecuado, no así en empresas pequeñas de pocos trabajadores.
Por otro lado, creo perverso tener a alguien torpe como chivo expiatorio, no creo que una organización madura necesite tener esa figura para que los demás se sientan bien. Si nadie es capaz de asumir sus errores y necesitan recurrir a un desgraciado es que algo no va bien.
Además, no coincido en que con lo mejor de la campana sea fácil crear la mejor organización. Primero porque la campana no es algo fijo, un crack en una organización puede ser el torpe en otra, y viceversa. Y segundo, porque lo que define una organización excelente es que todos sus miembros estén haciendo lo que les llena, no los masters que tienen o los goles que marcan.