02 Ejea de los Caballeros – Loarre #CincoVillasEnBici

by Julen

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Por la tarde estuve pensando que muy normal no puede ser. Salirte con la bici cuando ahí fuera están a 5 grados bajo cero y hay una niebla del copón bendito no suele ser la forma en que la gente suele disfrutar de la bici, ¿no? Pues como decía ayer, soy repetidor, así que algo debe de haber en estas condiciones para que vuelva a la carga, como el año anterior.

Al coger cierta velocidad y tras un rato entre la niebla, el hielo se va haciendo hueco: en los guantes, entre los pliegues de la chaqueta, en los cubrezapatillas, en la zona de cables del manillar o incluso en la punta del sillín. Ayer cuando paré en Uncastillo había quien me miraba un poco raro preguntándose de dónde había salido aquel fantasma. En fin, es cierto que hay momentos en los que sobre todo los dedos de las manos se quedan de aquella manera por el frío, pero es llevadero. Más o menos. A ver si consigo resolver el problema de las gafas porque se empañan al llevar el buff calado hasta la nariz. Que no se diga que llevamos las gafas de adorno.

Ayer salí a eso de las siete de la tarde a pasear un poco por Ejea y el pueblo ya parecía otra cosa. Había animación, con los comercios abiertos y un hermoso árbol de Navidad junto al ayuntamiento que hacía gala de su megafonía de villancicos como está mandado. En la trasera del edificio consistorial un Belén completaba la parafernalia oficial.

Yo me subí entre callejuelas hasta la iglesia de Santa María, que es la que destaca en altura por encima de todas las demás. Desde allí bajé de nuevo por unos cuantos tramos de escaleras hasta la plaza de España. Esta plaza cuenta con un par de lados porticados y, curiosamente, a distintas alturas. Así fuimos haciendo poco a poco hambre. Me apetecía pasta y como no vi ningún italiano por el pueblo opté por un chino y sus tallarines tres delicias. Entré a eso de las ocho y cuarto y ya había gente cenando, no os digo más.

Así que poco después de las nueve ya estábamos recogidos en la habitación del hotel. La ropa lavada ya se había secado (el aire caliente hace maravillas). Recogimos las cosas para dejarlo todo en su sitio y a la cama, a dormir como un bendito.

He salido de Ejea por la carretera que lleva a Luesia y que comienza por las típicas rectas con campos de labor y cereal a cada lado. La niebla no estaba muy cerrada aunque a medida que me acercaba a los montes se hacía más y más densa. La temperatura, que al principio era de cero grados, ha ido bajando hasta llegar a los 5,5 negativos. Sarna con gusto no pica. Eso sí, los dedos de las manos han protestado lo suyo.

Hasta Luesia vamos ganando altitud muy poco a poco. Con el frío que hace se agradece ir subiendo. Ya entre montes, la niebla queda atrás y el día se abre, no con demasiada nitidez pero vemos un poco de sol que agradecemos lo nuestro. Entro a Luesia y callejeo un poco. Me subo hasta el castillo y veo que además cuenta con dos iglesias románicas, una de ellas dedicada a centro de interpretación del Románico.

Continuo hasta Biel, que queda a quince kilómetros de Luesia. Desde el puente sobre el río Arba que le da acceso se puede observar el espectacular castillo, pegado a la iglesia. Me acerco hasta allí para apreciar de cerca la enorme factura del edificio. Son las once y media y va siendo hora de avituallarse. En el único bar que veo abierto me tomo un Cola-Cao junto a un par de parejas de moteros que no son tan frugales como yo.

A partir de Biel comienza un tramo muy bonito que recorre la crestería de un monte, dejando a izquierda y derecha bonitos paisajes. Se ven los Riglos de Mallo y más atrás las cumbres nevadas de los Pirineos. Nos cruzamos también con el GR1, que se dirige hacia la ermita de San Miguel de Liso por un sendero encantador. Aprovechamos para las consabidas fotos.

Para llegar a Ayerbe, penúltimo pueblo antes del fin de etapa en Loarre, hay que descender hasta cruzar un puente sobre el río Gallego, tras dejar atrás Santa Eulalia. Los últimos kilómetros los disfrutamos con un vientecillo de cara de lo más cabrón.

Antes de subir a Loarre comemos en Ayerbe. El camarero me somete a un interrogatorio que me deja temblando. De dónde vengo, a dónde voy, qué me parece el gobierno de Sánchez, que si creo que les van a meter moción de censura en menos de un año… Pero ya me he fijado que no era yo el único sujeto de su investigación política. Creo que estaba haciendo su propio análisis a partir de la opinión de los comensales. Sabiduría popular.

Terminamos de contestar la encuesta y nos vamos para Loarre. Son solo siete kilómetros en ligera subida y otra vez de frente el vientecillo de los cojones. Diosssss, cómo cuesta cuando estás terminando la etapa. Hablo con el encargado de la hospedería en la que me alojo. Me da la buena nueva de que no hay ningún sitio abierto para cenar pero que algo arreglaremos. Menos mal.

Los últimos kilómetros me devuelven a la niebla. Entro en la hospedería, que está en el centro del pueblo, y el chico que me atiende me explica que están bajo mínimos tras las fiestas. Muy amable, me indica el lugar en el que guardar la bici, me da las instrucciones para entrar y salir (ojo con no apretar la tecla de llave en la botonera de acceso, que mucha gente se equivoca). Vale, vale, espero hacerlo bien. Negociamos algo de cenar a las 8:30 y desayuno mañana a las 8h.

Hasta aquí la etapa de hoy. Muy tranquila y por bonitos paisajes. Mañana toca la tercera y última. A ver qué tal. Hoy han salido noventa kilómetros y casi 1.500 metros de desnivel acumulado. Seguimos disfrutando 😉

Iglesia y castillo de Biel desde el puente sobre el Arba

De nuevo al fondo las cumbres nevadas de los Pirineos

Puente sobre el río Gállego

Subiendo hacia Luesia a cinco grados bajo cero

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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