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Finalmente he decidido regresar a Bilbao en un par de etapas. Andaba un poco liado porque no tenía ubicada a Briviesca en el Camino de Santiago. En el pueblo se veían referencias al camino, incluyendo las ya universales flechas amarillas. Por fin resolví el enigma (para mí): Briviesca está en la ruta de la Vía Bayona, que comparte con el Camino del Norte (o de la costa) el trazado que entra por Irún, pero que luego lo abandona para dirigirse al interior, al túnel de San Adrián, y entrar en territorio alavés. Recuerdo haber pasado por allí el año que hice de un tirón la TransEuskalherria. Ese tramo que sube de Zegama es espectacular cuando se adentra en los hayedos mágicos cubiertos de musgo.
Pues bien, la Vía Bayona viene de Vitoria-Gasteiz por Miranda de Ebro y se junta con el Camino Francés en Burgos. Briviesca es fin de etapa «oficial» para los peregrinos que vienen de Pancorbo y que continuarían recorrido hasta el Monasterio de Rodilla, antes de la etapa final en la que confluirían con el Camino Francés. Por mi parte, voy a hacer una etapa sencilla hasta la Puebla de Arganzón y, por tanto, en dirección contraria al sentido de la ruta hacia Compostela. Se corresponde con tres etapas a pie.
Por la tarde, además de decidir cómo continuar con la ruta, cayó una pequeña cabezada en el hotel tras terminar la redacción de la crónica diaria. Luego, al salir a la calle, todavía se hacía notar el calor de estos días. Así que fue cuestión de buscar una cafetería con buen aire acondicionado y seguir leyendo Billete de ida, el libro de Jonathan Vaughters, quien hoy en día es quizá la cara más visible del Education First Pro Cycling Team, un proyecto muy interesante en el actual ciclismo profesional. Cuando uno lee sobre los años oscuros del dopaje, sobre todo en la década de los 90, se da cuenta de lo insalubre de la competitividad extrema. Además, según el autor, el ciclismo no es precisamente un buen ejemplo de unión.
En deportes como la NFL (…) todo el mundo va a una. Los jugadores, los equipos, las sedes, todos están en el mismo negocio (…). Y ese negocio considera que sus rivales son otros deportes; o, a lo mejor, Netflix o una nueva generación de Friends. En el ciclismo los equipos, las carreras y los ciclistas van cada uno por su lado. Así que, en lugar de trabajar juntos, los organizadores de las carreras, los equipos y los ciclistas intentan matarse entre sí en una lucha parasitaria y caníbal.
En fin, a saber si el dopaje en el ciclismo y en otros deportes acabará algún día mientras revoloteen tantos intereses comerciales a su alrededor y las exigencias de éxito sean tan imperativas. Es asunto complejo. Si tenéis oportunidad, leed Sports 2.0 de Andy Miah. Es un tipo que hace pensar con lo que dice.
Volviendo al mundanal ruido del cicloturista de montaña que recurre al pintxo de tortilla como dopaje más conocido, de nuevo se puso en marcha con el amanecer a las siete de la mañana. Hay que evitar en lo posible este calor que nos dicen va a ser cada vez más signo de nuestro tiempo. Debido a problemas de logística, la bici durmió conmigo en la habitación. Y tan a gusto que estuvo, ya me comentó.
La Vía Bayona va jugando con la autopista hasta Pancorbo. Eso sí, hay que pasar por los pequeños pueblos que salpican la ruta: Cameno, Grisaleña y Zuñeda. En general hay buena señalización, como casi sucede en las diferentes vías del Camino de Santiago. Sin embargo, en todo esta etapa no me he encontrado con peregrino alguno. Quizá esta falta de tránsito ha provocado que un tramo que va pegado a las vías del tren poco antes de Pancorbo estuviera muy cerrado. Ha habido que pelear con pinchos y zarzas que nos han dejado agradables recuerdos en las piernas.
El desfiladero de Pancorbo se cruza por un sendero encantador. Por arriba va la civilización: carretera, autopista y vías del tren. Por abajo, a pie o en bici, el recorrido es más humilde, pegado al arroyo. Este tramo coincide con el sendero GR291, Agua y roca: Del Ebro a los Obarenes. Ahí escondida queda la ermita del Santo Cristo mientras que arriba, encaramada a una peña, se encuentra la aérea ermita de Santa Engracia.
Se sale del desfiladero por Ameyugo ya camino de Miranda de Ebro y de nuevo la ruta usa las parcelarias para avanzar sin mayores dificultades. Llego a Miranda y aterrizo en una terraza junto a la casa consistorial. Toca desayunar a base de zumo de naranja, tortilla de patata y un té. Tranquilidad. El cielo, de momento, está oscuro. No hay rastro de calorina, al menos a las 10:30 de la mañana.
Saliendo de Miranda me monto un buen lío antes de Ribabellosa porque el track que llevo, de hace cuatro años, pasaba por lo que hoy en día es un parque de energía solar. Es una zona en la que confluyen varias autovías y vías de tren, por lo que el asunto es encontrar lugares por donde cruzarlas. Miro en el mapa y por fin encuentro una alternativa que termina por coincidir con el trazado actual del Camino. El progreso tiene estas cosas: ocupa antiguos caminos.
Sólo queda una subida por Estavillo en el que la bici hace alguna cosa extraña que alguien como yo solo es capaz de explicar como un cra-cra-cra que parece surgir del pedalier. Mosqueo serio, aunque luego desaparece como por arte de magia. Bajada por Burgueta y entramos a La Puebla de Arganzón por el mítico kilómetro 333 de la N-1. De pequeño recuerdo que teníamos un recuerdo de este sitio en casa.
Mañana terminamos esta un tanto extraña ruta en lo que lo único claro era salir de Bilbao y llegar de nuevo allí un tiempo después. Había que adaptarse a las circunstancias y es lo que hemos hecho. Quedan para otras ocasiones planes más ambiciosos. Mañana escribiré la última crónica. Nos leemos 😉
El mítico anuncio, en este caso en Armiñón
Siempre fotogénicos
Por el desfiladero de Pancorbo
Junto a la ermita del Santo Cristo en Pancorbo
Árboles pintados en Cameno