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La versatilidad del conocimiento «pedefeable» – Consultoría artesana en red

La versatilidad del conocimiento «pedefeable»

by Julen

Es evidente que nuestra interacción actual con el «conocimiento» sucede en formatos y planos muy diferentes. De hecho, el concepto mismo de «conocimiento» ya nos plantea un buen reto. Porque algo tan inherentemente humano desborda casi cualquier intento de traducción dentro de unos límites concretos. Nuestro conocimiento aparece en forma explícita, pero también en forma tácita. Intentamos almacenarlo, pero la gracia está en que fluya. En sí mismo, es pura paradoja. Sabemos que sabemos, pero también hay espacio para ni siquiera saber lo que realmente sabemos hasta que no tenemos necesidad de echar mano de ese conjunto desestructurado de datos, memoria, intuición, pensamiento o lo que sea.

Sin embargo, en un mundo que ha virado hacia el dataísmo, parece imponerse la obsesión por explicitar cualquier cosa que suene a conocimiento. Las organizaciones necesitan «fijarlo» para no reinventar ruedas. De esta forma, la carrera por documentar, de las más variadas maneras, lo que se supone que saben es una obligación para mantener su competitividad. Hasta aquí en lo que estamos de acuerdo.

Sin embargo, la psicología diferencial siempre nos avisa: es complicado encontrar dos seres humanos iguales. Aunque beban de fuentes similares, aunque su educación haya pasado por los mismos estándares, el misterio continúa: tú y yo aprendemos de forma diferente, sabemos de forma diferente y, por supuesto, nuestra actitud ante el conocimiento puede diferir sustancialmente. Así pues, toca pensar, en cada caso, de qué forma, por ejemplo, aprehendemos mejor lo que puede sernos útil como conocimiento para las decisiones que debemos tomar.

Dicho lo anterior, voy con lo que pretendía de verdad compartir con este post. Y es que una de las maneras que cada vez empleo —estoy hablando de mi caso particular, que puede no aplicarte, por supuesto— con más asiduidad es la conversión al estándar PDF. Claro, claro, tengo que explicarme. Voy con ello.

Creo que cada cual debe comprender la forma en que más fácilmente aprende. Soy de los convencidos en cuanto a que nuestros estilos de aprendizaje difieren entre sí. Podemos echar mano del enfoque clásico de David A. Kolb o buscar otras perspectivas. Las opciones para aprender son tantas que elegir entre ellas es un proceso que se guía por principios de equifinalidad. Además, las dosis a emplear en cada opción pueden variar.

Esto de conducir el conocimiento a PDFs puede sonar, lo reconozco, muy reduccionista. Sin embargo, cuando recibes conocimiento supuestamente explícito a través de correos electrónicos, simples conversaciones presenciales, textos de mensajería instantánea, imágenes y vídeos, o documentos en sus más variados formatos, puede tener sentido buscar un mínimo común denominador de almacenamiento y consulta. Eso es, ahí es donde llegamos al PDF. Recordemos algunas de sus características principales (puedes repasar una lista más exhaustiva en la correspondiente entrada de la Wikipedia):

  • Es un formato para el guardado a largo plazo.
  • Es un estándar de facto y, por tanto, independiente de plataformas concretas de software o hardware.
  • Es una especificación abierta.
  • Se pueden comprimir, por lo que en un solo PDF podemos almacenar un volumen relativamente considerable de información.

¿En qué se traduce lo anterior? En que un archivo PDF es una opción para ir añadiendo piezas diferentes de información y mantenerlas en una especie de «contenedor único» que puedes organizar a tu gusto. Eso sí, necesitamos trabajar con herramientas que nos faciliten la conversión de archivos en PDFs y luego, también, la unión de esos PDFs para que, por ejemplo, mantengamos el concepto de «fichero único». Esto, claro está, hasta donde cada cual considere que puede hacer crecer ese PDF. Me explico con un caso práctico.

Si en un proyecto en curso recibo información por vías diversas, una opción es ir agrupando esas «piezas» (cada cual podría ser un archivo independiente) en una determinada carpeta. Sin embargo, también puedo ir convirtiendo cada una de esas piezas en un PDF. Y esos PDFs los puedo ir agrupando, a su vez, en un único fichero «maestro» cuyo índice es el que veis en la imagen adjunta. El resultado es que dispongo de un único fichero que contiene cada una de esas piezas de información. En mi caso, para que sea operativo, necesitaré:

  • Organizar el PDF con marcadores para facilitar la navegación por sus contenidos.
  • Sentirme cómodo subrayando, añadiendo notas o lo que sea para interactuar con la información.
  • Mantener, por si acaso, los ficheros originales en una carpeta auxiliar.

¿El resultado? Controlo el flujo de información de un proyecto a través de un documento único. Me sirve para asimilar mejor esa pequeña locura de múltiples inputs. Un documento es un documento. Yo elijo qué va ahí y cómo lo organizo. Quizá es que necesite «sentir» que «controlo». En fin, así me apaño. ¿Qué te parece? A lo mejor estoy concediendo más importancia a este asunto, pero de veras que necesito sentir que llevo las riendas del conocimiento que me es útil en un proyecto de consultoría.

Imagen de Mateusz Zdrzałek en Pixabay.

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