23 Acebo – Pinofranqueado #PortugalMTB

by Julen

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Acebo está rodeado de buenas montañas y cuenta con un par de piscinas naturales muy conocidas en la zona que ahora en verano hacen las delicias de lugareños y visitantes. Pues adivinad en dónde me he alojado. Una de ellas, la de El Jevero, cuenta con un hotel restaurante que tiene también habitaciones. Lo llaman turismo rural. El entorno lo es y bien bonito, por cierto, pero en esta época la cantidad de gente desvirtúa eso de «rural».

La otra piscina natural, la de la Carreciá, queda un poco más abajo, a escasos 400 metros y es más de lo mismo. Las dos se forman en la Rivera de Acebo que, junto con la de Gata, tienen aguas embalsadas más arriba. Desde las piscinas parten unos cuantos senderos locales.

Por lo que me dijeron en el alojamiento, en esta época se viene gente hasta de Cáceres a pasar el día. O sea, desde 108 kilómetros. Esto me recuerda un dato que no comenté de Cedillo: está a 120 kilómetros de Cáceres y a 60 de Valencia de Alcántara, que sería la primera referencia para servicios básicos, como por ejemplo, un centro de salud en ciertas condiciones.

En fin, que hay lo que hay y es un domingo de agosto. O sea, ¿cómo estaba la piscina? Abarrotáaaaaa. A mayor gloria del difunto El Pulga y de El Linterna.

La escena era muy diferente a las 7:30 de la mañana. Tenía toda la piscina para mí. Eso sí, con algún que otro resto de estupidez humana en forma de basura.

El hotel tiene solo cinco habitaciones, así que la sensación de paz y tranquilidad era absoluta. Me extrañó ver en la carta para cenar mucho plato argentino. Resultó que la dueña es de allá. Hablando con su pareja me contó que de vez en cuando se aloja gente que está de ruta en bici. Le expliqué que por allí pasa la Cicloextremeña. Una pena que no la conozcan y la promocionen. Me habló de «dos vascos ya mayores» que habían pasado hace poco y que también iban a hacer etapa hasta Pinofranqueado, como es mi caso. Ah, y también me comentó que era zona de mucho viento. Recuerdo la vez anterior que pasé por aquí. Cierto, muy cierto.

Nada más salir hay que subir un pequeño puerto que nos va ofreciendo vistas a Acebo y los montes por los que vinimos ayer. El sol deja todavía zonas en sombra en el valle.

Tras coronar el puerto entramos en zona de pinares a través de unas pistas enormes que terminan por dejarnos en el Puente de la Huerta con piscina natural y su correspondiente chiringuito anexo. Una señora cuando menos octogenaria arrastra un contenedor de la basura mientras habla consigo misma. Lo mismo que hago yo muchas veces en estos viajes en solitario. Digo lo de hablar conmigo mismo… y con las vacas, por supuesto.

Vuelta a subir por buenas pistas y de nuevo entre pinos que lucen espléndidos su verdor con esta luz matinal, hasta llegar a Gata.

En la plaza del pueblo las terrazas, cómo no, ganan terreno. Ya sé que hace falta actividad hostelera, pero tanta terraza le quita encanto a estos pueblos. La gente hace cola en la calle para comprar el pan. Tiempos de nuevas normas impuestas por el coronavirus. El pueblo despierta. La gente se saluda. No hay prisa. Encuentro una fuente del siglo XVI con un escudo del mismísimo Carlos V. Cómo no llenar el bidón de semejante manjar.

Seguimos. Como si no estuviéramos en pleno verano, al poco de salir de Gata nos introducimos en un universo verde.

Curioso, porque al bajar al valle del río Arrago, entramos en un paisaje mucho más de secano, con bastantes olivos. Dejamos atrás Torre de Don Miguel, Cadalso y Descargamaría. Este último pueblo luce una piscina natural decorada con azulejos de colores.

La Cicloextremeña juega con caminos bien balizados. En este tramo seguimos el GR10, con algún que otro repecho que exige recurrir al piñón más grande. Y llegamos así a Robledillo de Gata. Si, claro, se ven turistas. Es de esos pueblos que sí o sí hay que visitar en la Sierra de Gata. Callejeo un poco aunque en pueblos de así, con turistas, siempre tengo la sensación de que voy molestando. Paro en un bar de la parte de arriba y cojo unas galletas almendradas para tener alimento de reserva en la mochila por si acaso. Hay que subir 500 metros de desnivel hasta coger la pista que crestea y pasa luego junto al Chorro de Los Ángeles para bajar a Pinofranqueado.

La subida es realmente agradable, muy sombreada, por una carretera cuyo asfalto conoció mejores épocas y que mantiene una pendiente constante muy llevadera. Una fuente con un chorro, no del siglo XVI pero espectacular en caudal, contribuye en ayuda del ciclista. Coronamos y cogemos una pista mucho más abierta que proporciona vistas fantásticas del valle del Arrago.

El paso junto al Chorro de Los Ángeles nos deja vistas a la cascada. Bueno, eso sí vienes en otra época que no sea verano. Ahora ná de ná. Cuando pasamos por aquí hace cuatro años lo recuerdo con niebla. Ahora sol y ni una nube en el cielo. Por cierto, lo de Los Ángeles tiene que ver con un convento que San Francisco de Asís levantó por la zona. Animado el chaval.

Comienza la bajada final hacia Pinofranqueado. Bueno, quedan aún kilómetros de pedaleo antes de pasar por Sauceda, pero se hacen agradables en terreno casi llano y muy sombreado.

La llegada al hotel, que también tiene restaurante, mejor la explico mañana.

Kilómetros totales hasta esta etapa: 1.696,76.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 29.777.

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📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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2 comentarios

Alberto 09/08/2021 - 18:08

Me imagino que en Robledillo habrás saludado al de las hamacas de La Concha y al mayor distribuidor de guindillas de Ibarra, ¿no? Jaja, sigo siguiéndote desde este otro lado . Y por cierto, me bañé en una de las dos piscinas naturales de Acebo, claro que no recuerdo en cuál. Que sigas bien.

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Julen 09/08/2021 - 20:57

Jaja, ya sabía yo que ibas a hacer mención. He diversificado y he ido a otro bar que, por cierto, lo llevaba una chica supermaja. De todas formas, creo que estaba cerrado.

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