Hace casi un año publicaba aquí la reseña de una novela de una de las grandes de la novela negra en castellano, Alicia Giménez Bartlett. Se trataba de La presidenta y en cuanto comenzabas a leerla no había ningún género de dudas. Enseguida sabías que la difunta alcaldesa de Valencia, Rita Barberá, mutada en Vita Castellá en la ficción, se convertía en el eje central de la trama. Su muerte le proporcionó a Giménez Bartlett un material fantástico para que dos investigadoras novatas, las hermanas Berta y Marta, hurgaran en sórdidas historias que habían crecido al amparo de la corrupción política.
Pues bien, la novela que reseñamos ahora, La ilustrísima, presenta muchas similitudes con La presidenta. ¿Recordáis el asesinato de Isabel Carrasco, presidenta de la Diputación Provincial de León? Pues bien, Marta Prieto la ha transformado en Rosario Llamazares. A partir de ahí, con un lenguaje directo y muy bien conseguido, se nos presenta una trama en la que vamos entendiendo el porqué de lo que sucedió. Bueno, vale, es ficción. Pero entremezclada con realidad. Las tres mujeres que fueron condenadas desfilan por la novela y se cargan de argumentos para hacer lo que hicieron, sobre todo las dos principales acusadas.
La ilustrísima se nos presenta sin ambages: es una «enana hija de puta». Para qué endulzar más el lenguaje.
Era la persona con menos clase que había conocido jamás. Pantalones ajustados, brillantes, como de vedette. Calzado con exageradas plataformas. Bolsos con logos tan grandes como el propio bolso. Dorados. Con tachuelas. Brillantes. Acharolados. Todos de marcas de lujo. Las más caras. En colores chillones. Verdes. Fucsias. Amarillos de toda la escala cromática. Estampados de leopardo. Combinaciones imposibles.
Y al final sucede lo que tenía que suceder:
Está la cosa fea, ¿verdad? —dijo el comisario. —Está fea, está. Está fea porque la fea toca mucho los cojones, y cuando se tocan tanto los cojones se corre el riesgo de que te los toquen a ti más, pero como con esta no se atreve ni el presidente del Gobierno, pues así estamos. Hasta que a alguien se le cruce un día el cable, y al paso que vamos me da que ese día está más cerca que lejos.
La trama incorpora a una pléyade de personajes de la política local que conforman, en conjunto, un peculiar ecosistema de chanchullos y pleitesías. No sé cuánto puede ser cierto, pero la escena política de León se nos presenta como un auténtico estercolero de gente que va a lo suyo. ¿Servicio público? Va a ser que no. Marta Prieto saca lo peor de cada casa y lo mete allá dentro, en el ayuntamiento y en la diputación.
No hay duda de que la novela se lee muy fácil. La autora emplea, como decía, un lenguaje directo, sin recovecos. Coge la directa y nos va disparando argumentos que justifican el desenlace final. Y todo ello con un requiebro muy bien traído en el último capítulo. Sí, la recomiendo, no hay duda. Si La presidenta fue entretenida esta de La ilustrísima no le desmerece.
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