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Ayer, como ya os comenté, pasamos por el Pozo Negro, un lugar con cierta magia, desde luego. Entre bosques de alcornoques, pinos y encinas, siguiendo el río Chico, enseguida se llega desde el pueblo hasta esta poza de aguas cristalinas. El ayuntamiento tiene una URL específica para controlar si hay aforo disponible en tiempo real. Así como lo oyes. Además, se supone que hay que cotizar tres euros desde el verano de 2021. Supongo que la razón es bien sencilla: evitar aglomeraciones. Lo de la tasa, bueno, si sirve para mantener el entorno, ni tan mal. El pozo se ha creado de forma natural. Solo han hecho falta miles y miles de años de impacto constante del agua.
El caso es que nosotros ni pagamos a nadie tres euros ni consultamos la web. Simplemente cuando fuimos no había nadie. Pudimos disfrutar del lugar en soledad. Todo un lujo.
Fuentes de Ayódar no llega ni a los cien habitantes. Por cierto, hay una iniciativa muy interesante: la ruta 99, que recorre pueblos que no llegan a esta cifra de vecinos. De todas formas, Fuentes de Ayódar, a diferencia de otros pueblos en los que la despoblación ha avanzado inmisericorde a lo largo del siglo pasado, ha mantenido su demografía. Lo de «Fuentes» da una pista, ¿verdad? Pues sí, lo habéis adivinado. En la zona se encuentran diversas zonas en torno a fuentes y pozas naturales.
A todo esto, que sepáis que estamos en el extremo norte de la Sierra de Espadán, con sus cumbres que conforman un perfil dentado muy característico. Y aquí, entre los escondites que proporciona la orografía, quien más, quien menos, se buscó la vida para huir de sus perseguidores. Echamos mano de nuevo de nuestro, ya amigo a estas alturas, Jason Webster:
En otros tiempos fue uno de los últimos bastiones de la España musulmana, cuna de moriscos, que permanecieron en la península bajo dominio cristiano mucho después de la caída de Granada en 1492. Convertidos por obligación al cristianismo y teniendo prohibido el uso del árabe, habían acabado engrosando la lista de pueblos olvidados. […]
En cualquier caso, que también los moriscos hubieran estado ocultas en estas montañas parecía responder a una pauta que se repetía: los últimos cátaros, el Papa Luna, Juana la Pastora (el guerrillero hermafrodita antifranquista). Todos habían hecho una última tentativa de sobrevivir frente a la corriente principal y la marca de la historia.
La casualidad (ya es casualidad) quiso que Alberto se encontrara por la tarde con un hermano suyo y su pareja aquí en el pueblo. Estaban en Valencia y alguien les habló de Fuentes de Ayódar. Se vinieron y de ahí el encuentro. Pequeño es el mundo, la verdad.
A las siete y media bajamos a desayunar. A estas alturas que pidas una tostada con aceite y sal y que te pongan pan de molde es como para hacérselo mirar si llevas la cafetería de un hotel. Sitio extraño este alojamiento en el que hemos pernoctado, con puntos de brusquedad en el trato, pero a la vez con muy buena comida… excepción hecha de la tostada.
Nada más empezar a pedalear escucho un crujido que solo cesa si pedaleo de pie. Paro y engraso los tornillos del sillín (el crujido a veces me parece que viene de ahí). No, eso no es. Sigo, pero ya me conozco y con ese ruido no soy capaz de continuar. Otra parada. Ayer lavé la bici. ¿Tendrá agua todavía dentro del cuadro y le estará afectando al pedalier? Doy la vuelta a la bici y veo que aún sale algo de agua. Engraso un poco la unión de las bielas con el pedalier. Voilà! Asunto arreglado… por ahora.
Hoy nos íbamos para L’Alcora en una etapa con, inicialmente, tres tramos bien diferenciados. El primero aún entre montes y por carreteras que nos iban mostrando pequeños pueblos con cierto encanto: Ayódar, Sueras, Benitandús, Veo, Alcudia de Veo, Aín… Luego teniamos previsto un tramo por pista junto a la Rambla de Artana hacia Onda y finalmente la parte de Onda hasta L’Alcora. Sin embargo, ya sabemos que los planes no siempre están para cumplirlos.
Si habéis leído los posts de etapas anteriores sabréis que ha llovido lo suyo, ¿verdad? Pues la Rambla de Artana lo reflejaba. Nada de cauce seco o con agua en plan testimonial. No, nada de eso. La rambla bajaba crecida y, aunque con ciertas dudas, nos hemos echado para atrás a la hora de afrontar un vadeo algo delicado. El agua bajaba fuerte y cubría al menos hasta las rodillas. Sin embargo, el problema era que luego había otro vadeo más y a saber como estaría. En fin, que a buscar un plan B para llegar hasta L’Alcora.
Antes de llegar a este vadeo que nos ha hecho dar la vuelta ya habíamos pasado otro. ¿Qué quiere decir? Que le ha debido de entrar agua de nuevo al cuadro de la bici. Otra vez ruido y sí, el ruido me pone, la verdad, de mala uva.
Nuestro plan B nos lleva por Betxí en un tramo feo junto a la autovía que va a Castellón. Las fábricas de cerámica colonizan toda esta parte de la Comunidad Valenciana. Nos van a acompañar hasta nuestro destino final.
Hacemos una parada para comer algo. Dejo la bici boca abajo para que suelte de nuevo el agua. Aunque el ruido se aminora, ahí seguirá hasta finalizar la etapa.
Son las doce, la rompida de la hora en L’Alcora. Mañana os cuento.
Decidimos finalmente no subir hasta Onda (era la ruta prevista) y cargar otro track que nos conduce más directos. Menos mal que los naranjos nos acompañan y alegran la vista. El ruido, como digo, me sigue acompañando. Cagontó.
Llegamos al pueblo cuando ya se retiran los penitentes con sus tambores y bombos. La rompida dura una hora, de doce del mediodía a la una del Viernes Santo. Parece que cumplen el horario. Todavía escuchamos algún que otro tambor, pero parece que la retirada es un hecho.
Llamamos a la anfitriona de la casa donde nos hospedamos. Muy amable, nos explica lo básico. Hoy tenemos lavadora automática. Gran progreso para el cicloturista, por supuesto.
Pues eso, aquí estamos esperando a que acabe el programa de la lavadora. Se suponía que era «breve»…
Kilómetros totales hasta esta etapa: 304,90.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 4.744.
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