La colina de los suicidios, de James Ellroy #NovelaNegra 29

by Julen

Lo prometido, es deuda. Ya dijimos en nuestro post anterior, en el que reseñábamos la segunda de las tres novelas de la serie que James Ellroy dedicó al sargento Hopkins, que publicaríamos hoy martes la siguiente. Con esta tercera entrega Ellroy cerró la serie. Fueron tres novelas publicadas entre 1984 y 1985. Es un autor que siempre ha utilizado las «series» en su obra literaria. Sirva de ejemplo más conocido, su cuarteto de Los Ángeles (con otras dos novelas posteriores, por cierto). En fin, que Hopkins termina sus andanzas en La colina de los suicidios.

El sargento Hopkins posee una personalidad violenta obsesivo-compulsiva, cuyo desorden se manifiesta principalmente en actos de fuerza fisica excesiva a lo largo de sus diecinueve años de carrera como policía. Tras esta pauta de conducta, pero directamente relacionada con ella, aparece un fuerte impulso sexual, que racionaliza como un «esfuerzo para conservar el equilibrio», con la intención de apaciguar sus tendencias violentas. Intelectualmente, los dos impulsos han sido justificados por las exigencia de «el Oficio», y por su deseo de mantener su reputación como detective de homicidios singularmente brillante y acreditado. En realidad, ambos derivan de un pragmatismo estridente del tipo visto en personalidades sociopáticas emocionalmente contenidas…, más sencillo, un egoísmo preadolescente.

Este es el personaje que le ha dado juego a Ellroy para recrearse en la típica de la novela negra americana. Eso sí, las dos primeras novelas de la trilogía se sumergen en asesinos oscuros y retorcidos, con una inteligencia muy por encima de la media. Claro, como el propio Hopkins, que no se queda atrás. A sus tormentos emocionales se añade el reto intelectual de comprender cómo y por qué los asesinos a los que persigue hacen lo que hacen. Y, lo que es más importante, anticiparse para saber qué harán.

Pues bien, esta tercera entrega nos acerca a asesinos más normales, si es que podemos usar este término. Por supuesto que hay que echar mano de traumas infantiles para construir personalidades que desembocan muy lejos de lo que permite la ley, pero frente a los que aparecían en las dos primeras novelas, son simples corderitos.

Como las anteriores, La colina de los suicidios no se ha resistido más allá de un par de días de lectura. Ellroy me atrapa, eso lo tengo claro. Quizá su permanente simetría entre delincuentes y policía —nunca queda del todo claro cuál de las dos partes ha degenerado más— ayuda a viajar por una trama que siempre ofrece materia prima de calidad para hurgar en lo más oscuro del ser humano.

Ya suponía que el final no ofrecería solución alguna. Se queda en mitad de un laberinto del que no parece fácil escapar. Cada cual puede elegir qué habría pasado con Hopkins en una cuarta entrega. Ellroy deja todo abierto. Sí, quizá en un momento podías intuir una salida, pero no, no hay forma. El final es el principio, es la oscuridad, es un giro que devuelve a Hopkins a la casilla de salida. O, al menos, eso interpreto yo; que aquí, como digo, cada cual puede proyectar el próximo paso que desee. A fin de cuentas, Hopkins terminó en La colina de los suicidios. ¿Te dice algo el título?

Imagen de Twighlightzone en Pixabay.

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