22 Zarza la Mayor – Acebo #PortugalMTB

by Julen

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Recordaba Zarza la Mayor de cuando pasé por aquí en 2017. De hecho paré en el bar del alojamiento en el que me he hospedado esta noche pasada. El pueblo ha tenido una historia complicada, bastante pegado como está junto a La Raya (Portugal queda a 4 kilómetros). En su término municipal te puedas encontrar una buena colección de ermitas, la magnífica Iglesia de San Andrés Apóstol y hasta varios castillos, aunque el de Peñafiel es el de referencia, allá en las afueras.

Así pues, es un municipio fronterizo con Portugal, con el río Eljas como linde natural. Cuando llegue ayer al alojamiento la chica que me atendió ya me comentó que habían tenido un día de comidas extraordinario porque había cantidad de portugueses. Seguimos pegados a La Raya.

Por la tarde di un paseo por el pueblo. Sus calles son una curiosa mezcla de entramado denso de callejuelas a medida que te acercas a la plaza del ayuntamiento, donde está también la imponente iglesia de San Andrés, mientras que en las afueras predomina el diseño de otro tipo de vías, mucho más largas y amplias. Frente a mi alojamiento, con vistas a la carretera, un equipo de octogenarios charlaban, cómo no, sobre el coronavirus. Monotema en tantos y tantos sitios.

A las siete abrían la cafetería donde pernoctaba. Un domingo de agosto a estas horas es un buen lugar para ver reunida a una más que curiosa fauna local. Cuatro chavalitas que desayunan después de la noche de farra, los típicos currelas del campo incapaces de ingerir nada que no lleve añadido líquido con graduación mínima de 40 grados, una tertulia encendida de expertos balompédicos sobre Messi, dos colegas que vacilan desde una esquina de la barra a grito pelado a otro que parece ser del Barça y que está en la esquina opuesta, un padre con su hijo formalito esperando a que les atiendan para desayunar entre semejante selva humana. Bueno, todo normal. Quizá mi té es el que está fuera de escena.

Nada más salir de nuevo los frenos de disco me vuelven a dar guerra. Vaya mala experiencia con los SRAM Level Ultimate. Centro de nuevo las pinzas. Hasta la siguiente. A los cuatro kilómetros de salir veo tres hermosos ciervos que se me quedan mirando. Es evidente que piden una fotografía. Hecho mano del bolsillo trasero del maillot donde va el móvil. Oh, oh, se ha quedado en la habitación. Pues eso. De vez en cuando pasan estas cosas. Media vuelta. Adiós, ¿me esperáis y luego os hago la foto? Anda ya, a ver si espabilas para la próxima vez. No les falta razón.

Otra vez en ruta. Primeros kilómetros por carretera en la que me cruzo con otros ciclistas. Es domingo, día de pedalear. Como siempre, estas primeras luces del día son agradecidas para la fotografía.

Dejamos la carretera y cogemos una pista a la izquierda. Pedaleamos entre explotaciones ganaderas. Son pistas anchas, que dejan rodar bien. Al fondo, la Sierra de Gata.

Alcanzamos una zona de regadío en la que crece hermoso el maíz. A partir de aquí entramos en pistas más rotas y con mucho polvo con algunos repechos para entretener las piernas. Algún que otro perro que sale en defensa de lo que entiende se empeña en mantenerme alerta. El sol va subiendo poco a poco.

A eso de las once estamos en Cilleros. A partir de aquí entramos en la Sierra de Gata, con la que conviviremos hoy y mañana. El primer contacto es muy amable, por una carreterita de montaña que sube primero hasta Villamiel, en cuya Plaza Mayor nos unimos al animado terraceo.

La siguiente parada es obligada: el castillo de Trevejo. No hay duda de que la situación es estratégica, protegido por la Sierra de Gata y abierto hacia el sur para ver bien a quien quiera que quisiera atacar. Según vienes de Villamiel, no queda sino reconocer que es fotogénico el condenado.

A partir de aquí sólo queda subir hasta los casi mil metros de altitud para luego dejarnos caer hasta Acebo. Primero hay un rampón asfaltado y luego ya es una pista pedregosa con amplias zonas de sombra que se agradecen. No voy solo, tengo compañía para hacer la subida más entretenida. Son mis amigas las mosquitas. Las tengo a millones. Qué algarabía, qué fiesta, qué desenfreno. Llegamos a la zona final de la subida, en la que tengo que hacer algún tramo a pie por una zona de piedra que recordaba bien. Arriba me despido de las moscas, deseándoles lo mejor en esta vida. El horizonte se abre.

Sólo queda bajar hasta Acebo. Me paro un rato para charlar con una vaca que también lleva buena compañía moscosa. Hablamos de nuestras cosas, de todo y de nada, de la vida ahí en la Sierra de Gata, de los caminos compartidos, de si pasa mucha gente por allí recorriendo la Cicloextremeña. Bueno, en fin, que ahí se queda ella pensativa. Hasta otra.

Acebo está a rebosar, como era de prever. Las mesas de las terrazas de la plaza que están a la sombra tienen pleno de ocupación. Hago un poco de tiempo en otro bar que encuentro vacío porque no tiene nada sólido que ofrecer según parece. Me acerco luego de nuevo a la plaza y ya se ve algún hueco. Aprovechamos la coyuntura y engañamos un poco al estómago. Ya cenaremos bien. O al menos eso espero.

Terminamos la etapa pedaleando hasta el alojamiento rural en el que nos hospedamos y queda a algo más de un kilómetro del pueblo. Otro pequeño baño de multitudes. Mañana os lo explico. Ciao!

Kilómetros totales hasta esta etapa: 1.616,14.
Metros de desnivel acumulado hasta esta etapa: 28.322.

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📷 Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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