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El futuro como ejercicio estratégico – Consultoría artesana en red

El futuro como ejercicio estratégico

by Julen

Del futuro lo mejor es que llegue. Eso quiere decir que continuamos ahí y que vamos a poder ver lo que progresa y lo que no. Aunque sea frase muy manida, el futuro es actitud. Cada cual partimos de un lugar, pero la manera en que trabajamos sobre ese futuro nos influye. Diríamos que la sombra del futuro sobre nuestro presente es muy alargada. Mientras escribo estas líneas la cabeza se me va hacia el futuro, en este caso inmediato. Estamos pasando unos días en nuestra isla favorita, aquí en El Hierro, y en un par de horas seguramente cogeré la bici para ir a algún lado. Seguramente me suba hasta Valverde. Es una buena cuesta y sí, lo has adivinado, requiere actitud. Es muy probable que disfrute del esfuerzo y del previsible viento que azotará en algunos tramos. Disfrutar del esfuerzo es algo que no todo el mundo entiende.

Explico lo anterior porque, por ejemplo, suelo consultar windy para saber de la intensidad y la dirección del viento que se prevé. Es un futuro que me importa y del que prefiero, hasta donde es posible, estar informado. Pero es evidente que no voy a poder modificarlo. Simplemente me sirve para que mi actitud luego haga el resto. Bueno, mi actitud y mi forma física. Estos dos factores sí que dependen de mí, no hay duda. Así pues, es fácil entender que el futuro es mezcla de información, actitud y preparación.

Otro ingrediente que me parece fundamental cuando miro al futuro es el lugar donde nos situamos dentro del continuo pesimismo-optimismo. Esta es una opción que va, en cierta manera, con la persona que cada cual es. Sin embargo, esta es una variable que pesa en nuestro bienestar presente. Aunque sé que el viento va a pegar fuerte en algunos tramos de la subida a la villa, el ascenso en sí me gusta. Podré apreciar lo que cuando vamos en coche es imposible. Subir a diez por hora o menos suma esta ventaja: me detendré alguna que otra vez para disfrutar de las vistas.

Me he animado a escribir este artículo sobre el futuro porque estoy con un proyecto de reflexión estratégica en Emana. Es una organización que se define como «un espacio para empresas, equipos y personas» con una propuesta muy concreta de «formación para profesionales que trabajan en dirección, consultoría y coaching». Pues bien, en este proyecto de reflexión estratégica le queremos dar espacio al futuro, a la visión y a las señales, como nos proponía Maider Gorostidi. En sí, introducir la estrategia en una organización es un ejercicio que, en gran parte, obliga a reflexionar sobre el futuro. Claro que el pasado y el presente también deben disponer de su propio espacio, pero, sobre todo, la estrategia es un ejercicio de construcción de futuro. Y como nuestra capacidad predictiva es muy limitada –gracias, covid19–, este ejercicio sobre el futuro tiene mucho que ver con la forma en que somos capaces de construir esa reflexión. Porque, claro, el futuro, si algo tiene, es que siempre existe. Da igual el momento presente, mientras corra sangre por nuestras venas, siempre habrá un nuevo futuro ahí enfrente.

Por contradecir alguna que otra voz ceniza que de vez en cuando escucho, el futuro es abordable. Aunque predecir puede ser solo un ejercicio del que viven quienes poseen bolas de cristal, nosotras, en el trabajo cotidiano, disponemos de recursos para encarar el futuro. La misma Maider nos proponía utilizar, por ejemplo, la rueda de futuros. Es una técnica para, paso a paso, construir un mapa mental en el que hay niveles y donde se nos proporciona una cartografía para conducir por estas carreteras del mañana.

El futuro, además, es abordable porque, si le dedicamos tiempo, en gran parte responde a dinámicas de profecías autocumplidas. Me lo creí tanto que no hubo posibilidad alguna de que no fuera así. Es terreno delicado porque hay que desarrollar la tolerancia a la frustración, pero soy de los que piensa que si de niño jugaste a desear algo muy profundamente, la probabilidad de que se cumplan tus deseos es mayor. Insisto, no es solo prever, es también actitud y preparación.

También tenemos que incorporar en esta ecuación al error. Cuando algo no sucede como previmos, necesitamos activar la opción B. Siempre debe haber una escapatoria. Si luego, cuando me ponga a subir el cuestón hacia la Villa de Valverde, pincho, entonces tonto sería de no haber previsto que debía llevar conmigo otra cámara, los desmontables y una bomba. Ojo, la bomba que sea para válvulas finas. Y, por supuesto, si quiero volver pronto al Tamaduste, que es de donde salí, para salir a pasar el día, quizá tenga que renunciar a llegar a la villa. Depende de lo que me lleve la reparación. Y ya sé que soy torpe con la mecánica. Por este lado, no pasa nada si no llegamos al destino. Otra vez será.

Que las cosas no salgan como previmos debe ser parte del plan. Obliga a planes de contingencia, a escenarios diferentes y a una gestión emocional del (supuesto) fracaso. Los planes son obligatorios; otra cosa es que de ellos se deduzca siempre que lo que previmos suceda. De eso nada.

En fin, que tenemos un ejercicio bonito por delante. Si quieres dejarnos tus señales, puedes hacerlo. Hemos abierto un canal para que entre aire por la ventana. Cuantas más voces, más interesante es el ejercicio de conversar sobre el futuro. Porque aquí nadie tiene la solución. De hecho, no hay solución. El futuro exigirá nuevos futuros. Así es la vida. Y que nos dure muchos años, ¿verdad? Espero que los disfrutes.

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2 comentarios

Amalio Rey 16/02/2022 - 11:51

Muy bueno este post, Julen, y cómo lo has hilvanado. Me ha gustado mucho. Lo suscribo todo, tal cual!!

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Julen 16/02/2022 - 12:26

Ya pago yo la siguiente ronda

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