El cliente, que no venga a la oficina, pero tú no salgas de ella

by Julen

No hay duda de que la pandemia del covid19 obligó a repensar la forma en la que utilizábamos los espacios físicos en nuestra actividad laboral. Fue entonces cuando todas las organizaciones tuvieron que replantearse qué aportaba el lugar físico a la calidad y a la productividad de nuestro trabajo. Tenían que hacerlo porque no iban a poder seguir empleándolo como hasta entonces. Por otra parte, era evidente –y sigue siéndolo– que la conciliación se había convertido en un asunto clave para que las personas estuviéramos a gusto trabajando. Insisto, en aquel momento, en el que no había ningún plan B, sino que la única opción era trabajar en remoto, las organizaciones tuvieron que repensar cómo desempeñábamos nuestra actividad laboral. Además, el hecho de que se rediseñara de forma adecuada esta nueva forma de trabajar se podía convertir en motivo para atraer talento.

Pues bien, de vuelta a una supuesta normalidad, no parece quedar claro cuál es el modelo por el que apuestan las organizaciones. Curiosamente, por ejemplo, las empresas de servicios, con las grandes tecnológicas y la banca jugando un papel destacado, parecen haber emprendido una singladura en sentido contrario. El lema que manejan es el de que hay que volver a las oficinas.

¿Por qué esto es así? Puede ser que de por medio debamos tener en cuenta los intereses en mantener el negocio inmobiliario. ¿Qué sería de las grandes corporaciones sin sus oficinas referentes en lugares emblemáticos mediante los que presumir de estatus? Por otra parte, pudiera estar emergiendo un aspecto con mayor carga de profundidad y que tiene que ver con la esencia del trabajo y de cómo se controla. En el fondo de lo que estamos hablando es de la confianza en las personas y de cómo se gestiona.

Leía hace poco en Genbeta un artículo de Bárbara Becares en el que nos explicaban cómo la banca aquí en el territorio nacional parece haberse empeñado en que, efectivamente, la gente tienen que volver a las oficinas. Es curioso que este sector lidere en gran parte la idea de los servicios sin oficinas físicas para sus clientes pero que, en cambio, adopte una postura radicalmente diferente cuando se trata de las personas que trabajan en su organización. El cliente que no venga. Nuestras trabajadoras y trabajadores que no salgan de nuestras oficinas. ¿Acaso se trata de continuar ejerciendo el control, ¿Acaso se trata de vigilar y, en su caso, castigar? ¿Siguen siendo válidas las argumentaciones Michel Foucault y el panóptico de Bentham?

Desde luego que el trabajo en un espacio físico compartido aporta ventajas evidentes. Sin embargo, la diversidad de situaciones que presentamos las personas que trabajamos parecería que obliga a pensar en soluciones ad hoc. Es difícil pensar en que existan modelos completamente personalizados, pero no parece de recibo establecer un estándar de todo el mundo a la oficina.

Este aspecto de la personalización es quizá uno de los grandes retos actuales del management. ¿Hasta dónde avanzar en este sentido? Un mismo puesto de trabajo, en función de quién lo ocupe, puede requerir un diseño diferente, que combine actividades en remoto y presenciales. ¿Es este un coste inasumible para las organizaciones?, ¿es un imposible porque seguimos necesitando elevadas dosis de estandarización para alcanzar una productividad aceptable? ¿La economía del conocimiento sigue esclava de una mesa, una silla o una máquina? No es fácil la respuesta, pero si queremos que las personas se sientan comprometidas con su actividad profesional no queda otra: hay que recorrer el camino de la personalización del puesto de trabajo, con las ventajas e inconvenientes que esto implica.

Imagen de Ryan McGuire en Pixabay.

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