12 Volvemos #BilbaoBilbaoMTB

by Julen

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El coronavirus y la nueva normalidad que se ha instalado en nuestras vidas me hicieron cambiar de planes. Además, otras circunstancias familiares recomendaban una ruta más cercana a Bilbao que la que había barajado de pedalear hasta el Mediterráneo con paso por el Moncayo, els Ports y la ruta del Císter. Así que hemos improvisado un viaje que ha incluido, sobre todo, Cantabria, Burgos y La Rioja.

La última noche la hice en La Puebla de Arganzón, un pueblo muy coqueto con su muralla y su puente gótico sobre el Zadorra. Una calle –»la calle»– a cruza de norte a sur: la de Santiago. Hacia la mitad queda la plaza, con su iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Por su parte, en el río la zona de baño lucía muy agradable con su césped inmaculado y unas cuantas familias repartidas por él. Unos cuantos patos se acicalaban las plumas al sol mientras el antiguo molino era testigo de la tranquilidad de una tarde de verano.

¿Dije tranquilidad? El hotel en el que me hospedaba daba a la plaza. Y sí, otra vez puedo decir «la plaza» porque allí estaba todo el pueblo, lo que incluía a los veraneantes de los adosados (que también los hay). Todos con ganas de disfrutar de un sábado por la noche. Eso quiere decir gritar más fuerte que el de la mesa de al lado, decir más barbaridades y demostrar que puedes acudir sin problemas a la grada de animación norte a dejar constancia de tu supuesta inteligencia. Pues eso, tranquilidad es un concepto relativo.

Las fuerzas vivas del pueblo habían acudido a la plaza, de eso no cabía duda alguna. Poco a poco se fueron aglomerando en un goteo que no dejó de crecer hasta entrar en ebullición pasadas las nueve. En ese momento se dio el pistoletazo de salida a ver quién la dice más alta, quién incita a los niños a que griten más, quién es capaz de llamar a gritos a un colega que pasa por el otro lado de la plaza o quién simplemente se encuentra en la fase de exaltación eufórica de la amistad en su camino a la borrachera. Tranquilidad es un concepto relativo, ya lo dijo Einstein.

Pero llegó un momento, más tarde que pronto, que todo aquello terminó. Fue a las dos de la mañana. Supongo que el ejército, exhausto tras la batalla, tenía que dormir hasta el vermut del domingo a mediodía. El hotel, Arganzón Plaza, está muy bien y tiene su encanto, pero yo avisaría de este pequeño detalle: no hay quien duerma un sábado de verano hasta que cierran las terrazas si te obsequian con una de las habitaciones que dan a la plaza. Claro que me da que todas dan a la plaza. Las cosas como son.

Cambiando de tema, otro asunto que poner sobre la mesa aquí es la particularidad de que estamos en un enclave burgalés en territorio vasco: el condado de Treviño. Me da que hay más compromiso euskaldun en este pueblo que en muchas otras partes de Álava. Sin conocer con detalle la situación, parece que tanto los dos ayuntamientos del condado en tanto instituciones como la propia población lleva tiempo demandando su anexión a Álava. Vitoria está aquí al lado y desde luego parece un anacronismo. O sea, que salí de Briviesca, en Burgos, y ahora que ya estoy a 15 kilómetros de Vitoria vuelvo a estar en la provincia de Burgos. Por cierto, de siete concejales en el pueblo, tres son de EH-Bildu y tres del PNV. Pues eso.

Al tema, que me desvelo. Salgo como de costumbre a las siete. Pinta oscuro y está llovizneando. Había pensado subir por la sierra de Badaia en una ruta que en parte ya conozco, pero me da pereza meterme entre la niebla y lloviendo. De nuevo, activamos el plan B: por carretera hasta Pobes, luego a Izarra y despúes bajar por Altube. Al principio el tiempo parece que quiere aguantar, pero termina por entrar un sirimiri que casi no va a terminar hasta poco antes de llegar a Bilbao. Esa suerte he tenido: la última media hora de ruta ha sido sin agua.

Por el Valle de Kuartango me decido a acercarme a una indicación de dólmenes. Se que están en obras en torno a las piedritas. Conforman una especie de pequeño promontorio. Ves esas enormes lajas y te haces una idea de que querían dejar el detalle para la posteridad. Por lo que he investigado (en la zona no hay indicación), se trata del dólmen Gurpide Sur.

Busco un sitio para tomar algo en Izarra pero no encuentro nada abierto. Solo una cola en la panadería. La niebla lo envuelve todo. ¿Bajo por Orduña o por Altube? Voy por Orduña…, no mejor por Altube. El día se ha cerrado más y más y el sirimiri se intensifica. En fin, por el camino más corto. Subo hasta Altube y desde allí solo queda dejarse caer hasta Llodio para pedalear por terreno más que conocido. Por fin en Orozco, a escasos 25 kilómetros del final de la etapa y de la ruta, paro a tomar algo en una taberna. Vengo empapado. ¿Quién dijo que no iba a usar el chubasquero?

Ya veis etapa sin más historia que la de bajarse desde La Puebla de Arganzón hasta Bilbao en un día de lluvia tan típico de esta parte. Mañana escribiré, como suelo hacer al terminar mis rutas en bici, un balance de estos doce días. Han sido la despedida de la Orbea Oiz que compré en 2015 y que me acompañó a lo largo de toda la tesis doctoral. La llevamos al atril de la defensa inicial de la memoria del proyecto de investigación, no digo más. Cuidaos mucho.

Comida de culebras, me decían de pequeño

El dolmen de Gurpide Sur en obras

Siempre me ha parecido curioso el nombre de este pueblo

El Zadorra represado en La Puebla de Arganzón

Más fotografías de la ruta

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