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18 Coruche – Ervedal #KostaMTB – Consultoría artesana en red

18 Coruche – Ervedal #KostaMTB

by Julen

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Coruche vive —iba a decir languidece en verano— tranquila al lado de su río, el Sorraia. Aquí también pueden presumir de Portugal Vaciada. Si en los 60 del siglo pasado casi llegan a las 30.000 almas, en 2021 la población era solo de poco más de 17.000. De todas formas, es un señor pueblo, de eso no hay duda. Estamos en pleno territorio corchero. Un cartel a la entrada lo deja claro: Coruche, capital da cortiça.

Cerca del 50% del municipio es bosque, un monte mixto de alcornoque y pino; territorio de excelencia por los productos que genera, la madera, el corcho y los piñones, de calidad y gran valor económico, así como la riqueza de fauna y flora, sin olvidar la alta contribución ambiental y el valor ecológico que combina.

¿Quieres datos? Según parece, de aquí sale el 8% del corcho de Portugal, país líder mundial en el sector. Traducido a tapones: 5 millones de tapones de corcho al día. Ponte a contarlos, a ver hasta dónde llegas. En el pueblo cuentan con el Observatório do Sobreiro e da Cortiça. ¿Qué tiene de particular? Pues que seguimos con el corcho: todo su exterior, así como el interior del auditorio, están revestidos de este material. ¡Córcholis!, ¿qué esperabas? ¿De dónde vendrá esto de córcholis? 🤔

Estamos, pues, en tierra de ganadería y cultivos. El río aporta el agua necesaria para que crezca arroz, maíz, tomate y también verduras. Además, el río tiene su puente de origen romano, el de Corôa. Claro que el progreso le ha adosado una estructura metálica que habría hecho rasgarse las túnicas a los ingenieros de obras públicas romanos. Las cosas como son.

Otro asunto que llama la atención son los toros. Tienen plaza bien hermosa y andan, además, preparando las touradas porque se ven obras para colocar el correspondiente vallado. Las fiestas patronales se celebran del 6 al 18 de agosto en honor de Nuestra Senhora do Castelo.

Me costó encontrar un restaurante abierto en el que comer arroz… como que al final no lo encontré. El día oficial de cierre de las casas de comidas en el pueblo parecía ser la segunda feira. Al final comí en A Tasca, entre el bullicio general. Pleno de hombres gritando para imponer su opinión. O lo que sea que tengan que imponer. Digo yo. Como no había arroz en la carta, nos conformamos con un plato de porco preto, eso sí, acompañado de arroz.

Antes de retomar la crónica de esta etapa, una recomendación: estupenda la casa en la que me he alojado. Se llama El Patio y su dueño fue, además, muy amable. Es una casa señorial con varias habitaciones de mobiliario antiguo. Pues eso, apúntatelo.

Los 41 grados de la tarde se convirtieron en 17 por la mañana y, además, con la niebla ya conocida de otros días. A punto de colocarme los manguitos. Las gotas en suspensión se van agarrando al manillar y a los brazos a medida que pedaleo. He elegido una vía bastante directa para llegar a Ervedal. No le veo sentido a meterme kilometradas por pistas cuando sé que a partir de las doce lo peor que puedes hacer es dar pedales sometido a la justicia del sol alentejano.

Salgo entre los maizales de la ribera del Sorraia y enlazo con la carretera general. Para la hora que es (aún no son las siete de la mañana), hay cierto tráfico. Pedaleo rápido para llegar a Couço y tomarme un cafelito caliente con un pastel de nata, que es la barrita energética nacional. Allí un lugareño con su carga alcohólica matutina me quiere comprar la bici. En fin…

Sigo hasta el siguiente pueblo, Mora. Abandono, por fin, la carretera general y todo es más relajado. Los maizales parecen más amables. Cruzo la presa de Gameiro envuelta en la niebla y atravieso un pinar por otra pista arenosa de suelo corrugado, como la de ayer de entrada a Coruche.

En Cabeção hago una nueva parada en una padaria/pastelaria en la que están reunidas las señoras del pueblo tomándose sus cafés mientras hacen repaso de la población aborigen. Entro en el local con niebla y salgo con un sol como Dios manda. La típica media hora en que queda clara la intención del día: prepárate, que Lorenzo se pone serio.

Sigo por carreteras olvidadas camino de Avis. Encuentro una zona encharcada con ganado vacuno pastando. Menuda suerte la de estos animales. ¿De dónde sale toda esa agua? Impresiona en mitad de un secarral, la verdad.

Cruzo un precario puente que separa el Distrito de Évora del de Portalegre y la carretera se convierte en una colección de parches digna de agradecer bici con doble suspensión. La de capas con las que han querido remendar lo irremendable. Eso sí, vas entretenido buscando la mejor trazada.

Ya en Avis solo quedan apenas siete kilómetros para terminar la etapa, que hoy apenas si pasará de los 80. Subo hasta la parte alta del pueblo. Está prácticamente desierto. Localizo el típico bar de lugareños apalancados matando el calor cada cual como mejor puede.

Da un poco de pereza afrontar el tramo final. Cojo agua fría y añado una pastilla de sales. Hasta Ervedal la carretera es una pequeña sucesión de toboganes. Poco después de la una del mediodía ya estoy en mi final de etapa. Bajo hasta su curioso puente sobre un río Avis que no lleva agua y que ha sido colonizado, a lo que se ve, por dos parejas de cigüeñas.

El río, sin agua, se ha convertido en una extensa zona verde.

Tras hacer la entrada en el alojamiento, ducharme, lavar la ropa y tenderla, me he quedado frito. Casi dos horas de siesta después, terminamos esta crónica. Mañana pedalearemos la penúltima etapa. Ya os contaré.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 1.651,51.

Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 19.338.

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📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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