En una época en la que alguien se ha obsesionado porque todo esté conectado con todo, no hay duda de que la privacidad ha dejado de ser un asunto individual para volverse colectivo. La definamos de una manera u otra, si en el fondo se trata de disponer de cierto control sobre lo que se dice de quien somos es más que evidente que yo solo no puedo hacerme responsable. Piensa, sin más, en una aplicación como WhatsApp. Los datos que se almacenen allá donde quiera que estén los servidores de Facebook contendrá conversaciones en las que aparecemos tú y yo. Sí, «tú y yo»; no solo tú. Ahí es donde se impone una visión de la privacidad interdependiente.
Las conversaciones lo son entre distintas personas y eso quiere decir que lo que hagas respecto a la privacidad me condiciona. De nada sirve que yo tenga en cuenta ciertas precauciones si tú no las tienes en cuenta. Es así de simple: como quiera que tenemos una amistad y espero que la sigamos conservando durante mucho tiempo, no hay duda de que nuestros diálogos dirán tanto de ti como de mí.
Ahora bien, ¿qué control tengo sobre lo que tú hagas con esas conversaciones? Piensa que cuando nos movemos en un entorno digital, la huella es casi indeleble. Pasará el tiempo y ahí seguirán nuestros datos a la espera de que algún algoritmo ocioso se detenga ante ellos y empiece a buscar correlaciones. Mi privacidad entonces será nuestra privacidad. Saltamos, como puedes entender, a una privacidad interdependiente. Esto nos debería quedar muy claro: estamos construyendo una privacidad colectiva.
Quizá pudiera exigir si que, si no estoy de acuerdo con la forma en que tratas la privacidad, los servidores no guardaran nada más que tu parte de conversación y no la mía. ¿No parece lógico que no quiera depender de lo que tú hagas? Sin embargo, la sociedad la construimos en base a acuerdos mutuos y preferiría fiarme de que harás las cosas bien. No tienes por qué hacer exactamente lo mismo que yo, pero me gustaría que te quedara claro este asunto. Lo que decidas no es aséptico. Nos estamos jugando mucho respecto a quiénes somos y lo que determinados gigantes empresariales saben de ti y de mí. Somos su producto, no creo que esto te lo tenga que explicar de nuevo, ¿no?
Esta reflexión tiene que ver con la lectura de un muy recomendable paper de Thilo Hagendorf publicado en la revista Ethics and Information Technology: From privacy to anti‑discrimination in times of machine learning.